11 junio 2009

Despistado


Ayer cayó una de esas tormentas que me alegran el espíritu y desatan mis más bajos instintos; de los bajos, de esos que invitan a criar familia, de los que siempre queremos más aunque lo confesemos porque lo digamos.

Parece que estoy de buen humor. Cosas del agua, los rayos y los truenos, supongo.

Voy a la ferretería para comprar una parrilla que instalar en mi bici y así poder transportar cosas con comodidad: el garrafón de agua, los pecados de mi pasado, los peces del mar, los camarones de las albercas de los taiwaneses y algunas esperanzas para el futuro. La compro y me ayudan a desapretar y apretar tuercas para instalarla.

En el camino de regreso constato que soy feliz y me siento bien moviendo las patas para algo más que sacudirme zancudos.

Paso bajo un árbol de fuego que ensombrece todo el ancho de la carretera con su dosel. Las flores que lo cubren y tapizan el suelo de un naranja vivaz me recuerdan a la alegría de mis mayos mexicanos de jacarandas y me empapan la vista con una lágrima o dos. Ay, México.

Las ruedas de mi bicicleta pisotean a buen ritmo las boñigas de las vacas, exóticos cruces de Bos indicus para variar un poco de la sempiterna frisona lactífera, que salpican la carretera. Los excrementos están desparramados por todo el ancho de la vía, quién sabe si por el paso de los vehículos o por la condición diarreica de las propias deyecciones. Tanto da. El aroma dulzón típico de los desechos bovinos me inunda la pituitaria y me pone la hipófisis a brincar en síntesis hormonales diversas.

Me paro en un bohío que parece restaurante y pregunto si hay de comer. La señora me informa de que hay sopa y carne de gallina. La sopa también es de gallina. Pido sopa y me sirven sopa. Contiene algo de pechuga de gallina y unos trozos de chayote, al que aquí llaman güisquil. El techo del ranchito es de lámina metálica y transmite una calorina que me sugiere la conveniencia de permanecer descamisado aun a riesgo de parecer informal. Pregunto si hay algo picante para la sopa y me traen un chilito picoso al que, según parece, le dicen chile escuela de gallo. Mientras trasiego la sopa noto las gotas de sudor que resbalan por mi espalda. Con ellas, siempre parece que tiene uno a la miseria recorriéndole el dorso. Ni las gototas de vida ni el pensamiento de unos artrópodos corretones sobre el cuerpo son agradables, pero se siente bien estar comiendo algo sencillo y de fundamento al tiempo que se platica con la gente sobre naderías importantes, como los nombres de los chiles.

Sigo mi pedaleo. Al borde de la carretera, tres niños se entretienen en estar subidos a la misma rama de un árbol de porte bajo. Apenas caben allá los tres bichos, parecen murciélagos luchando por el espacio de una cueva abigarrada, pero a ellos parece divertirles la situación porque se carcajean con ganas. Oír la risa infantil de un juego inane humedece el alma.

Veo a una muchacha que sale de un rancho portando a un escuincle en la barra central de la bicicleta; quién sabe si será su hijo o su hermano. Ella parece interesada en mí y cuando nos cruzamos me dirige una sonrisa blanca y serena. Su tez es muy clara y su cabello también. En El Salvador hay un mestizaje intenso en el que los genes caucásicos parecen predominar sobre los de origen local. Le doy los buenos días y me quedo cavilando en qué estaría pensando ella.

Por fin llego a la tiendita, compro mi garrafón y lo subo a la parrilla de la bici para estrenarla. No tengo con qué amarrarlo, pero me las apaño sosteniéndolo nomás y pedaleando con calma hasta mi casa. En esas, me percato de que como al ñajo Clodomiro se me fue el santo al cielo y olvidé comprar un machete para abrir cocos a voluntad, sin tener que andar pidiéndolo.

Ni modo. Otro día regresaré a empaparme de sensaciones por el camino. Ahora voy a comerme un plato de gelatina fresquita de fresa y a meterme a la piscina para refrescarme y pensar en todas estas cosas importantes.

En el municipio de Acajutla, el día de san Bernabé (apóstol) por la tarde.

Mus

5 Comments:

Blogger PS manifestó al respecto que...

Si despistes como este sirven para que puedas empaparte de sensaciones
y encima transmitirlas, puedes seguir haciéndote el despistado.
Me encanta cuando te sale la vena poética...muy inspirado debes estar para encontrar el aroma dulzón a las boñigas bovinas.
No hay nada como una buena tormenta tropical para ponerse en situación.

12/6/09 1:18 a.m.  
Blogger Chuspi manifestó al respecto que...

Hay que ver la alegría que produce en algunos las lluviasssss, cuando otros estamos hasta la pei-ne-taaa :)
Desata la lírica y todo...
Hay que ver..:-D

^^*

12/6/09 4:11 a.m.  
Blogger Mus manifestó al respecto que...

Es que las boñigas tienen una aroma que no resulta desagradable. Hasta hace poco, las casas castellanas se calentaban aprovechando el calor de los animales que subía (junto a su aroma, naturalmente) a través de rendijas en el piso.

Uno se mete en un establo y nota el olor pero se puede estar, casi hasta resulta amoroso. Por comparación, uno se mete en una letrina y lo único que pides es un equipo de respiración autónoma. :D

Chuspi, es que acá sí escampa luego, no como allá. ;)

12/6/09 11:41 a.m.  
Blogger Odiseo de Saturnalia manifestó al respecto que...

Si no fuera por algunos datos... parecía La Alcarria.

15/6/09 4:28 p.m.  
Anonymous Anónimo manifestó al respecto que...

Don Camilo anduvo a mero pinrel o en Rolls Royce con choferesa, no en bicicleta china, jeje, pero ya quisiera yo que algo de lo que pongo tecla a tecla se pareciera a lo que escribía él (por muy facha, imbécil y cargante que resultara el tipo).

La alusión al santoral (entre otras cosas) de mi bitácora siempre fue celosa/celiana/célica, por supuesto. Incluso yo mismo en persona, que (a mi pesar) soy célibe. ;)

Mus

15/6/09 4:48 p.m.  

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