Milagros
Hoy le daré la vuelta al orden habitual y comenzaré diciendo que estoy en el aeropuerto de Madrid y es el día de la Inmaculada Concepción, por la noche.
Hace algunos meses hablaba con alguien acerca de la existencia divina, que siempre es uno de esos temas estupendos para platicar. La cosa transcurría más o menos así:
-Entonces, si no crees que alguien creara el universo, ¿por qué está ahí?
-Yo creo que siempre estuvo ahí.
-Pero no pudo estar siempre, alguien tuvo que crearlo alguna vez.
-Sí, comprendo lo que dices, pero eso plantea un problema. Si "alguien" tuvo que crearlo, entonces es que no puede haber algo que haya existido siempre. Sin embargo, la fe al uso estima que algo (llamado dios) ha existido siempre. A mí eso me choca, me parece un birlibirloque.
-Ah, visto así...
Esta religión de nuestro medio, la cristiana, es algo estupendo porque con unos cuantos artificios sencillos (unos dogmas, es decir, una verdadquetelacreesypunto) se resuelven dudas complejísimas. Sin embargo, aplicar esos artificios a la vida común y corriente nos parece cosa de locos. Por ejemplo, si alguien nos dice que puede volar por sus propios medios (sin estamparse al aterrizar) y que debemos creerlo sin más, muchos tomarían a tal ser por imbécil; pero esos muchos acaso crean a pies juntillas que una señora puede concebir por obra de un ser sublime llamado espíritu santo que al mismo tiempo es su propio hijo y su suegro, y que la señora puede llevar a término la gestación y puede superar un parto vaginal sin menoscabo de su himen. Y sin epidural.
También creen que el fruto de tal prodigio repartía panes y peces sin despeinarse y que resucitó; eso sí, tras un periodo de tres días de asueto, que tampoco era cuestión de epatar resucitando de inmediato en el patíbulo para que lo siguieran alanceando en los costados.
No pretendo ser insultante ni ofensivo ni blasfemo, sino poner en términos normales hechos que son completamente anormales pero cuya repetición parece haberles otorgado carta de naturalidad, y ponerlos junto a un pensamiento muy sencillo, a saber: que aquí hemos estado siempre, de un modo o de otro, y que no hace falta nadie para crear algo que siempre estuvo. Me parece estupendo que la gente crea en lo que quiera y reconozco que debe de ser de lo más útil.
Y ahora, con su permiso, me voy a subir a un avión. No les pediré que recen por mí porque no tiene caso, pero sí les agradeceré que recen por que el cachivache flote con maestría hasta posarse suavemente en Santiago de Chile. Yo importo poco, pero el avión importa mucho y vale una chingadera de euros, y no es plan que con la que está cayendo se rompan cosas así de valiosas.
Mus
4 Comments:
Que te vaya bien en el reino de los cielos...
Y cuidado no te cruces con un chi, pájaro de alas manchadas de amarillo, antes de llegar a chilli, allá donde termina la tierra...
Suyo,
Odiseo, para los desconocidos...
Pues no, parece ser que no se ha caido ningún pajarraco (y sin rezos)
Buen viaje y mejor aterrizaje
;-)
caballero (sin acritud), me permito hacerle una sencilla observación:
en el sistema métrico chinguesimal, un avión vale un chingo de euros y cuesta un huevo. Lo que vale una chingadera es la comida de a bordo.
De otra manera corremos el riesgo de que la gente se nos confunda y empiece a subir a aviones peligrosos aunque con una excelente comida. Antes la seguridad que la comida de a bordo, que ya descendiendo podemos ir a un restaurante de postín y pedir una opípara comida abundantemente regada con buen vino.
Salud y buen provecho.
> aviones [...] con una excelente comida
Pierda cuidado, mi buen, pierda cuidado. En estadística, a eso que usted dice (y yo reproduzco convenientemente) se lo llama suceso imposible. :)
Hoy entré en un restaurante capitalino con afán de dedicarme a la malacología desde su vertiente gastronómica y me dieron una serie de desgracias emplatadas que prefiero olvidar. Creo que tendré que ir yo mismo al mercado. :(
Oiga, ¿cómo va lo de Whistler?
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