Balance
No importa, haré balance. Este año:
- Estuve en cuatro países europeos y en seis países americanos, sin contar las escalas. En realidad estuve solo en cinco países americanos, pero el sexto se hará realidad al rayar el alba del día de san Silvestre, así que lo incluyo. También estuve en las islas Canarias, que aunque son parte de un país europeo no están en Europa y eso de ir a África tiene como mucho romanticismo y debe citarse.
- Armado de mi inseparable computadora fui, con más o menos acierto, responsable del alumbramiento de un millón cien mil palabras, que son aproximadamente (sin contar errores y vueltas a empezar y todo eso) unos seis millones de golpes de tecla. Eso es mucho teclear, pero al igual que ya relataba el año pasado por estas fechas, importa poco porque nadie leerá tanto rollo y mucho menos prestando atención. En suma, no hay de qué disculparse.
- Además redacté, contando este, ciento once artículos de bitácora y bastantes comentarios en bitácoras de amistades, a quienes debo de tener fritas con mis idioteces editoriales. Perdón o ni modo.
- Escribí, con más torpeza que acierto, un par de artículos de opinión en aburridísimas revistas de por ahí. Cuando voy y los releo, me da tremenda vergüenza.
- A pesar de tan ingente producción letraria, no escribí ninguna carta de amor. Perdón o ni modo.
- Peor aún, escribí varias misivas de despedida y recibí otras tantas. Algunas de las que recibí se emitieron en el papel del cual están hechos los sabores del lúpulo, lo cual hizo que yo no me enterara de nada pero me quedara con la amargura.
- Me dieron calabazas tantas veces que para san Blas ya había renunciado a contarlas. ¿Qué les costaría besarme? --es lo que siempre me pregunto.
- Comí centollos caribeños, ostras salvadoreñas y mariscos chilenos diversos (almejas, jaibas, picorocos, choros, ostiones y locos), con la mezcla adecuada de afán y mesura y sin intoxicarme ni siquiera una vez.
- Lloré de emoción adolescente en la fiesta de un amigo y luego en un hotel le pegué tremendo susto a una amiga porque se me ocurrió que sería buena idea presentarme en cueros ante ella, así sin pasar por la casilla de salida y sin cobrar las veinte mil pesetas ni nada. Perdón o ni modo.
- Me hice la prueba del VIH unas ciento treinta o ciento cincuenta veces, porque no me gustan las relaciones sexuales con condón pero tampoco quisiera riesgos con mi mano, que quién sabe dónde pasará las noches.
- Dije muchas tonterías y a menudo solté tremendas salidas de tono. Perdón. O quizá no perdón, que tampoco es para tanto. Mejor ni modo y ya.
- Me emborraché con cierta frecuencia, pero siempre con cerveza o vino, nada de bebidas espirituosas (que las carga el diablo).
- Vi los Andes nevados y los desiertos literalmente cobrizos de Chile, y me emocionó bajar del avión a un lugar lleno de parrales mimados.
- Recolecté níscalos o rebollones con tanto entusiasmo que mis rodillas han envejecido veintisiete años.
- Un día provoqué un orgasmo, pero fue sin querer. Perdón o ni modo.
- Me subí a muchos aviones y no se cayó ninguno sin que la caída fuera tal como la planteaba el piloto.
- Sufrí accesos de incomprensión ante el poco seso que, a mi juicio, demuestran algunos expertos en lenguaje.
- Apoyé la moción del uso de miembras.
- Regalé varios vibradores y bolas chinas, y siempre los entregué con pilas.
- Compré una varita mágica y se la di a una bruja. Luego salí corriendo con una ristra de ajos al cuello, hasta que ella se plantó delante de mí con la varita y la escoba y, descojonada de la risa, me aseguró que no pretendía hacerme daño alguno pero que era ridículo que fuera con los ajos al cuello porque eso es para prevención de los vampiros, no para defenderse de brujas. Me ofreció una manzana y entonces salí corriendo más: a toda mecha.
- Regalé varios jamones de patané y dos de ellos yo mismo los pelé, los hice lonchas con mi cuchillito y los empaqué con esmero en bolsas plásticas a las que apliqué el vacío para mejor conservar su contenido. Nadie me hizo felación alguna por tal detalle, pero tengo dos amistades felices y engordando, que es de lo que se trata.
- Arreglé aceitunas: las primeras salieron muy bien, éxito total; las segundas quedaron más amargas de lo aceptable y más insulsas que su puta madre. La culpa es de mi amiga Ichi, que se empeñó en hacerlas con una receta en la mano en lugar de usar medidas diminutivas: un poquejo, una miaja, algo de, una pizca, un puñaíllo, etc.
- Esquié en Aspen y me di cuenta de que ya no estoy para ciertos trotes.
- Me tiré bastantes pedos, lo admito. Perdón o ni modo.
- Un día metí la zarpa y puse mi nombre en la bitácora en lugar de mi alias.
- Comencé el año con grandes ganas de hacer ciertas cosas que me había propuesto, pero luego me pudo la holgazanería y apenas hice nada de lo que quería hacer. Creo que el meteorismo se debe en parte a esta frustración, o al menos eso me gusta pensar para sacudirme un poco la vergüenza.
- Fui testigo de cómo un gilipollas criticaba a la autriz de una bitácora por cómo escribía lo que escribía y no pude más que recordar el poema que guía el quehacer bitacorista de tanta gente:
No es una poesía gota a gota pensada.Y a todos los que leen todas estas zarandajas de acá con harta paciencia: gracias por su preferencia y perdón o ni modo.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.
En la ciudad de Panamá, el día de los santos Sabino, Rainerio, Gricino, Liberio, Jocundo (obispos), por la tarde.
Mus