27 junio 2008

Problem-solving skills

Llevaba algunos días pensando cómo resolver un problema que, no siendo grave, sí me resultaba desazonante.

Resulta que hace algo de calor y que, acaso como consecuencia de ello, me veo obligado a beber agua con frecuencia. Todo el mundo sabe que si se deja correr el agua de la llave, después de un ratito sale más fresca y más agradable a la garganta en esta canícula que recién estrenamos. Por desgracia, este perspicaz truco viene acompañado casi ineludiblemente de otro problema: que se desperdicia agua y la sociedad y la conciencia me riñen por permitirlo.

Como la necesidad aguza el ingenio, hoy he resuelto el problema y quería compartírselo. Basta con tomar algún envase usado, por ejemplo una botella de plástico de algún refresco, llenarlo de agua, meterlo al refrigerador y esperar un rato a que se enfríe. Así siempre puede uno beber agua fresca, con tal de tener la prevención de reponer el agua según se va gastando.

Estoy orgulloso de la solución y ya estoy deseando que se enfríe mi primera botella para poder beber un poquito de mi ocurrencia y ya nunca más desperdiciar agua.

Ahí es nada mi intelecto, ¡con cuarenta años! Si es que los que valemos...

En Madrid, el día de san Cirilo (obispo y doctor), por la tarde.

Mus

25 junio 2008

Diálogo sin más

—Y dígame, caballero, ¿es usted más de sopa o de gazpacho?

—Bueno, eso depende de la época, señorita. De chiquillo era más de sopa. Uy, lo que me gustaba a mí la sopa de ojo de perdiz, que me encantaba paladear y aplastar con la lengua, o la de picadillo con aquellos trocitos de corazón de pollo; hogaño, ya de edad, soy más de gazpacho en sus diversas variantes: el andaluz, el manchego, el ajoblanco, el extremeño y esa tan especial de Córdoba que troca el nombre y llaman salmorejo. Pero, oiga, que me tiene en ascuas, ¿por qué me lo pregunta?

—Bueno, al verlo pasar a usted con este plante tan... bueno, pues que al verlo pasar se me ocurrió preguntarle; espero no haberlo molestado. Ah, y buenos días, que se me olvidó saludarlo.

—Ea, pues servida, señorita, y buenos días tenga usted también. ¿Cómo es su gracia, si no la importuno?

—Micaela, señor, Micaela Castán Salva. Estaba pensando que... ¿Me aceptaría un café, señor...?

—Sinforiano Márquez del Barco, señorita Castán, servidor de usted y encantado de tomarme ese café con usted, que no llevo prisa alguna y aunque la tuviera la pondría yo en la continencia debida, no faltaba más.

—Micaela, por favor, señor Márquez. Venga, que lo voy a llevar a tomar ese café a un sitio muy bonico y muy fresco que está aquí a la vuelta, y le voy a pedir que me cuente todo eso de los gazpachos.

—Pues no se hable más, Micaela, pero llámeme Sinforiano y estaremos al par; y vamos luego, que yo la sigo.

En Madrid, el día de san Insomnio de los Cojones (adorador nocturno y contador de ovino), de madrugada.

Mus

23 junio 2008

Elogio del terruño


Conforme se va viajando y se va desgastando suela de zapato en tierras forasteras, o incluso preparando los viajes en que se ha de desgastar tal suela, aumenta en forma exponencial el aprecio al terruño, a lo que uno mamó, vio, palpó, olió y oyó siendo niño.

Así me está pasando a mí con La Mancha. Aunque no nací allá, aquella es mi tierra; son mis amigos aunque los viera poco y los tratara solo por vacaciones; son mis paisajes, un día amarillos y agostados y al otro día verdes y encharcados, aunque apenas los pudiera disfrutar por momentos efímeros; son mis botijos y mis paseos a llenarlos a la fuente del moral, y regreso por la veredita de los almendros; son mis casas solariegas de techos altos, mis portadas claveteadas, mis muros teñidos de añil y mis tapias enjalbegadas, y esos patios umbríos y frescos en los que jugué a cazar monitos de plástico, derribándolos con los resortes metálicos de una pinza de ropa impulsados por un arma hechiza; son las columnas de palo recio que cayeron a la ferocidad inculta de la piqueta, y es mi casa, a la que la incomprensión de su inmensa singularidad convirtió en insulso bloque de pisos; son mis flores de la jara salpicando de albura la primavera de las solanillas, y mis quejigos, mis gamones, mis chaparros duros centenarios, mis labiérnagos, mi torvisco y hasta mis zarzas ubicuas, a menudo denostadas pero que en plena canícula se cuajaban de moras para mi deleite y el de un ejército de mirlas, arrendajos y tintinillos; son mis ciervos, mis conejos, el guarro huidizo, mis culebras en los caminos, mis ranas y los sampedros de las fuentes, esos bichos remeros a los que tenía que apartar, junto con la ova fresca, cuando en pleno verano me abocicaba para enfriar el gaznate con el agua inigualable del manantial de La Hortezuela; y son, en fin, mis acentos, mis expresiones y chascarrillos, mis palabras otrora autopercibidas como ásperas y hoy apreciadas hasta el orgasmo por su cercanía y su carácter único.

Todo eso es mío porque estas son cosas que se me meten en el tuétano, y solo las dejaré escapar ante los insultos del alchaimer o una cabronada similar. Para entonces habré muerto aunque me siga latiendo una bomba indolente y testaruda incapaz de reconocer la muerte del corazón real, el mero mero.

He venido a ser manchego y me encanta ver cómo aumenta con el tiempo mi conciencia de ello. Por eso, entre otras cosas, me voy.

En Madrid, el día de san José Cafasso (confesor), por la tarde.

Mus

P. D. Ayer, durante el partido España-Italia, apareció en las gradas una pancarta de unos de mi pueblo. ¿Animaba a España aquella pancarta? No: se limitaba a dar vivas a la patrona local. Olé.

19 junio 2008

El mal ha regresado



Ya está aquí de nuevo. Pensé que se trataba de algo en lo que el Caribe y sus solanos tenían que ver, pero ayer regresó, aquí mismo, en el centro de la península Ibérica, sin el más mínimo preaviso, y me atormentó como solía.

La única diferencia es que esta vez ni siquiera se trataba de un cadáver de animal. Uno puede llegar a comprender que un pescado se ponga a platicarle para gozar de sus diez minutos de fama, o incluso que un pollo un poco asado quiera pegar la hebra y decir su última palabra ante su infausto destino. Esas cosas ocurren a veces; no mucho tampoco, pero sí a veces.

El problema gordo es que esta vez lo que me habló fue ¡una tortilla de papas! Hay que admitir que estaba rica, ni sosa ni nada, y acabada la discusión me la trasegué en un instante con abundante mayonesa hay quien le dice mahonesa, que le va muy bien cuando está fría; pero antes de eso, justo cuando estaba a punto de cortar mi pincho para ponerlo aparte y no engorrinar todo el plato con la salsa desbordada, me levantó la voz, la muy cabrona.
"Así que ahora a mí, ¿eh, Mus? yo pegué tremendo respingo, imagínense el susto. Anda, que no podías haberte ido a tomar unas cañas a esos baretuchos que frecuentas y haberte pedido un pincho de boquerones de lata bien muertos, ¡tenías que venir a amputarme un cacho y morderme, pendejo!"

—"Pero bueno, ¿a ti quién te ha pedido opinión, tortilla de papas del demoño? me defendí, n's' ha jodío, e intenté imponer respeto. Estoy aquí, son las once de la noche y tengo un hambre vegetariana que no sé si me explico. Así que tú, chitón."

"No, si ahora la culpa la voy a tener yo. Tanta mierda de feminismo y tanta mandinga y verborrea con las iguanas y este dargüinismo de pasteleo, pero a las tortillas que nos parta un rayo, ¿no? A nosotras ni pizca de facilidades. Ea, que evolucionen las coles de bruselas de olor nauseabundo, pero las tortillas de papas no tenemos derecho a copular ni nada, ni siquiera a aventarnos desde un acantilado me argumentó. Ah, pero las iguanas sí, claro, a ellas todo. Menuda mierda de solidaridad, joder, menudo hipócrita estás hecho. Anda, cámbiate el alias y en vez de Mus ponte Falso. ¡Imbécil!"

"Bueno, ya basta de idioteces, se acabó" y corté (por lo sano) un buen pedazo de la masa parlante para cenar y acabar con el centro del lenguaje de aquella tortilla de papas.
Quizá hice mal, quizá ella tuviera razón (aunque cebolla no tenía y, según yo, es de mucha razón ponerle cebolla a las tortillas de papa, así que quizá no tuviera razón), pero es que ya no se lo quise tolerar más. Una cosa es una crítica constructiva y educada y en su justa medida y otra cosa es que una tortilla de papas que no estaba sosa se ponga a insultar y me ponga en peligro de alterarme el sueño cuando voy a meterme en la cama al poco rato. Vamos, ¡que no!

Así que le regué mayonesa hay quien le dice mahonesa con largueza y me comí el primer pincho de tortilla de papas parlanchina de mi vida.

Y, bueno, como decía, no estaba sosa ni nada. Esto es importante.

En Madrid, el día de san Romualdo (obispo), por la mañana.

Mus

17 junio 2008

El malentendido evolutivo



Ayer estaba viendo el documental que los de La 2 tienen a bien emitir a la hora posprandial para facilitarnos una siesta sin sobresaltos. Uno escucha esas voces en off, dulces, suaves, neutras, de dicción impecable y entonación sublime... y claro, entra una modorra incontenible que se desata por los recovecos del sistema límbico, del hipotálamo o como coño se llame la estructura cerebral que nos mantiene despiertos (o dormidos, que en el fondo viene siendo lo mismo). Es como la abuela que te relata con amor el cuento del enano saltarín y, como es de prever, uno se sume en la nada como Pichí en las fauces de Niebla.

Antes de dedicarme al único amor físico que parece estarme permitido, el onírico, oí cómo la narradora decía algo sobre unas iguanas marinas que se lanzan impertérritas a las olas batientes para bucear unos metros y comerse las algas que crecen pegadas a las rocas del fondo, y decía que a ello las había impulsado la necesidad.

Hay dos errores frecuentes en la interpretación del evolucionismo. Uno es que sobreviven los más fuertes; el otro es que los animales evolucionan impulsados por la necesidad.

Ninguno es exactamente así. Los más fuertes desaparecen igual que los débiles si no pueden reproducirse en condiciones óptimas, y para reproducirse no basta la fuerza sino que hacen falta muchas características. Por otro lado, no es que los animales evolucionen por necesidad, sino que la necesidad (el término usual es presión selectiva) selecciona a aquellos que, por azar, sin haberlo buscado, cuentan con más herramientas para sobrevivir --y por tanto perpetuarse-- en situaciones de presión selectiva.

La iguana que por azar cuente con cierta capacidad de natación (por ejemplo) podrá aventurarse en el mar y descubrir un mundo prístino de verdura marina con la que solazarse y llegar arriba con la panza llena y ganas de hacer familia numerosa con muchas iguanas que le hagan ojitos. Cuando una sequía disminuya el alimento disponible en la tierra, las iguanas procedentes de aquella estirpe, que habrán seguido usando ese recurso que no se ve afectado por la sequía, sobrevivirán mejor que las otras y, con el buche ahíto, podrán copular como bonobos y transmitirán esa cualidad obtenida al azar, que a su vez podrá perfeccionarse con sucesivas alteraciones positivas aparecidas también al azar. Las variaciones indeseables, es decir, aquellas que por el motivo que sea dificultan la procreación de la sangre portadora, se eliminan por sí mismas; las neutras, que no suponen favor ni detrimento, permanecen en el limbo de las eras, diluyéndose a la espera de alguna situación que las haga ser favorables o desfavorables; y las deseables se quedan y prosperan a base de polvos sin cuento. Todo es pura casualidad y cuestión de esperar unos cuantos millones de años.

El método más ingenioso para conseguir la variedad de la que se beneficia la especie (aunque algunos de sus individuos no salgan precisamente favorecidos) es la creatividad, en forma de... ¡sexo! Bueno, no sexo en realidad, sino reproducción sexual, estrategia que compartimos con seres vivos tan bellos como los Equus asinus y tan repulsivos como las Brassica oleracea, var. gemmifera, pero como lo que vende es el sexo y no la reproducción sexual, pues yo intento arrimar el ascua a mi Sardina pilchardus.

El lenguaje no es muy diferente a la vida. Las palabras son en cierto modo seres vivos: nacen, se reproducen y mueren, y lo hacen en condiciones semejantes de presión selectiva, si bien es cierto que esta evolución es en ciclos cortísimos (nuestro idioma apenas tiene mil años, y la forma en que hablamos hoy día apenas tiene ochenta o cien años). Aunque a nuestros ojos efímeros nos resulte importante la desaparición de una especie animal o vegetal u otra, lo cierto es que es algo inconsecuente en términos biológicos. Algo parecido sucede con las palabras: muchas han desaparecido, que es lo que sucede cuando alguna palabra no se usa; otras significaban algo y ahora significan otra cosa; otras son nuevas, inventadas; otras tomadas de gentes de costumbres diferentes, ya más bárbaras o más refinadas; todas cumplen un papel (aunque no sea más que el de ejercer de sistemas de presión selectiva) y todas son buenas, aunque sean feas o chocantes, porque permiten que alguien comunique algo, que es de lo que se trata.

En nuestros delirios maniqueos tendemos incluso a pensar que hay lenguajes mejores y peores. Todo tontuna, como la de pensar que los seres humanos, o cualquier otra especie, tiene más valor o "grado de evolución" que otra. Enterémonos: un mosquito no es menos perfecto que un ser humano. Simplemente ocupa posiciones diferentes en el sistema general. Si su tarea es chupar sangre y reproducirse a millones, ¿cómo podemos creer que son poco perfectos y al mismo tiempo defendernos de ellos con mallas, aerosoles y cachetadas?

Soñado en Madrid, el día de san Avito (abad), durante la siesta.

Mus

15 junio 2008

Me voy



Uno va estando ya acostumbrado a sacar boletos de avión por internet y ha adquirido cierto sentido de la rutina al hacer estas operaciones, ese "otra vez en danza"; pero el caso del boleto que recién he sacado es especial, porque me llevará de nuevo a América --quiero decir, a vivir, no a pasearme nomás--.

Deseo volver a América. Llevo en España mucho más tiempo del que tenía pensado y, aunque ha sido estupendo poder disfrutar de Europa todos estos meses y ver a mis amistades y convivir con unos y otros, deseaba ya abrir una nueva etapa.

Mi estancia anterior, en México, fue una experiencia vital única, algo que me enriqueció desde tantos puntos de vista que acaso necesite una década para darme cuenta de todos ellos. Aquella aventura me cambió una vez más, y una vez más para siempre, lo que tiene cierto aire pleonástico porque ¿acaso tendría sentido cambiar para volver a donde ya estuvimos como personas, a ser lo que ya fuimos o como ya fuimos?

Mi nuevo destino será Panamá, un país a caballo de dos mundos, bañado por dos océanos, desde donde espero viajar por toda América y el Caribe y conocer sus gentes y sus idiomas. También espero comerme sus ostras, que no todo va a ser cultura.

Aún no sé dónde viviré ni tengo hecho trámite migratorio alguno. Por el momento, cuando llegue intentaré encontrar un lugar bello, a orillas del mar, con algún arrecife cerca que me permita ir a saludar a los pececitos a los que tanto añoro tras un año sin bucear ni poco ni mucho. También me gustaría aprender a navegar a vela y comprar un barquito para pasearme en él y pescar algo con lo que prepararme un ceviche, o un sebiche, o un cebiche, o un seviche.

Espero que vivir en un sitio estable, soleado y sin distracciones me permita además disponer de la tranquilidad necesaria para escribir algunos proyectos personales, ciertas investigaciones sobre lenguaje que tengo en mente desde hace algunos años, por el puro placer de hacerlo. Confío en que será divertido.

En fin, comienza la cuenta atrás. No estoy nervioso, pero sí expectante: no tengo la menor idea de dónde acabaré, pero cuento ya con la experiencia suficiente para saber que, acabe donde acabe, será una vivencia que merecerá la pena.

En Madrid, recién estrenado el día de san Juan Francisco de Regis (confesor).

Mus

10 junio 2008

La miembra

Hoy hablaré sobre actualidad. Una ministra española ha dicho miembra.

Yo voy con la ministra, del mismo modo que voy con las juezas, las médicas, las presidentas, las cancilleras y la biblia en verso si hace falta. A ver si ahora vamos a ponernos tiquismiquis con este tipo de femeninos que, otrora inusuales, hoy son de uso común. Vamos, menuda majadería. Del mismo modo aceptamos modisto sin horripilarnos y aceptaríamos ebanisto si nos conviniera, e incluso feministo si sintiéramos que lo necesitamos.

También voy, como es natural, con las jueces, médicos, presidentes y cancilleres que prefieren así denominarse. Nuestro idioma soporta estas dualidades o vacilaciones (y más) divinamente, y ya con el tiempo se verá si el uso de esos femeninos novedosos se asienta o no. Yo apuesto a que así será si la ministra y otras personas de importancia no cejan en este empeño, que me parece más productivo que nocivo. ¡Aúpa, ministra!

Todos los que critican estas cosas y las tachan de feminismo torpe parecen no querer mirar atrás y recordar las burlas que soportaban las mujeres cuando pedían cosas que hoy se nos antojan de lo más sensato, como el voto o el trabajo independiente. La burla, con argumento gramatical y todo, que se desee hacer de miembra es de ese mismo tenor, con el agravante de que los técnicos saben perfectamente, pero lo olvidan cuando les conviene, que el lenguaje carece de reglas absolutas en las que apoyarse para negar la existencia a una palabra así.

En lo que no apoyo a la ministra es en el error de darle a la RAE justo lo que no se merece, es decir, en proponer que la RAE admita miembra en su diccionario como si con ello fuera más autorizado el uso de esa palabra. Miembra tiene algún uso que he podido constatar, pero aún es probablemente escaso como para meterlo en el diccionario y, de todos modos, ¿cuántas palabras no habrá en el mundo hispano que no están en el DRAE? A mí primero que me pongan limpia, y luego ya veremos.

En cuanto a lo del académico que da el contrapunto filológico a la ministra, cada vez que abre la boca para poner sus opiniones políticas en nombre de la ciencia y la gramática, me viene a la memoria una de las frases más célebres de Einstein.

En Madrid, el día de san Juan Dominici (cardenal), por la tarde.

Mus

06 junio 2008

Tener suerte y admitirlo

A veces hablo de gente de mi alrededor, unos existentes y otros más irreales que Tomuqui, la bicicleta fantasma con la que hablaba María, mi sobrina, cuando aún era una sobrina normal e infantil y no se había convertido en una posadolescente ducha en el manejo del sable (no, no es tiradora de esgrima, no va por ahí la cosa, sino que me temo que es algo mucho más crematístico). Sea como fuere, leyendo bitácoras de otros me vino a la cabeza el reconocimiento, la epifanía, de que en realidad solo hablo de mí.

He intentado pensar en como alterar esto y reconducir mis artículos bitacoriles para hablar de gentes de mi alrededor que tengan anécdotas graciosas, pero el resultado ha sido de lo más desalentador porque la verdad es que soy seta y no me trato con casi nadie.

He llegado a pensar en hablar de mi única compañera, la computadora que me sigue fiel a todas partes (porque yo la llevo, que la muy cabrona no mueve ni el culobit por sí sola), pero he desechado la idea casi de inmediato porque bastante aburridas son ya mis líneas como para encima hablar de un ser tan insulso como un conjunto de circuitos integrados, cuarzo y sudor de chino mal pagado. Si al menos tuviera una vagina (la computadora, no yo), daría más juego, pero nada: puros puertos USB, pequeños, estrechos y sin lubricación alguna. Así no vamos a ninguna parte.

Otrosí, cuando por fin hablo de gente de mi alrededor, siempre son desgracias. Me siento un poco cenizo, o cuervo, o algo. En este incansable peregrinaje personal he estado toda la semana pasada en Buxy (Francia), visitando a una dama añosa que ya ha aparecido mentada un par de veces en este lar. La buena mujer tiene ahora una cosa con el vistoso nombre de fístula colovesical y el menos vistoso significado de comunicación entre el intestino grueso y la vejiga, que la tiene meando visibles trozos de caca a su respetable edad. Como no podía ser solo eso, tiene un corazón que no palpita como debiera y operarla con antestesia general sería un riesgo demasiado grande, por lo que al final ha aceptado que le hagan una colostomía con anestesia local. Toda esa zarandaja significa que a partir de la operación seguirá teniendo la fístula susodicha pero carecerá de importancia porque dejará de hacer caca por do solía y comenzará a verter sus humanidades a una bolsa adherida a un agujero que tendrá en mitad de la panza. Puede cualquiera comprender que esta señora estuviera alicaída.

Por todo lo anterior, después de un mes de mayo lleno de los agobios laborales habituales y las visitas inhabituales a hospitales para ver a unos y otros maltrechos semejantes, y dado este carácter ceniciento que parezco tener, he decidido que no pienso quejarme en lo que queda de año. Bueno, sí gruñiré un poco cuando esté trabajando, que tampoco hay que ponérselo fácil al enemigo, pero eso será todo.

Para animar algo la situación, me largo a pasar el fin de semana a Benicásim, a ver si me oreo y coloreo un poco, que ya lo va pidiendo la tierra y mi melanina, alegando buen comportamiento, ha presentado una solicitud cutánea de paseo, que a la sazón ha sido concedida.

Soy un tipo afortunado.

En Madrid, el día de san Norberto (obispo), por la tarde.

Mus