24 septiembre 2006

Si los peces hablaran


Hoy me sucedió algo extraordinario.

Todo está bastante muerto y no hubo manera de salir a bucear, que es lo que yo hubiera querido, así que me pasé todo el día sin hacer nada productivo, si exceptuamos la siestecita del carnero que me apreté pasado el mediodía.

Cuando abrí el ojo, me puse a echárselo a un pescaote que había quedado en comerme a pachas con mi vecino. Ya estaba bastante descongelado (el pescado, no mi vecino), así que lo salé y prendí el horno para ir calentándolo. Mientras lo metía en el papel de aluminio, dio una sacudida y me sobresaltó con un grito.

-Oye, ca, ¿siempre sí me vas a asar?
-¡Ay, buey! --no se me ocurrió otra cosa que respingar, soltando una cuchara de palo. Menudo susto.
-Dejate de buey, mano, que la cosa está que arde. Te pregunté que si me ibas a asar -insistió el pez, ya más sosegado.

Y, qué quieren que les diga, después del susto que me dio el muy hijo de puta con eso de hablarme, y más aún después de la siesta, no iba yo a dejarlo que se fuera de rositas, así que lo metí al horno a 250 ºC y no volvió a decir ni pío.

Después de que nos lo comimos le dije a mi vecino si quería acompañarme a la bahía a hacer un poco de esnorqueleo, a ver qué onda con los demás peces, que parece que hoy estaban parlanchines. Pero ninguno dijo nada, así que concluí que lo de hoy fue un suceso extraordinario, una de esas cosas inexplicables que tienen la vida y el asado de pescados. Bueno, pues muy bien: para mi bitácora --pensé para mi coleto--, por lo que aquí estoy, contándoselo.

Y perdóneme dios. Amén.

En la península de Yucatán, el día de N.ª S.ª de la Merced, por la tarde.

Mus

20 septiembre 2006

Palabras y actitudes en un país ajeno

Estos días pasados anduve de vago por la ciudad de México y Puebla, y me vi discurriendo esas cosas estúpidas en las que me enredo como yedra boba.

Una de ellas fue en Puebla, en el museo de la Revolución, que está ubicado en la casa donde el 18 de noviembre de 1910 dieron muerte a don Aquiles Serdán y su hermano Máximo. El museo en sí tiene algo de interés, y fue todo un descubrimiento para mí ver que don Aquiles escribía a sus conciudadanos exhortándolos con una segunda persona del plural ¡en 'vosotros'!, no en el clásico 'ustedes' del español actual de México. Sé que en las escuelas mexicanas se enseñaba la norma del español peninsular, es decir, con la conjugación en 'vosotros'. De hecho, tengo una edición mexicana de 1920 de la "Gramática de la lengua española", y en su advertencia inicial recuerda que "la ley de 9 de septiembre de 1857 en su artículo 88 declara que la GRAMÁTICA de la Academia Española es texto obligatorio y único en las escuelas de enseñanza pública". Por supuesto, en esta 'Gramática' no se ve el 'ustedes' ni como referencia.

Me quedo con la duda del alcance del uso del 'ustedes' a comienzos del siglo pasado. ¿Se expresarían con la norma de conjugación española por distinguirse como cultos? ¿Qué sucedía en la plática cotidiana? Voy a ver si le pregunto un día a algún académico mexicano, que me cuente. Otro detallito que me hizo cierta gracia fue ver escrito, en un periódico mexicano de la época, 'Méjico', así, con jota. Hoy corren ríos de tinta en no pocos foros de internet por esta cosa de las jotas y las equis, y no pocos mexicanos se ofenden un buen ante el uso de la jota, así que ver esta vacilación ortográfica en un periódico local me causó alguna sorpresa. El susodicho periódico contenía un buen número de errores ortográficos (al menos según las normas actuales), así que tampoco debe tenerse aquello de las jotas como algo más o menos importante; más bien es una anecdotilla, como lo fue ver que ya en los albores del siglo xx se usaba la palabra 'meeting' en la prensa, y que ya alternaba en una misma hoja informativa con el término 'mitin', tan habitual en el español de hoy en día.

Aparte de estas minucias (que en el fondo quizá solo sean curiosas para un imbécil cual yo que se dedica a observar palabras todo el rato), salí del museo con la sensación acibarada de que me aportó poco, porque se limita a una exposición de objetos, fotos y documentos de la época, mezclados con cosas tan peregrinas en un museo dedicado a la revolución mexicana como listas de ciudadanos ilustres de Puebla (incluso ya de mediados del siglo xx) y la lista de los presidentes de la república. Curiosamente, además, la lista termina con el presidente Díaz Ordaz, y nadie parece haber tenido el menor interés en seguir agregando los mandatarios elegidos (?) desde entonces.

Pero decía yo que me pareció una pena porque, a pesar del nombre del museo, se advertía un interés muy escaso por usar las cosas que allí había como modo de hablar de la revolución, como forma de hilar hechos históricos de la máxima trascendencia. Aunque algunos objetos tenían su fichita explicativa, en todo el museo de la Revolución se echan en falta aclaraciones sobre, precisamente, qué fue la revolución mexicana, cómo transcurrió, etc. Parece un museo para 'curiosos' que ya se saben algo del asunto, pero poco más. Uno se pregunta si tal ausencia de indicaciones se deberá en realidad al deseo de promover el negocio de los guías locales disponibles, cuyas explicaciones son amenas pero asaz folletinescas. Uno de estos guías pasó a mi lado con un grupo y, señalando la foto del jefe de policía responsable de la operación en la que asesinaron a los Serdán, le espetó a los visitantes algo así como: "Vean esta foto y díganme si tiene cara de malo o de bueno. [Silencio del respetable] No me dirán que no tiene cara de malísimo. ¡En efecto, era malísimo! Fue el responsable de...". Creo que este tipo de comentarios chismosos sobran en cualquier museo, ruina arqueológica, etc., aunque quizá el problema es que yo sea un soso de tomo y lomo.

De todos modos, esto del cuate poblano no fue nada comparado con lo que le oí a un guía en las ruinas mayas de Cobá, que en mi presencia afirmó categóricamente a un grupo de italianos que en el lugar que señalaba se había demostrado la presencia de enanitos. Ante la cara de asombro y cierta guasa de los italianos, con cara muy seria insistió en que sí, que enanitos, que no era broma. ¡Vaya tela! Aquel día se me quitaron las ganas de contratar jamás a un guía: prefiero caminar con una duda que con una historieta.

Este asunto conecta en cierto modo con el pequeño incidente intercultural en el cual me vi implicado a los pocos días, en el hotel de la ciudad de México en el cual me alojé. Verán, uno no es precisamente musculoso ni atlético, más bien escuchimizado y robado de carnes, pero precisamente por ello lleva a prevención una práctica valijita con ruedas, de esas que se pueden llevar por casi cualquier sitio con comodidad. Uno, además, tiene cierta edad ya, y sabe ir a unos lugares del mundo y a otros, y en general está dotado de la inteligencia suficiente como para encontrar solito el cuarto de un hotel a poco que le indiquen el número. Uno, por ende, no termina de comprender por qué en algunos hoteles se empeñan en acompañarlo a la habitación a pesar de manifestar que no es necesaria la gentil ayuda del botones de turno.

Uno comprende que el botones de turno tiene una chamba y debe ganarse propinas, pero me pregunto si el botones de turno (y la dirección del hotel) comprenden que uno puede sentirse tratado como tierno infante por este acompañamiento innecesario y esta especie de cortesía desmesurada. Llegados a este punto, el botones de turno emite cierta queja de que 'se le permita hacer su trabajo'. "Ya, claro, comprendo --pienso yo--, pero al menos en mi concepción del mundo, el personal de un hotel está para hospedar a un viajero y, en la medida de lo posible, hacer que su estadía sea agradable". Así que si el viajero manifiesta que prefiere no ser acompañado al cuarto a que le muestren cómo prender la luz, ¿qué inconveniente debiera haber? Bueno, pues no: parece que es más importante el orgullo laboral del botones. En fin, acaso esto tan solo refleje la diferencia entre los modos de pensar de unos y otros, y no tiene más importancia.

Me gusta viajar por México. Es una auténtica pena que los precios de los boletos de avión sean tan caros, porque me pasaría todos los fines de semana de vago.

En la península de Yucatán, el día de san Pedro de Arbués (martir), por la noche.

Mus

06 septiembre 2006

Amor apache

Quiero que me devore una velocirraptora
quiero que me abrace una devoradora
quiero que abuse de mí una arañadora,
que me hiera el dardo de Diana Cazadora
y me haga sentir que siempre y ahora
en su boca sigo siendo el (T.) Rex.

Y una piedra en el camino, y tal y cual.

En la península de Yucatán, el día de san Zacarías (profeta), por la tarde
Mus

02 septiembre 2006

Tu hermana es puta

Como no me gusta hablar de política, hablaré de mamadas.

Hay una situación que me tiene fascinado. Esta fascinación es una mezcla de incomprensión absoluta acerca del sistema de (dizque) funcionamiento de algunos cerebros y de cierto grado de hastío, y aun de enojo, por la falta de respuestas contundentes --me refiero exclusivamente al punto de vista dialéctico, claro.

Básicamente, unos fulanos han lanzado gratis la famosa acusación: tu hermana es puta. Y, todos a coro, lo que parecen ser unos cuantos millones de personas se han sumado al grito: "¡Tu hermana es puta!". El hermano al que dirigen sus exabruptos (que precisamente no es una sola persona, sino precisamente el resto de todos los habitantes del lugar, o sea bastantes millones) se refugian en sus casas, callan o emiten tímidos mensajes en los que niegan la meretricidad de su sangre.

De veras que no puedo comprenderlo. Si alguien dice que mi hermana es puta, tendrá que decir por qué afirma algo tan grave, ¿no? Digo yo que tendrá que presentar facturas, clientes, o las fotos en las que aparezca en tanga y sostén, cobrando. Siempre hay videos para todo lo que sea meterse lana a los bolsillos, o al menos de eso hemos tenido bastante en los últimos tiempos. No basta con decir que la hermana coge, porque coger cogemos todos (lo digo por referencias, porque a mí no se me da el caso, vaya podió). Bueno, pues no: a base de repetir, sin salirse lo más mínimo del guión, que la hermana es puta, parece que se está perpetuando la especie de que sí, que en efecto parece que es puta, y que convendría a la familia explicar por qué no lo es. ¡Joder con la carga de la prueba!

No contentos con eso, hay quien desde fuera apoya la idea, cómodamente acuñada a posteriori, de que hubiera sido mejor que, ante la acusación de ramería lanzada, se hubiera agarrado a la hermana y se la hubiera sometido a un escrutinio completo, pelo por pelo y célula por célula, para descartar o confirmar la acusación, para que todo el mundo se quedara tranquilo tras la exploración. O sea, que a partir de ahora, cuando a uno no se la chupen como desee, bastará con salir a gritar: "puta, puta" y, ¡hala!, que la acusada se despatarre y demuestre su honestidad bajo el escrutinio de millones de ojos extraños.

Uno sale en un papel a decir que le parece lamentable la actitud de unos individuos secuestradores del funcionamiento de un estamento oficial (afirmación que está basada en hechos del dominio público que no requiere mayor demostración), y el otro sin sonrojarse lo más mínimo le contesta algo así como: "Más te valdría aplicarte el cuento, que tu hermana es una puta". Elaborada respuesta, que me recuerda a esas discusiones escolares:

-¡Tonto, que eres tonto!
-Y tú más.
-Y tú mucho más.
-Y tú mil veces más.
-Y tú un millón de veces.
-¡Y tú infinito!

En realidad, la hermana no es puta y nadie ha conseguido explicar por qué podría siquiera arrimarse a un comportamiento de puta. La hermana se limitó a ir a mamársela a Mengano porque pensó que Mengano le daría más gustirrinín cuando llegara el momento. Claro, para entonces, a Fulano el protestón le habían asegurado muchos chismosos ajenos a la dama que ésta se la chuparía con entusiasmo y singular maestría y estaría dándole lengüetazos sublimes durante seis años, así que tenía los calzones a la altura de los tobillos y estaba en disposición del goce y el deleite que tanto ansiaba. Como adolescente desdeñado en la mera fiesta de graduación, ahora exige que, sí o sí, le hagan la mamada que se ganó por tener bajados los pantalones.

Unas hordas obnubiladas ocupan la calle al grito de "puta, puta, puta", mientras los demás callan, aguantan y se quedan en casa mientras llaman puta a su hermana (o a su prima). Supongo que a la gente no le gusta que llamen puta a su hermana, tanto más cuando no se aportan pruebas de ello, así que me pregunto qué harán en el futuro todos los hermanos con estos gritones y acusadores desarmados de argumentos pero cargados de cualidades indudables para la desinformación y la demagogia. Tal parece que mientras unos estudiaban Filosofía y Derecho, o simplemente observaban su alrededor y aplicaban el sentido común, otros en sus carreras universitarias estudiaban a Goebbels mientras les aprobaban sin examen las materias de Necedad y Acemilia por su evidentemente excelso desempeño.

Fascinante, el grado de insensatez es fascinante... Alguien dirá: "¿quién habla de sensatez en estos temas?". Bueno, pues quien quiera --y le dé el magín, claro, pero no es tan difícil.

En la península de Yucatán, el día de los santos Agrícola, Cástor, Maine, Próspero (obispos), por la tarde.

Mus