Regalo una palabra
Hoy transcurría un día rutinario, de esos que empiezan con una vulgaridad pasmosa a las 00:00 h y terminan sin mayor noticia a las... bueno, ustedes ya saben cuando termina el día, ya bastante huachafa fue decir cuándo había comenzado el día de hoy.
El caso es que yo le daba a la tecla, tiquitiqui tacataca, inmerso en mi labor tiquitacatera y platicaba al mismo tiempo por el programa de mensajería, también inmerso en él, con una amiga de allende el océano (en éste no estaba inmerso); y así llegó un punto en que hablábamos de quienes tienen dificultades para enamorarse. ¿Conocen el caso? [En este punto, Mus silba como quien no quiere la cosa.]
Entonces, a las 05:25:42 p.m., saltó la sorpresa, sucedió la magia: ¡inventé una palabra! ¿Cómo llamar a uno que le cuesta enamorarse? Podría decírsele de muchas maneras, pero para la mía, la que yo inventé (ni una sola concordancia en Google, que no es poco con los tiempos que corren), recurrí a la estrategia metafórica en el plano semántico del neologismo y el recurso a la lengua clásica para su plano morfológico. Menudo rollo, joder, pasaré a otro párrafo antes de que me dé por vomitar.
Basta ponerse. Respecto a la semántica, ¿diríamos que una persona a quien le cuesta enamorarse es una persona de corazón duro, de piedra? En caso negativo, querido lector, salga de esta bitácora de inmediato que me está usted jodiendo mi brillante teoría y modelo glosogenerador. En caso afirmativo, querido lector, gracias: puede usted seguir, si lo desea, y asistir a la parte morfológica, con la cual además es más fácil concurrir.
Todo el mundo sabe que cardiaco es un adjetivo que indica pertenencia o relación con el corazón; y puesto que en español tenemos abundantes ejemplos de uso del prefijo petr- para indicar "de piedra", pues ya está todo hecho. Una persona a quien le cueste enamorarse puede ser una persona petricardiaca, palabra que declaro inaugurada y regalo por este medio a mi amiga. Espera, que te lo envuelvo para regalo.
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PETRICARDIACO
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Ya está.
Ahora solo resta averiguar si el adjetivo es aplicable a mí, y decidir si la petricardiología es una disciplina médica, geológica o incluso paleontológica. Yo por el momento voy por mi haloperidol porque, mientras escribía esto, los balines de regaliz que me traje de España han empezado a cuchichear entre sí y a discutir si debían decidir cuál es el siguiente de entre ellos que debía meterme en la boca. Si ya hasta los balines van a tener derecho a tomar estas decisiones, estamos apañaos.
En Puebla, el día de santa Lucía (virgen y mártir), por la noche.
Mus
P. D. Cuando salí de Madrid, Fernando seguía en el depósito de cadáveres y su familia ya había informado de que pasaba de hacerse cargo de él. Está feo juzgar a la gente sin saber todas sus circunstancias, pero tampoco parece que dejar a un familiar en su fría gaveta esté muy estiloso...
5 Comments:
Me parece mí que la familia de Fernando también tiene problemas petricardíacos... Ea, ya la he estrenado.
Un beso.
Por cierto, �c�mo se llamar� esa man�a m�a de esdrujulizar todas las palabras? Qu� fijaci�n, oye...
Otro beso.
mmmm... no entiendo muy bien, ¿esdrujulo las palabras? Eso me recuerda al chiste antiesdrujúlico, ese de "En tiempos de los apostOles había unos hombres muy barbAros que se subían a los arbOles y se comían los pajAros".
Ahora bien, si ha de ponérsele un nombre a eso, yo lo llamaría proparoxitonomanía. Si no es manía, sino simple gusto personal, pues proparoxitonofilia. Pero no sé si estén descritas, igual me lo estoy inventando, jeje.
mmm..lo suyo es hacer un bokata de palotes y de postre..mmmmm... ¿ un tarro de nocilla?
aysss...me voyyyyy¡¡
Me encanta la nocilla (aquí le dicen Nutella), pero la que me gusta es la blanca... La de cocholate no tanto.
¿Ande vaaaaas?
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