Via restaurantis (sección gastrosensual): undécima estación
Undécima estación (o decimoprimera o también oncena): Mus es clavado al sabor del plato.
La tranquilidad de lo dicho, el paso dado, da paso a una pasión desmesurada que se desboca más aún, si cabe, con la llegada del último plato salado.
Menudo lío se armó: Chichi chichichillaba de angustia al verme allá desparramado y con los ojillos vidriosos de gusto posorgásmico; el metre pedía a gritos que alguien trajera un recogedor para sacarme de allí, o al menos una esponja o un trapo o una fregona. Mientras, licuefacto, yo los dejaba hacer y me limitaba a paladear los resquicios de aquel sabor ibérico sin dejar de mirar, cómodamente regado por el suelo, la entrepierna de Chichi, que ella me mostraba sin pudor, y fantaseaba con una orgía de rabitos de cerdo, piernas de escándalo y entrepiernas de tórrida lujuria.
A pesar de mi insistente amenaza de no recobrar mi antropomorfismo habitual si no me traían más rabitos (y más cigalas, que las ponían en plural pero yo solo vi una), los del restaurante se mostraron firmes y al fin tuve que transigir y tornar a la solidez y al orden.
¡Qué portento de plato, cielo santo! ¡Qué cosa más ricaaaaa! Les pedí la receta, claro. Cuando regrese a España, llamaré a Chichi y le propondré que me deje hacerle una delicia así con el rabito.
Escrito en un vuelo de Continental Airlines el día de san Fidel de Sigmaringa (presbítero y mártir), por la noche; publicado el día de san Petronax (obispo), por la noche.
Mus
La tranquilidad de lo dicho, el paso dado, da paso a una pasión desmesurada que se desboca más aún, si cabe, con la llegada del último plato salado.
Tradición mar y dehesa: rabitos de cerdo ibérico estofados y cigalitas salteadas bañados con la reducción del jugo de cocción infusionado con jamón ibérico de bellota.Miren, si fuman, dejen de hacerlo aunque sea solo por un par de meses y con lo ahorrado vayan a comer allí y pidan esto. Cuando me metí el rabito en la boca (lo cual suena algo gay, lo admito) se me descompuso todo el aparato locomotor y quedé convertido en blandiblú.
Menudo lío se armó: Chichi chichichillaba de angustia al verme allá desparramado y con los ojillos vidriosos de gusto posorgásmico; el metre pedía a gritos que alguien trajera un recogedor para sacarme de allí, o al menos una esponja o un trapo o una fregona. Mientras, licuefacto, yo los dejaba hacer y me limitaba a paladear los resquicios de aquel sabor ibérico sin dejar de mirar, cómodamente regado por el suelo, la entrepierna de Chichi, que ella me mostraba sin pudor, y fantaseaba con una orgía de rabitos de cerdo, piernas de escándalo y entrepiernas de tórrida lujuria.
A pesar de mi insistente amenaza de no recobrar mi antropomorfismo habitual si no me traían más rabitos (y más cigalas, que las ponían en plural pero yo solo vi una), los del restaurante se mostraron firmes y al fin tuve que transigir y tornar a la solidez y al orden.
¡Qué portento de plato, cielo santo! ¡Qué cosa más ricaaaaa! Les pedí la receta, claro. Cuando regrese a España, llamaré a Chichi y le propondré que me deje hacerle una delicia así con el rabito.
Escrito en un vuelo de Continental Airlines el día de san Fidel de Sigmaringa (presbítero y mártir), por la noche; publicado el día de san Petronax (obispo), por la noche.
Mus
2 Comments:
Ya lo tengo¡¡¡¡¡
¿A qué era un menú degustación? ¿A que si? ¿A que si?
;-)
Pues la verdad es que no lo sé, encanto. Allí solo te preguntan si quieres el menú largo o el menú corto, pero no eliges de una carta. Lo más que hacen es preguntarte si hay algo del menú (el que hayas elegido) que te desagrade, y entonces te lo cambian por otra cosa. Pero no hay carta, lo cual me parece estupendo porque no se tiene uno que comer la cabeza y se puede disfrutar, sin más.
Si eso es un menú de degustación, pues sí, ace'ta'te. :)
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