08 mayo 2009

Via restaurantis (sección gastrosensual): decimocuarta estación

Decimocuarta estación: El cuerpo de Mus se recoloca.
Acaso fuera la desesperación sexual, la imperiosidad de nuestras pulsiones y lo acuciante de nuestra ansia de compartirnos físicamente tras una tarde de arrumacos gastronómicos, táctiles y mentales, pero lo cierto es que, conmigo de cuerpo presente, la interpretación de la vanidad: pastel jugoso de chocolate, crema fría de almendras, fondos dorados, pompas y cacao nos supo un tanto vulgar a los dos.

Ver un postre que llega a tu mesa en algo parecido a una ebullición es muy espectacular, y más cuando tú mismo estás evaporado; pero el aire, las burbujas, aire y burbujas son al fin y al cabo y no por más necesarios son menos insustanciales. Como presentación, el plato es increíble: una auténtica mus rodea un bombón blando; pero el sabor me deja frío. Es un postre de chocolate y punto.

El chocolate es un alimento cruel que lo mismo arregla las ansias premenstruales de una dama, que te estropea un plato por su predominancia de sabor. Cuando uno come algo con chocolate como ingrediente primario, todo sabe a chocolate. La única excepción, si acaso, son los moles mexicanos, muchos de los cuales tienen una gran base de cacao pero no te enteras... porque las lágrimas del enchilamiento te impiden apreciar este fondo cacaotero. En España debiérase comer más mole y más chile, y prestarse menos atención a la ubicua gilipollez televisiva.

A mí, que soy tan imperfecto que hasta carezco de matriz con la que menstruar, este postre me obró de un modo muy peculiar: me reintrodujo en el cuerpo, redilató mis arterias e infundió una chispa eléctrica a mi corazón, que se puso a latir como si tal cosa. Chichi se sobresaltó al ver que me reincorporaba y dijo algo sobre un prodigio que mi sordera me impidió entender, pero yo encontré mi reanimación de lo más normal; al fin y al cabo, siempre había estado allí, con ella. Eso sí, ahora tenía manos de nuevo y pensé que ahora sí que le iba a hacer cositas ricas en cuanto aflojara la billetera y pidiera la cuenta. Ella algo debió de colegir, porque levantó la mano y en menos de un minuto estábamos fuera, disfrutando de las hojas, los frutos y las flores que antes nos habíamos comido.

Eso fue todo, regado con una botella de un tinto de cuyo nombre no puedo acordarme.

Epílogo
Aquella noche, en mi cama inevitablemente solitaria, soñé que Chichi me amaba en secreto, desde la intimidad de su lecho de 2 pax con ocupación individual, y yo la correspondía con tal pericia que ella no podía reprimirse y al cabo me rogaba: "¿Podemos repetir?".

Y yo, que la entendí a la primera, le aseguré que sí, que volveríamos a Mugaritz. ¿Alguien se apunta?

Escrito en un vuelo de Continental Airlines el día de san Fidel de Sigmaringa (presbítero y mártir) por la noche; publicado el día de san Pedro de Tarantasia (abad) por la noche.

Mus

2 Comments:

Anonymous Curiosísima manifestó al respecto que...

¿Y la decimoquinta?

Fdo.
Su Santidad (ircorpórea)
Juan Pablo II

8/5/09 10:51 a.m.  
Blogger Mus manifestó al respecto que...

No hay decimoquinta: la culpa la tienen los chicos y chicas de Mugaritz, que solo dan catorce platos. :D

8/5/09 10:57 a.m.  

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