21 noviembre 2008

Crítica morfológica


Hoy había quedado a comer con una amiga, una señorita encantadora. Ella me había citado en un sitio desconocido para mí, y cuando eso sucede solo me resta una vía: perderme. Y a fe que lo hice con fundamento.

Perdido iba por la calle de Arturo Soria cuando, al pasar como exhalación al lado de tres mozuelas que parecían salir de algún instituto, capté con mi fino oído de pez abisal una frase que no recuerdo exactamente pero que decía algo así como:
"A mí esto de que nos enseñen a hacer análisis de morfología me parece una gilipollez. Lo que tendrían que hacer es enseñarnos a escribir bien."
Estuve tentado de darme la vuelta y ponerme de palique con ellas para que me explicaran sus quejas con más detalle. No lo hice porque soy tímido y porque pensé que me tomarían por cotilla y chismoso, lo cual sin duda soy pero no me apetece que me lo descubran tan a las claras, o peor aún, por pederasta o viejo verde o así. Y claro, pues no.

Confieso que me encantó que una señorita en fase secundaria de desasnamiento anhelara que la enseñen a escribir bien. Esa mera consciencia es ya un gran avance. Si cuando apenas nos están saliendo los pelos del pubis pudiéramos comprender hasta qué punto es ventajoso (desde el punto de vista de las notas que se vayan a obtener) escribir prolijito cuando se hace un examen o se presenta un trabajo, competiríamos con mucha más eficacia. Las ventajas se mantendrían en adelante en la vida laboral, no se darían solo en la escuela. Claro que, si todos escribiéramos bien, no destacaría la buena redacción de nadie y por tanto se perdería el efecto, pero tal homogeneidad de corrección sería poco probable. Otrosí, no conviene a mi razonamiento, así que olvidémoslo, que a santo de qué ha de andar uno escupiendo contra el viento para recibir los gargajos en el rostro propio, ¿no les parece? Hala, hala, olvidado esto último.

Comulgo en parte con la frustración por los análisis morfológicos. A todos nos ha pasado que, estando en la escuela, la universidad o el bar de enfrente, nos hemos tenido que tragar pestiños inconcebibles sobre materias abstrusas a las cuales jamás se les vio asomo de utilidad alguna.

La morfología se encarga de la forma de las palabras, de cómo están construidas y cómo deben construirse. Puede que no parezca el descubrimiento del número pi, pero a la hora de escribir bien desde luego que es importante. La morfología nos dice, por ejemplo, que debemos escribir supermercado, no *súper mercado y, en general, nos da pistas sobre ortografía, por lo que sí ayuda a escribir bien (es decir, lo que de común se entiende por bien). No lo es todo, claro, porque para escribir bien no basta poner una tras otra palabras bien escritas, sino que es imprescindible que las palabras estén bien hilvanadas para que tengan sentido que, en último término, es lo más importante. Así, balón Pedro al tejado tira el es una cagada que apenas se sabe qué significa, mientras que Pedro tira el valón al tejado es una cagadilla ortográfica pero todo el mundo la entiende sin grandes esfuerzos.

Gran parte de los aspectos morfológicos del lenguaje los conocemos por intuición, como la propia lengua. A nadie le enseñan la gramática antes de empezar a hablar. Para cuando nos hablan de la gramática y empezamos a sentir que es una cosa inútil y enfadosa, ya hablamos un idioma perfecto para el entorno en el cual lo usamos, así que la gramática no es más que una profundización teórica, una ciencia descriptiva, un conjunto de normas (entendidas como generalización, no necesariamente como exigencia) y es comprensible que se nos antoje estúpida e inútil.

Por analogía, cualquier niño sabe que tirar una piedra al aire implica que la piedra se caiga, y eso lo sabe sin que le hayan hablado de la ley de atracción gravitatoria. Explicarle dicha ley sirve para que se conciencie del mundo y sus entresijos, no para que comprenda que las cosas se caen. Esto último ya lo sabe y además tendrá numerosas oportunidades de comprobarlo a lo largo de su vida. Por ejemplo, descubrirá cuando se haga mayor que en su entrepierna luce una polla inerte o en su tórax hay unos pechos que, otrora enhiestos y apuntando a la bóveda celeste, se asoman ahora al abismo.

En fin, que yo debiera haber dedicado un rato a platicar con estas chicas y que me contaran con más detalle sus opiniones. Además, mi amiga llegó tarde a la comida.

En Madrid, el día de la presentación de la santísima virgen María, por la tarde.

Mus

4 Comments:

Blogger chuliMa manifestó al respecto que...

Si les hubieras dicho que con el paso del tiempo se les iban a caer las tetas, te hubieran apedreao...

Jesunssss

21/11/08 12:55 p.m.  
Anonymous Anónimo manifestó al respecto que...

Mujer, ¿cómo les iba a decir yo algo asín? Yo soy muy modoso.

Mus

21/11/08 1:31 p.m.  
Blogger curiosísima manifestó al respecto que...

(...)
"Ella me había citado en un sitio desconocido para mí, y cuando eso sucede solo me resta una vía: perderme."
(...)


Si no quieres perderte, la próxima vez, pídele a alguien que te acompañe.

PD. Qué bonita esa canción

22/11/08 4:47 a.m.  
Blogger Odiseo de Saturnalia manifestó al respecto que...

Na, que no...

Leído he mamotreto todo el,
contar sin la el susodicha con sexual encuentro...

Ah, no, que era gastronómico.

Otra vez será.

24/11/08 8:53 a.m.  

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