Maldita sea mi ventura. Salgo huyendo de España en busca del calor tropical y me vengo a un lugar donde hace frío. Todos los días duermo con dos frazadas y una colcha de edredón, y cuando en las mañanas me levanto a trabajar un poquito en la computadora, se me escarchan los pieses y la nariz atempanada me destila el agüita de rigor... de rigor mortis. ¡Esto es trágico! ¡Esto no venía en el folleto! Ya me temía yo algo así. Si me hubiera largado a Zipolite no me encontraría en esta situación. Allí son más cuidadosos con sus cosas y no permitirían nunca que a la gente se le helara el naso, máxime teniendo en cuenta las considerables proporciones de mi naso, digno de compararse con el que portaban Pinocho, Cyrano y Chusquín, el de mi pueblo, por orden morfométrico creciente. Dicho esto porque como es natural, a mayor tamaño, más sufrimiento. Otro día se hablará de la posibilidad de que a mayor tamaño haya más goce y disfrute, pero hoy no toca. Hoy toca protestar por la temperatura ínfima, por el sol desaparecido. ¿Será el cambio clitórico ese del que hablan? Si es así, juro no volver a poner en marcha mi auto, pero que me den calor, ¡pofavó!
Hoy visité Rincón de Guayabitos y resultó ser mi primer contacto con el turismo de playa mexicano de versión local. Nunca había estado en una playa de turistas locales deadeveras. Siempre estábamos puros extranjeros y algún que otro local, pero en general se trataba de lugares apartados, no destinos así con hostelería desarrollada elegidos por los mexicanos. El contacto ha sido brutal, impactante. Una franja bien grande de arena donde se apelotonaban cienes de gentes junto con vendedores ambulantes pancomerciales (me comí unas huevas de dorado a la plancha), pelícanos y fragatas que se peleaban por los despojos piscícolas de los mencionados vendedores ambulantes, olas, lanchas que arrastraban plátanos con seres humanos montados encima que parecían divertirse, surferos y bodiborderos, más pelícanos, más fragatas... El maremágnum era estupefaciente, a lo que sin duda contribuía la difícil interpretación de los símbolos elegidos por el Gobierno de Nayarit para explicar las normas de convivencia. La mitad de los símbolos, que les muestro, se me antojan indescifrables, así que no causa sorpresa tampoco que nadie les haga el menor caso y en la playa se haga de todo. De todo menos topless, ¡qué lástima!
En San Pancho, el día de san Juan (apóstol y evangelista), por la noche.
Mus
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