18 agosto 2009

Trucos galantes


Mi buen amigo Heriberto Carlos Montiel Cañadas, que vive en algún lugar desconocido por no saberse cuál es, me envía un mensaje de correo electrónico tan lúcido y sencillo que, a pesar del secular secreto inexpugnable que aplico a mi correspondencia privada, no puedo resistirme a divulgar.

Diz:
"Querido Mus:

Mira, déjate de cuentos. Para conquistar a una mujer, lo que debes hacer es meterte con ella en la cocina, guisar algo a pachas entre florituras, guiños y galantes chupadas de dedito embarrado en algo comestible, y después comértelo todo.

Recibe un afectuoso abrazo de tu amigo,

Heriberto"
Creo que estoy más que en disposición de intentarlo.

Por algún lado me llegó una historia sobre que los judíos nunca empiezan una comida por la sopa, de modo que puedan poder agarrar algo más portable (por ejemplo, un cacho de carne) en caso de que haya que salir corriendo tras el mesías sí llega en plena colación. No sé si es cierto; suena a espurio, pero parece práctico de todos modos aunque me temo que nada tiene que ver con lo que andaba contando de mi amigo Heriberto Carlos Montiel Cañadas.

En observación del pastafarismo extremista que practico, he sacado de la gaveta un paquete de tallarines y estoy dispuesto a cocinarlos de algún modo en amor y compañía de la próxima dama que se orille a mi lar. Para que no me pille el toro, ando practicando las florituras, los guiños y las chupadas sensuales de dedo.

Afirmo que estoy dispuesto a comérmelo todo, porque creo que mi amigo Heriberto Carlos Montiel Cañadas es un sabio de los que ya no quedan y se conoce todos los trucos del amor. Ya les contaré, ya.

En el municipio de Acajutla, el día de santa Elena (madre del emperador Constantino) por la tarde.

Mus

11 agosto 2009

Salmo responsorial

Dado que los cocos cercanos suplen mis necesidades liquídicas pero solo parte de las solídicas, me veo obligado a complementar mi dieta con otros productos a la mano.
El mondesvol es mi pastar, nada me falta.
Tallarines verdes me da a cocinar
para que los combine como quiera y me dé
glucopoliméricos banquetes.
El mondesvol es mi pastar, nada me falta.
Hoy hice acopio y, como suele sucederme, lo empecé por el final: descomiendo.

Mientras conminaba a mis posaderas a sentarse sin pena y comenzaba los esfuerzos que huelgo detallar por bien sabidos, mi vista se fijó en el piso de la ducha y en el simpático animalillo que allí andaba. Bueno, no andaba porque tiene una cojera congénita de las de difícil arreglo, pero es una forma de hablar. Helo.

Nota: Lamento la escasa calidad, pero es que estaba cagando y no tenía mejor parque
audiovisual al alcance. Nótese la desafiante boca abierta.


La he metido al congelador y la voy a preparar frita con aceite muy caliente, a ver cómo sale, así churruscadita. Está muy tierna y escuálida la pobre, así que no alcanzará a servir más que de botana. El mondesvol me lo perdonará en su pastosa misericordia.

Luego me fui a comer un helado, que aquí les dicen sorbetes. Al regresar decidí ducharme ahora que ya había puesto a buen recaudo a mi inquilina antedicha, y hablando de dicha comprobé alborozado que la familia anfibia de mi cuarto de baño ha crecido. Ahora tengo dos ranitas.

Son Marcelo

y Marcela, que como a tanta gente que yo me sé, las lluvias tropicales la ponen tan arrecha que se sube por las paredes.
Cuando tenga una docena me haré una paella con ellas, que uno es amante de los animales pero no tonto. Venga, para que no se enoje mi supremo, las haré en fideguá.

Después me arrimé al refrigerador para echar un trago de agua fresca. Sigo usando el método que discurrí el año pasado por los buenos resultados que me da. Con mi vaso en la mano me arrimé al porche a ver pasar la vida un rato y en lugar de vida me encontré de bruces con la biología, sección lepidopterología de grandes volúmenes.

No es una mariposa sino una polilla, aunque puedo jurar que es más grande que muchos murciélagos y que cualquier nido entero de colibríes. Eso es mucha proteína, así que la metí a un bote y de ahí al refrigerador, y la pienso convertir en croquetas, que llevan la harina de Su Almidonada Gracia y a las cuales la polilla les puede decir muy bien.

De regreso a mi despachito, desde el cual veo tres hermosas piñas de plátanos (aquí les dicen guineos) a las que apenas les faltan unos días de maduración, trabajé un rato hasta que me dieron ganas de desbeber. Me metí al cuarto de baño que hay al lado y determiné que la familia anfibia ha crecido más allá de cualquier expectativa, como se puede comprobar acá.

Lo agarré por las patas, lo colgué de un gancho, lo desollé y destripé con el arte que me caracteriza, le pedí una motosierra al vecino para destazarlo y un arcón congelador para conservarlo y he pensado que como me voy de viaje dentro de solo tres meses y eso no hay quién se lo coma en tan breve plazo, lo mejor que puedo hacer con él es cocer tonelada y media de espaguetis, saltear el sapo (quizá se pueda autosaltear, dada su morfología) y presentarlo todo junto en un convivio para todos los vecinos. Si alguien conoce algún Jesús por ahí en plan cananeo que nos consiga vino a voluntad, la fiesta puede ser épica.

Dicen que el mondesvol proveerá, y en el trópico es bien cierto. Solo hay que tener hambre y fe... feculenta, por supuesto.

En el municipio de Acajutla, el día de santa Clara (virgen) por la noche.
Mus

P. D. Después de tan descriptivo artículo sobre la fauna de mis cuartos de baño, creo que las probabilidades de que alguna dama me visite pasan de tender a cero a ser cero. ¡Y eso que ya hace tiempo que no veo alacranes!

10 agosto 2009

La labia


Se suele decir que los hombres elocuentes tienen éxito con las damas, pero no termino de creérmelo. De hecho, creo que los dotados de tal don son, como Cyrano, más alcagüetos que amantes, porque reparten con prodigalidad sus palabras cardiacas para que otros construyan sus amoríos y se guardan las hepáticas para ponerlas en un pedazo de papel en el que añorar con bilis y autocompasión a la mujer que decidió que mejor se follaba a otros. Y esto incluye las mamadas, ¿eh?

Ocurre que cuando los picos de oro se ponen manos a la obra siempre es ya tarde y la pájara ha volado o nunca llegó en realidad a posarse en ramas cercanas. En la famosa canción de Jacques Brel que traje ayer a esta bitácora, el autor decía:
Je t`inventerai
Des mots insensé
Que tu comprendras
En fin, que mucho prometer que va a inventar, pero a renglón seguido ne me quitte pas, y lo decía muy en serio porque su amante, la de verdad, se había ido por tabaco sine die. ¿Ven por dónde voy?

Ahí está el Serrat de hoy para apoyar la afirmación. Muy linda la canción, muy sentida y romántica, pero la tal Lucía ya iba soltiza y probablemente andaba refocilándose con otros, como la bella, la traidora Marieta, mientras el poeta se la pelaba afanoso mirando sus propias cuartillas de borrador y unos esbozos de los arreglos en algún pentagrama arrugado.

Una vez me dijo una mujer que le encantaban las palabras extrañas o desacostumbradas que yo le escribía. Comparó mis neologismos y mis glosoinvenciones locas con los palabros en extranjero que soliviantaban la pasión de la protagonista de Un pez llamado Wanda. Acto seguido me compartió en secreto que la lujuria que yo le causaba con mi verbo la había inducido a irse al lecho, simultáneamente, con un capitán de artillería y dos tenientes del cuerpo de zapadores que le habían hecho ojitos en un bar frecuentado por militronchos. Peor aún: según parece, en medio del trajín había aparecido la esposa del capitán ¡y se había unido a la fiesta! Por supuesto, no se le ocurrió agarrar el celular y llamarme para que me uniera yo también a la orgía. Joder, qué tropa. Y yo con mis palabras como un gilipollas.

Así que cuando pienso en ese elevado sentimiento que induce a cualquier enamorado a pensar en "te voy a escribir la canción más bonita del mundo", creo que más me valdría machacármela con un par de cantos rodados para que me regrese el seso. ¿O no? ¡O yo qué sé!

En el municipio de Acajutla, el día de san Lorenzo (diácono y mártir) por la noche.

Mus

09 agosto 2009

Colorines


En mi pueblo, cuando queremos parecer brutos, insensibles, despistados o quién sabe qué exactamente, contamos una anécdota que, aunque de tufo apócrifo, refleja muy bien la tontuna que tenemos a veces en la cabeza las personas humanas.

Trata sobre uno cuyo hijo se acababa de suicidar. Debe destacarse que, por tradición, en mi pueblo los suicidios se ejecutaban sobre todo mediante ahorcamiento, aunque en los últimos tiempos parece que el recurso al trago largo de solución de arsenito sódico viene pegando fuerte. Por cierto que siempre había oído yo hablar del arsenito como "acedo", pero gracias a este artículo de hoy me estoy enterando de que el acedo es en realidad una plaga, no el plaguicida pertinente. Lo consultaré al llegar al pueblo en otoño, que estas cosas no deben quedarse sin aclaración.

Pero no quiero despistarme en metodologías autolíticas ni en plagas, ya sean bíblicas o vitícolas. El caso es que el hombre andaba todo afligido y sus amigos y parientes iban pasando por el velorio para darle el pésame, esos tacompañonelsentimiento y dioslohaperdonao y yadejódepenar que tan vacíos suenan. Entre los llantos y los murmullos quedos de estas reuniones sociales tan consuetudinarias, apareció un amigo lejano, uno que había emigrado a Móstoles hacía ya bastantes años pero que al conocer la noticia no dudó en agarrar el coche y plantarse en el pueblo a presentar sus condolencias y ver cómo andaban por allí las cosas, o algo.

—Pero, Arturo, pero 'jomío, ¿qué ha pasao?
—Pues ya ves, Antero, ya ves. Que salió el chico con el amoto a un olivar, que lo estaba deschuponando, y el chico que no vuelve, el chico que no vuelve... Total, que allá que nos vamos a buscarlo y allí estaba... colgao de una oliva.
—Joder, Arturo, ¡pero qué horror...! Oye, ¿y tenía mucho fruto la oliva?

Hasta ahí la historia, sobre cuya veracidad ya digo que no cabe hacer apuestas pero que refleja una falta de tacto tan patente que no cabe pensar que haya en el mundo ningún ser con las entrañas tan negras como para desplegarla aposta. Más bien parece que nos empeñamos —quien más, quien menos— en llenar momentos con palabras porque pensamos que callados parecemos poco sociables y empáticos.

A algunos periodistas parece que les pasa lo mismo pero con el papel y la tinta. En un diario español publican una noticia sobre el asesinato de una abogada mexicana. En la noticia, que tiene una redacción peliculera vomitiva, el autor llega a lo más alto de la insensatez informativa y dice:
15 de noviembre de 2001, al mediodía. Raquenel sale de trabajar en los juzgados de Monterrey. Acompañada por los escoltas que le han proporcionado las autoridades, sabiéndola objetivo del crimen organizado, se dirige a abordar su camioneta blindada Gran Cherokee. Entre el tráfico, un Tsuru –automóvil de fabricación asiática muy común en México, especialmente en colores blanco, arena y vino- blanco se acerca y de él bajan dos hombres. A escasa distancia, disparan sus pistolas contra la abogada. Fallan.
Vale que los lectores españoles no tienen por qué saber qué es un Tsuru, aunque ni falta que hacía mencionar marcas, que son del todo innecesarias para dar la noticia, y se podía haber optado por "un turismo pequeño" o "un utilitario" o cualquier cosa genérica por el estilo; pero aun sin contar con eso, si el escribiente puede dar la más mínima explicación razonable de qué coño pinta en su nota la especificación sobre los colores blanco, arena y vino que según él son los más exitosos en México, yo me como el sombrero. Además, el Tsuru mexicano es de producción nacional, así que lo de "fabricación asiática" es falso. Por cierto, el color vino, ¿es de vino blanco, rosado o tinto? No te jode...

A menos, claro, que estuviera de broma mientras hablaba de una muerte. Y es que no somos nadie.

En el municipio de Acajutla, el día de san Oswaldo (rey) por la noche.

Mus

07 agosto 2009

Voy a perder la cabeza por tu amor


De hecho, ya la perdí. Anda, recuérdame tu nombre porque se me ha ido. El caso es que lo tengo en la punta de la lengua, ¿eh?; pero nada, que no hay forma de que me vuelva a la memoria. Soy un desastre, la encarnación del despiste, y por ello te pido kilodisculpas.

Por cierto, me encanta tu buen gusto con la ropa. Esa blusa te queda divina y tu escote me está poniendo cardiaco. Cielos, mi amor, ¡qué flor de tetas!

En el municipio de Acajutla, el día de san Cayetano (presbítero) por la tarde.

Mus