A vueltas con la ortografía
Hace poco leía un artículo que me pareció interesante.
Coincido con la autora en que las faltas de ortografía de los escribanos tienen una importancia muy escasa. El código es importante, sin duda, pero a efectos de transmisión de mensajes concretos es muy raro que aparezcan problemas de comunicación entre gente cerebrada. Es cierto que hay a quien le rechina ver una hache ectópica, una uve descabalada o un acento omiso, pero en general eso es problema de ese que lee, no tanto del escribano. Hay que diferenciar, y mucho, entre la pulcritud y la obsesión.
Plantearé una analogía técnica:
Uno llega a un cuarto. Todo está ordenado, todo está razonable; uno concluye que es un cuarto limpio, pulcro, un sitio en el que no le importaría quedarse a pasar un rato e incluso levantarle la falda a su interlocutriz y besarle los labios de bombón de frambuesa que tiene. Eso no significa, por supuesto, que esté dispuesto a cambiar los labios de frambuesa por el piso y se arremeta a lametones con el suelo o las paredes por verlas limpias.
Esa misma persona (y la de la falda, también) quizá sepa que en muchas industrias existen cuartos limpios, que son salas especiales en las que no se permite que haya más de un número determinado de partículas por cada determinado volumen de aire. Las partículas pueden portar bacterias y romper la esterilidad de un medicamento y que nos infectemos por ello, o pueden depositarse sobre una placa de silicio y contaminarla irremediablemente y que nuestra computadora baile luego el mambo en vez de estarse quietecita y poner una eñe cuando le damos a la tecla de la eñe. Esos cuartos son pulcros y limpios, diríase impolutos, pero representan una obsesión (muy motivada, eso sí) por la limpieza. En términos estrictos, uno sí podría sin mayor problema ponerse a lamer suelos o paredes de estos lugares, porque sencilla y llanamente están limpios y punto. Así, vemos que hay limpiezas para todos los gustos.
Igual sucede con la ortografía. Cada uno escribe como le da la gana y se preocupa de lo que le da la gana. Mientras no esté vendiendo nada, él verá cuál es su interés y sus posibilidades de sacar textos sin errores ortográficos, pero estos serán casi con seguridad intrascendentes. Quien se molesta por estas pequeñeces es quien tiene un problema y debe solucionarlo, no esperar que los escribanos se lo solucionen y limitarse a pontificar. En cambio, cuando uno desea vender algo, crear un producto comercial, la maquinaria editorial debe tomar las medidas adecuadas para que su producto sea realmente de calidad. Eso suele requerir un corrector de estilo, entre otras cosas, porque el escribano se intoxica con lo que escribe y, por más que se empeñe, nunca puede realizar una revisión íntegra de lo que escribió salvo que se trate de textos cortísimos o disponga de eternidades para "desintoxicarse". Ya se sabe, el famoso paradigma del triángulo del tiempo, la calidad y los recursos: no se puede tener todo a la vez. Ni siquiera estas medidas logran eliminar el cien por cien de los problemas, del mismo modo que ni el cuarto limpio más limpio del mundo está exento de partículas al cien por cien, pero al menos en la mayoría de los libros revisados se aprecia el esfuerzo.
Sin embargo, hay otro aspecto interesante: el de la técnica. Es obvio que Ayshane redactó ese texto con todas esas disgrafías a modo tropical (es decir, relativo al tropo). Es una evidente hipérbole, como parte de su respuesta mordaz ante una crítica que probablemente le pareciera exagerada y a la cual cabe responder con más exageración, en tono hiperbólico, para lograr el efecto deseado.
Ella pudo hacerlo por un solo motivo: porque en sus textos no abundan las faltas de ortografía, aunque algunas haya. Si realmente escribiera de natural con muchas faltas de ortografía, el lector no podría detectar con facilidad ese tono incisivo que le brinda la técnica elegida, y su texto habría sido una mezcla de lo de siempre (faltas de ortografía) y un poco más. Si leen las fotos que ella publica en el artículo y se imaginan a alguien que escriba así redactando una respuesta a las críticas de un tercero por la ortografía, comprenderán que el susodicho tendría un éxito nulo y seguiría pareciendo lo que es: una persona que desconoce el código de la escritura.
Se trata del viejo concepto del dominio de la técnica básica como escalón desde el cual saltar a técnicas atrevidas, las que sean. Conocer bien los fundamentos de algo es lo que nos da la libertad de saltárnoslos y crear efectos al hacerlo. Por eso, hasta el albañil más creativo del mundo debe saber hacer pasta y levantar una pared recta o un arco bien trazado, lo que no quita para que protestar por un desvío de dos milímetros en un ladrillo suela ser un problema del protestante, no del albañil. Además, por experiencia sé que la inmensa mayoría de los protestantes se dejan desvíos de tres milímetros cuando intentan enmendarle la plana a quien se desvió dos...
En cayo Carenero, el día de san Justo y san Pastor (mártires), al mediodía.
Mus
8 Comments:
Haya...haya...lágrimas!!!! si es que se me escapan al leerte!!!
Emocionada me has dejado con tu grandilocuencia, con tus palabras encandiladas....
Besitos grandotes!!!
Jeje, sí, en tiempos del régimen seguro que habría tenido chamba para la Falange o el Movimiento o algo... :D
Hala, no llores más, que se te escapan los mocos. Toma, un clines.
Gracias, te cojo el clines que estoy mú costipá por los aires chungos del polo norte que corren por la oficina...
besitos....
Efectivamente, me adhiero a la resolución relativa a la importancia que tiene en los escribidores la hortografýa. Hombre, cualquiera se puede equivocar de vez en cuando, y el que no lo haya hecho es porque aún no ha empezado a escribir, y juzgar un artículo o un libro por el númeor de faltas de ortografía que en él se encuentran es algo que más bien considero como ocupación propia de desocupados.
Digo, en un diccionario una falta de ortografía es razón suficiente como para colgar del mástil más alto al redactor (y si queremos que lo corrija, la cuerda debería ser por lo menos de la misma longitud del mástil), pero no en un blog o una bitácora, a menos, claro, que el número de faltaz hecseda kon musho hel di huna perzona norrmal.
Saludos cordiales.
a veces las faltas de ortografía tienen su gracia, como en las fotos que publicó ayshane...
mi favorita es OCEA (más interesante que el "o sea" al que estoy yo acostumbrada)
besos
Ese es chistoso, Caracol, en sentido literal, porque da para el chiste ese de cómo dicen mar las niñas fresas... :)
Besos
Mus
no me se el chiste!
Ah, faltaba más, sobraba menos, Caracol querida. El chascarrillo en cuestión dice:
Pregunta: ¿Cómo le llaman al mar las niñas bien?
Respuesta: O sea, ¿no?
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