El amante
Cuando somos pequeños, nuestro negocio consiste en llorar y llorar para que alguien nos arrime una teta o mamila a que alimentarnos o nos cambie un pañal sucio que amenaza con provocarnos tremendo salpullido. ¿Acaso se nos da un ardite quién nos arrime el pecho o qué manos nos muden con tal de que la leche sea sabrosa y la manipulación se haga con amor y una sonrisa?
No. Admitimos sin chistar la multiplicidad. Lo único que nos conviene, por motivos prácticos, es que el número de manos no sea excesivo ni cambien las manos sin parar, porque tener fijado a un número manejable y estable de personas nos permite conocernos sus mañas y llorar con el timbre adecuado a cada situación o saber quién segrega más endorfinas cuando le hacemos gugú; porque, por supuesto, rápido aprendemos que, a más endorfinas circulantes en quien tenemos enfrente, mejor para nosotros.
La etapa final de nuestra vida es semejante hasta el punto de que no falta quien cría familia para asegurarse un cierto grado de cuidado, amor y acompañamiento en la senectud y los momentos postreros. Así que es más de lo mismo: lloros, mañas, endorfinas en un grupo variado pero razonablemente dimensionado y estable.
En cambio, en la época de la juventud y la madurez, los seres humanos nos empeñamos en seguir dos patrones opuestos y de altísimo riesgo: la perseverancia en el cuidador único y el afán por los cuidadores múltiples sucesivos. Nos olvidamos de que la vida es nuestro negocio y nos labramos nuestras propias quiebras.
Un negocio tiene mal aspecto cuando da servicio a un único cliente, aunque pague bien. Los clientes son por lo general veleidosos y gustan de ir de acá para allá, probar con nuevos proveedores, exigir injustamente descuentos y pleitesías. Cuando se aseguran de que son los únicos a quienes damos servicio, enseguida comienzan a abusar de tal posición y a introducir la relación de amo-esclavo donde antes había una bella historia de amor proveedor-cliente. Por otro lado, los participantes a su vez quiebran o desaparecen y esas circunstancias rompen la relación incluso en situaciones de idilio mutuo duradero, dejando al proveedor (o al cliente) en la estacada comercial, atribulado, desorientado, con poca capacidad de reacción y con escasa práctica en la búsqueda de nuevos socios comerciales que sigan trayendo con qué proveer la cuenta de resultados. Ya dice el proverbio que no se deben poner todos los huevos en el mismo canasto. Amén.
El negocio tiene también mal aspecto cuando el profesional se esfuerza en buscar sin cesar nuevos clientes. Tal búsqueda es costosísima, agotadora, y el tiempo que se invierte en ella impide conocer con detalle los lloros y mañas aplicables a cada cliente, que son los elementos que al cabo nos llevan al éxito empresarial. Toda empresa sensata sabe que sus clientes existentes son sus mejores clientes a la hora de venderles más cosas, en astuta aplicación de la sentencia que dice que quien mucho abarca, poco aprieta.
Los clientes interesantes, a su vez, comprenden que exigir a una empresa la exclusividad de servicios es malo para todos: la empresa queda en posición débil ante cualquier circunstancia adversa y el propio cliente deja de nutrirse de las habilidades adquiridas por la empresa en el transcurso de servicios prestados a otros clientes. Asimismo perciben de inmediato que la sobrecarga en la cartera de clientes impide a su proveedor prestarles los servicios de calidad que precisan y en el momento que precisan, lo que los estimula para ponerlo a la cola de la lista de proveedores.
En definitiva, la vida sexual debiera ser mucho más sencilla y sensata cuando somos unos críos y en nuestra decadencia. Tiene su chiste esto de que nuestra capacidad amatoria máxima, nuestro pico de producción, no coincida con esas etapas vitales.
En el municipio de Acajutla, el día de san Pelayo (mártir), por la mañana.
Mus
2 Comments:
Dónde aprendiste todo esto corasssón, en Yale, en Columbia o en Harvard?
O a la vuelta de la esquina, como la mayoria de mortales?
Un beso
Hay que ver las tonterías que escribe uno con tal de poder decir "veleidoso", ¿verdad? :))
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