Via restaurantis (sección gastrosensual): sexta estación
Sexta estación: La visión altera el rostro de Mus
Esta chica me está volviendo loco. Me mira arrobada y me dice que está encantada de que la acompañe y que está dispuesta a pasarlo fenomenal todo el día... y toda la noche. Esto último lo añade con una picardía que me seca la boca con crueldad. Le largo un tiento al vino y sus taninos leves me sueltan un latigazo por la espina dorsal. Por fortuna, los subalternos están prontos y me echan un capote consistente en centolla con tupinambos asados. Los tupinambos son unos bulbos carnositos y con el dulzor que dejan las féculas cocinadas lentamente, pero no resultan feculentos sino pectínicos. Por analogía fónica, de la feculencia me paso sin poder evitarlo a la suculencia, y de ahí directo a la opulencia de los labios de Chichi que, como pueden imaginarse, tienen la típica topografía chup-chup que volvería loco a cualquiero o cualquiera.
Yo, que soy muy obediente con estas cosas, me quedo agilipollado al verle las bembas mordiendo con discreción un tupinambo. Una erección inopinada asoma en mi entrepierna y eso me hace sentir primitivo, casí indigno de su atención. Intento superar este momento engullendo un tupinambo. Centolla no quedaba ya en el plato; si hubiera quedado, habría engullido centolla.
Escrito en un vuelo de Continental Airlines el día de san Fidel de Sigmaringa (presbítero y mártir), por la noche; publicado el día de san Atanasio (obispo y doctor de la Iglesia), al mediodía.
Mus
Esta chica me está volviendo loco. Me mira arrobada y me dice que está encantada de que la acompañe y que está dispuesta a pasarlo fenomenal todo el día... y toda la noche. Esto último lo añade con una picardía que me seca la boca con crueldad. Le largo un tiento al vino y sus taninos leves me sueltan un latigazo por la espina dorsal. Por fortuna, los subalternos están prontos y me echan un capote consistente en centolla con tupinambos asados. Los tupinambos son unos bulbos carnositos y con el dulzor que dejan las féculas cocinadas lentamente, pero no resultan feculentos sino pectínicos. Por analogía fónica, de la feculencia me paso sin poder evitarlo a la suculencia, y de ahí directo a la opulencia de los labios de Chichi que, como pueden imaginarse, tienen la típica topografía chup-chup que volvería loco a cualquiero o cualquiera.
Yo, que soy muy obediente con estas cosas, me quedo agilipollado al verle las bembas mordiendo con discreción un tupinambo. Una erección inopinada asoma en mi entrepierna y eso me hace sentir primitivo, casí indigno de su atención. Intento superar este momento engullendo un tupinambo. Centolla no quedaba ya en el plato; si hubiera quedado, habría engullido centolla.
Escrito en un vuelo de Continental Airlines el día de san Fidel de Sigmaringa (presbítero y mártir), por la noche; publicado el día de san Atanasio (obispo y doctor de la Iglesia), al mediodía.
Mus
2 Comments:
Menos mal que la analogía fónica de la feculencia te llevo a la suculencia y no a la flatulencia, que en esos momentos hubiera quedado pero que mú feo.
Oye, no me puedo decreer que esta comida te inspire hasta 15 estaciones...
¡Por muy chichi que sea ella, eh!
:))
A mi me está entrando empacho...
;-p
Publicar un comentario
<< Home