El tributo de la enfermedad y el precio de la estulticia
"Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible."
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
Esta semana regresé de Puebla, de hacer compañía a una amiga muy querida. El día de san Honorio (abad) del año pasado, escribía yo sobre un pariente muy querido de mi amiga, un muchacho a quien por entonces habían diagnosticado sida hacía unos días.
Murió el lunes, día 29 de enero, a la una de la madrugada, acompañado de su madre ciega e impotente.
Este hombre, un joven de apenas 35 años, murió por un cúmulo de circunstancias que se conjuraron en su contra. Si hubiera sido un político mexicano (en realidad, cualquier político mundial valdría), diríase que se trató de una conspiración.
- Había tenido relaciones sexuales de alto riesgo sin protección.
- No se hacía pruebas de sida sistemáticamente. [Cuando le diagnosticaron la enfermedad, tenía apenas 80 linfocitos CD4 y un sarcoma de Kaposi, lo que sugiere una infección de varios años de evolución.]
- Cuando lo recibió el infectólogo de su seguro, éste se limitó a recetarle el chocho (un esquema especialmente complicado, pero en fin...) y a advertirle que debía tomarlo al pie de la letra y que a partir de ese momento la responsabilidad era toda suya (¿?). Siguiente cita... ¡en seis meses! Olé, qué arte.
- Siguió trabajando a pesar de estar muy enfermo, muy débil y con el sarcoma avanzando claramente. No fue al médico que le recomendé, donde le habrían hecho un seguimiento más estrecho, porque como no era de su seguro decía que no podía justificar las ausencias del trabajo. Y es que, como siempre digo, el trabajo es una mierda y debieran prohibirlo.
- Quién sabe si por el tratamiento o por la enfermedad, tenía graves problemas gastrointestinales, sobre todo vómitos, que ningún médico vio ni trató: el de su seguro, porque la cita era en seis meses y el hombre había percibido el valemadrismo del médico y no tenía ganas de pedir atención antes que llegara esa cita semestral; y el que yo le recomendé, por lo ya expuesto y acaso también como rechazo generalizado hacia la clase médica. En estas condiciones, y suponiendo que tomara el chocho según lo indicado, es probable que ni siquiera tuviera concentraciones estables de los antirretrovirales durante buena parte del tiempo que tomó el tratamiento.
- No hay certeza clara de cómo se tomaba los chochos, pero hay al menos una conversación en la que mencionó que lo de los imanes no pensaba dejarlo, lo cual indica cierta confianza en lo mágico o esotérico y no da muy buena espina en cuanto a su apego al tratamiento.
- Parece bastante claro que este muchacho nunca se dio cuenta de lo gravísimo que estaba ya cuando le diagnosticaron la infección. Es más, apenas una semana antes de morir, y sabiendo ya con certeza que la muerte estaba a la vuelta de la esquina, admitió que "no me imaginaba que iba a estar así". Su pareja, un par de días antes del fallecimiento, todavía hablaba de la posibilidad de un milagro. Supongo que es muy humano, pero me pregunto si no es que él mismo esperaba un milagro desde hacía 4 meses.
Y, a pesar de la distancia —yo a él lo había visto una vez en mi vida, y durante un minuto o dos—, mientras el otro día estrujaba a mi amiga en mis brazos para consolarla, me preguntaba yo si habría podido hacer algo más, hablar directamente con él, ¡qué se yo! Porque yo veía con claridad su funesta evolución, y parece que él no la sabía, no era plenamente consciente de ella, o al menos de su inminencia.
Creo que esto me devuelve a lo que ya sé sobre las ventanas de Johari. La próxima vez, y seguro que habrá una próxima vez, creo que me arriesgaré a que me tilden de paternalista metiche y haré una llamada de teléfono a ver si reduzco el blind spot del interesado —si es que tal información está en su blind spot, que no lo sabré hasta haberme asegurado, precisamente hablando con él—. Y si se molesta conmigo y me dice que me meta en mis asuntos, pues chingue su madre: habrá merecido la pena.
En la península de Yucatán, el día de santa Juana de Valois (reina), por la tarde.
Mus
No encontré la versión de Manzanita. Cecilia era laísta.
4 Comments:
Pobre chico. Vivió por el chiquito y murió por el chiquito. Así que ya saben la moraleja de la historia. Si no quieren gastar en condones, enmíquensela, chamacos.
no, evidentemente la vida no se pinta en rosa.
Una putada.
Shaluditos majete
Descubro por tus palabras, bastante acertadas, que sientes ¿tal vez? remordimientos.
Eso se cura actuando la próxima vez de la manera que describes.
Ya sabes aquello de que uno solo es consciente de cuando se equivoca. Los aciertos pocas veces los tenemos en cuenta. Reconocer que uno pudiera haber hecho otra cosa aún sabiendo que corre cierto "peligro" de ser recriminado, es digno de admiración. Si en tu mano está no dejes de hacerlo. Esas pequeñas cosas nos hacen grandes a los seres humanos.
Hola, Julieta, bienvenida.
No diría que fueran remordimientos. Yo no hice nada malo, ni por obra ni por omisión: puse mis granitos de arena conforme pensé que ayudaría. Es obvio que no.
La autonomía es algo hermoso, pero para ser autonomía real es imprescindible que haya un grado adecuado de información. Para complicar las cosas, la necesidad de información es singular para cada persona, y de hecho hay quien prefiere no saber nada, que no le expliquen. El equilibrio es difícil, pero existe lo que se llama "información iatrogénica", así que no es suficiente con llegar a alguien y soltarle mil verdades. :-S
La próxima vez, creo que intentaré averiguar un poco más sobre lo que sabe la persona y sobre lo que desea saber, eso es todo. Prueba y error, ya sabes. ;)
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