30 abril 2009

Via restaurantis (sección gastrosensual): quinta estación

Quinta estación: El camarero rescatista alivia la carga de Mus

Podría haber sido un roce inocente, pero a estas alturas todo me parecen acercamientos eróticos. Cuando el empeine de finura sin par de mi par choca levemente con mi pie y recorre apenas unos centímetros, como al acaso pero sin empacho, solo me queda encomendarme al plato de salsifí fosilizado y algas de tierra aliñados con huevas que, con oportunidad cruzrójica nos trae un camarero decididamente gay.

Conocedor de la sensibilidad social de muchos de estos hombres, a punto estoy de pedirle opinión sobre si, con eso de las algas de tierra, debo llevarme a Chichi al huerto; pero me contengo por no ponerlo en un compromiso. Él muchacho está trabajando y no conviene molestarlo con estas cosas de amores inciertos.

Si me dieran muchos salsifíes y muchas huevas así, yo sería feliz. Con tal de que vivamos juntos, lo mejor de todo dedicado a mí; y luego, cuando te reclamen y otra vez te llamen volveré a decir que el tiempo que te quede libre, si te es posible, dedícalo a mí.

Muy oportuna, M.ª Dolores.

Escrito en un vuelo de Continental Airlines el día de san Fidel de Sigmaringa (presbítero y mártir), por la noche; publicado el día de san Pío V (papa), por la tarde.

Mus

27 abril 2009

Via restaurantis (sección gastrosensual): cuarta estación

Cuarta estación: Mus encuentra su esencia
Cuando por el rostro de Chichi se adivina que la primavera le está obrando a raudales, una moza nos trae un carpacho acompañado de un aliño agridulce, lascas de queso D. O. Idiazábal y briznas vegetales, conjunto que alivia por un momento la tensión sexual que vengo narrando. Yo, que soy bruto pero perspicaz a veces, me pregunto de qué será el carpacho pues no viene indicado, pero al ver aquel recuadrito colorado doy por hecho que es un músculo de algo y me lo zampo sin más preámbulos ni disquisiciones. Juro que el aliño agridulce deja toda tristeza remanente herida de muerte para el resto de la tarde. O más.

Al llevarse el plato (impoluto), el camarero nos pregunta que si hemos adivinado de qué era el carpacho. Yo, que daba por sentado su mioprocedencia, ni sé qué decir; pero mi adorada Chichi sale al paso y deja el pabellón bien alto manifestando con un tono educado de duda en falsete que "cree" que el alimento era de sandía. El camarero asiente con cara de aprobación: era de sandía. Yo quiero hundirme en el suelo guipuchi por haberme comido unos cachos de sandía pensando que eran de carne, pero Chichi me mira con ese brillo en los ojos... y yo la miro y la remiro y me arrobo hasta que la constatación retiniana de sus dos pezones reventones me trae de nuevo a la realidad y abandono el arrobo y me turbo. Ay, cómo me gusta esta mujer.

Escrito en un vuelo de Continental Airlines el día de san Fidel de Sigmaringa (presbítero y mártir), por la noche; publicado el día de Nuestra Señora de Montserrat, por la tarde.

Mus

26 abril 2009

Via restaurantis (sección gastrosensual): tercera estación

Tercera estación: Mus se sonroja por primera vez.
Chichi se relame, pero como ya hace varios minutos que nos comimos los espárragos me asalta la posibilidad de que en realidad me esté sacando su lengüecilla con lubricidad. Me pongo colorado como un tomate colorado, pero enseguida viene al quite una mesera que nos trae el último aperitivo: unos trocillos de bacalao en una salsita suya.

Empiezo a marearme del impacto táctil de estas cosas que me traen. Además, a Chichi se le ha disparado un pezón y eso tiene en mí un efecto cronotrópico positivo. El otro pezón parece que descansa, menos mal.

Escrito en un vuelo de Continental Airlines el día de san Fidel de Sigmaringa (presbítero y mártir), por la noche; publicado el día de san Isidoro (obispo y doctor de la Iglesia), por la mañana.

Mus

25 abril 2009

Via restaurantis (sección gastrosensual): segunda estación

Segunda estación: Mus carga con las miradas
Cuando menos lo espero, Chichi me guiña un ojo tierno mientras se come con una miqueta de pasión y un mucho de jolgorio dos puntas de espárrago en tempura. Me desasosiega el gesto, pero al comerme las puntas que me tocan a mí se me olvida el mundo. Como buen manchego adoptivo soy de natural basto; aprovecho que nadie mira y paso el dedete por el cuenco del alioli para finiquitar hasta la última molécula de tal delicia. Chichi me mira entre asombrada y excitada, y a mí se me antoja que cree que puedo hacerle a ella un rechupeteo donde más pecado hay.

Pienso en proponerle que, allí mismo, esconda la cabeza en el interior de su elegante falda y ejecutar ese deseo que le sospecho, pero me comporto. Yo siempre me comporto, y más aún cuando carezco de pruebas. Así me va.

Escrito en un vuelo de Continental Airlines el día de san Fidel de Sigmaringa (presbítero y mártir), por la noche; publicado el día de san Marcos (evangelista, como Linda), por la mañana.

Mus

Via restaurantis (sección gastrosensual): primera estación

Ha unos días se produjo un hecho insólito: una mujer bella como las auroras boreales, inteligente cual pocas, simpática cual ninguna y portadora de un cuerpo de escándalo más propio de una portada de magacín que de la compañía de s. s. s. q. b. ss. pp. me invitó a comer. Hoy daré nombres, hágase la luz: es mi amiga Chichi. No es coña, es su hipocorístico.

Y no crean, no, que me llevó a cualquier chigre infecto de los que suelo. Tratose nada menos que de Mugaritz, un restaurante sito en medio del campo guipuzcoano y al cual una revista del rubro acaba de elegir como el cuarto mejor restaurante del mundo. Vamos, que solo me faltó llevar corbata (y ser guapo, lo admito).

Nunca hablo de mujeres, pero si no cuento esto, reviento; así que aquí iré lanzando mi crónica, plato a plato, estación a estación, para que vean lo que es sufrir.

Primera estación: Mus es sentado a la mesa para deglutir un aperitivo inicial
Al poco de sentarme, a mi amiga como que se le cae la servilleta, pero se nota que lo ha hecho adrede para que se le deslice el tirante del vestido y el esfuerzo de agacharse genere en mis fóveas retinianas una amplia e impactante visión de su escote soberbio. Se me erizan los pelos un poco pero unas papitas asadas de textura crocante por obra y gracia de un recubrimiento de caolín (¡!) azul cortan en mi sistema nervioso autónomo la horripilación incipiente. En unos segundos descubriré que el suave alioli que las acompaña me evoca algo muy mío de lo que no pienso hablar pero tampoco es necesario porque se lo imaginan. El mesero que nos las trae es muy amable y nos avisa que lo de abajo de las papas son piedras, rulos, cantos, y que no nos las vayamos a querer comer. Por precaución nomás, avisa atento.

Escrito en un vuelo de Continental Airlines el día de san Fidel de Sigmaringa (presbítero y mártir), por la noche.

Mus

15 abril 2009

El siguiente paso


Vine a La Coruña con el declarado propósito de ponerme ciego, morado o tibio (a elegir) a centollas. Hoy es el día triste de mi partida, doblemente triste porque no he podido ingerir ni siquiera una. Resulta que están a fines de temporada y no las venden ya en el mercado. Sí, las zamburiñas se agradecen, y qué decir del pulpo, pero... no sé, como que me faltó algo. Ni modo, otra vez será.

Este revés gastronómico que me dio la vida me ha dado ocasión a pensar en mi futuro. ¿Dónde ir? ¿Qué hacer de mi vida ociosa? ¿A qué dedicar mis días y mis afanes?

España es un antro de pecado escaso: como prueba, baste decir que no me comí ni un colín en estos días. O sea, algo parecido a los últimos veinticinco años, más o menos. En definitiva, acá no me se nesecita.

Irme a la Argentina era una posibilidad. Dicen que allá son muy pecadores, pero con ese nombre tan crematístico creo que ese país no es lo mío y además comen mucha y buena carne pero no se ve ni un maldito cangrejo por ningún lado... y confieso que yo puedo llegar a ser muy mariscófago.

Pues bien, llegué a la conclusión de que nada sucede por azar en este mundo determinista que se abre ante mí ahora que Lo he visto, que casi Lo he tocado y que en la foto salió perfecto (de espaldas pero sin triangulito ni palomo ni nada de eso, sino en carne, un Cristo fetén). Él me resuelve el dilema de a dónde dirigir mis pasos. Es evidente que tras mi fotorrevelación epifánica descubridora, solo puedo ir a un país del mundo: El Salvador.

Así que me he sacado un boleto de avión y he ido al Ministerio de Justicia para que me dieran un certificado de antecedentes penales con el cual pedir residencia allá. Sí, bueno, al certificado le he tenido que hacer algunos remiendos porque me salieron algunas cosillas poco elegantes sobre cárceles, condenas y delitos, a pesar de lo buenísimo chico que yo fui siempre.

Además, en El Salvador hay ostras. Ostras de verdad, salvajes.

Me voy la semana que viene.

En La Coruña, el día de san Telmo (confesor), por la tarde.

Mus

12 abril 2009

Sí, existe, y yo Lo vi (y Lo fotografié)

Nunca pensé que me sería dado, pero lo encontré durante mi visita a Padua. En realidad, estaba frente a la estación de trenes de Venecia, no en Padua; solo era yo quien iba a Padua. No sé si me explico sobre esto último, pero es intrascendente.

El caso es que le saqué una foto. Hela.


Creo que está bien claro. Allí lo tenía, frente a mí, con su ayudante cireneo archiconocido, preparándose quizá para las liturgias que se han venido celebrando estos días y en las cuales, me temo, le ha ido fatal. Ya veremos cómo se le da mañana, espero que como siempre o nadie más se lo podrá encontrar por esas callejuelas.

"Fatal" es un adjetivo y a veces se emplea por ahí de un modo chistoso para significar "mortal". ¿Será que el inglés fatal significa eso, "mortal"? Pues quizá. En ese caso, como ya quedó dicho, se trataría de un falso amigo. Pero en cambio, mi descubrimiento veneciano no es falso: a la vista está y no se puede negar. Ahora solo me resta decidir cómo abjurar de la fe pastafariana.

Ah, la fe... ¡cómo asomas cuando aparecen las pruebas! Para celebrar tu llegada, me largo a La Coruña a inflarme de centollos de vigilia y nécoras de dolores. No comeré percebes cuaresmeños, pero es porque no me gusta el picante en el marisco.

En Madrid, el domingo de Resurrección, por la noche.

Mus

02 abril 2009

Orgía ferroviaria


Hace tiempo que me vienen interesando los aspectos orgiásticos de la vida: tríos, cuartetos y quintetos de cámara y partusas varias.

Hoy pensé que tras mucho visitar páginas liberales y conocer a gente de ese ambiente, por fin había llegado mi momento y además en el lugar más inesperado: comprando un boleto de tren en Atocha.

—Por favor, señorita, quisiera un boleto a La Coruña saliendo el 12 por la noche y regresando el 15 por la noche.
—A ver si funciona, caballero, porque tenemos caído el sistema.
—Vaya por dios.
—¿Sentado o en cama? Las camas de caballeros son para cuatro...
—¿¿¿¿????
—...quiero decir, ¡son compartimentos con cuatro camas!
—Ah, bueno.

Dadas mis inquietudes actuales podría parecer mala suerte, pero confieso que participar en una orgía gay en Medina de Rioseco tampoco forma parte de mis fantasías. Estrecho que soy, supongo.

Con algo de suerte, llegaré a La Coruña inmaculado, entero, tal como llegué al mundo. Esto de los camarotes de tren, en los que no he viajado desde que tenía cinco años, me resulta interesante. Me pregunto si se podrá husmear por los de las damas en busca de lances.

Sea como sea, la vuelta promete ser más tranquila porque mi intención declarada es consumar mi masoquismo flagelándome el antro pilórico con tentáculos cefalopódicos a feira y ejercer mis dotes sádicas aplastando patas de centolla y abriendo ostras de valva estrecha para ingerirlas sin piedad.

En Madrid, el día de san Francisco de Paula (ermitaño), por la tarde.

Mus