24 febrero 2008

Mimí

Mimí es una señora grande, muy grande y que parece grande, con las arrugas kársticas que el tiempo ha ido dejando en su rostro. A sus 85 años, su cuerpecillo ínfimo apenas revela el férreo carácter que le supongo a esta dama, miembro activo del partido comunista francés, cuya peor suerte hogaño es la de sufrir al mismo tiempo la vejez, la viudedad casi reciente del hombre de su vida, la estupidez de algún vástago de su difunto y una afección insidiosa y por el momento sin diagnosticar que tanto podría resultar una banalidad como algo grave, y que de todos modos temo que podría llevársela a la tumba, de puro hastío, aunque sea una banalidad.

La gracia de Mimí es Germaine, lo que explica un poco que la llamen Mimí: llamarse Germánica debe de ser poco divertido. Vive en un pueblito de Borgoña, cerca de su lugar de nacimiento. Ayer advertía yo que su acento resulta diferente, muy comprensible para mí y mi francés hispanobovino. Me lo explicaron en la cena: los borgoñones no pronuncian las erres como el resto de los francoparlantes, así como “egue”, sino con la sonoridad de nuestra vibrante (simple o múltiple) erre, lo que hace la vida de este viajero de pocas lenguas mucho más sencilla a la hora de comunicarse.

Habita una casona interminable en medio del pueblo. Todo es hiperbólico en esta casa. Uno ve el jardín y se le queda corto el sustantivo: ellos mismos lo llaman parc, y a fe que cabrían un par de hoyos de golf, con laguito incluido. Para no desentonar, hay un cedro del Líbano descomunal y otros muchos árboles y arbustos, que en este invierno terminal apenas consigo distinguir: robles, plátanos, avellanos, rododendros, tejos y otros cuya desnudez invernal me dificulta su identificación. Las ardillas suben y bajan a sus anchas por aquí y por allá, y el pasto bien podría alimentar un ganadito. Desde luego que se podría usar para dar paseítos a caballo. Si fuera mío, pondría un vivar para alegrarme con los correteos de los conejos y tener gazapos tiernos que echar a la lumbre de vez en cuando.

Subir al desván y ver los entramados de la techumbre, las vigas inmensas, los palos gigantes... Uno se maravilla pero no sabe si es por los volúmenes épicos, por el cálculo a ojímetro de lo que debe de costar atemperar el invierno en esta eternidad arquitectónica o la inversión que supondría poner al día las habitaciones (¡incluido una sala de cine, con sus hileritas de asientos y todo!), que llevan mal el paso del tiempo. Hay papeles pintados que otrora quizá fueran razonables pero hoy se antojan irremediablemente kitsch.

Hace unos meses, Mimí exclamó el “Mais c’est dommage !” que nos permitió comernos las ostras y las almejas sobrantes de aquella pareja de japoneses, y quien sacó la navajilla, como hacía mi abuela, para tajar lo que le habían servido. Ayer la invité, junto con el resto de las damas, a un restaurante local en el que nos dieron un cacho de carne de res charolesa, que es la de por aquí. Lamento decir que la carne era insulsa por de más y la salsa que la acompañaba carecía de sabor alguno, bueno o malo. Esta frustración gastronómica se compensó un poco con una gelatina de alcachofas con mús de limón, que estaba de chuparse los dedos, y una compota de manzana con gelatina semilíquida de sidra, que estaba para chuparse los dedos que hubieran sobrado de la chupada digital previa. Mimí también comió el turnedó que me endilgaron a mí y tampoco le gustó. Parafraseando el refrán: “algo tendrá la carne cuando se la dejan [en el plato]”.

Mi personaje no atraviesa buenos momentos de salud y ánimo, y creo improbable que la cosa mejore en adelante, así que le propuse a mi amiga, su sobrina, que viniéramos a pasar unos días con ella. Me gustaría saber más francés para que me platicara, porque la encuentro deliciosa aunque ahora ande con el ceño fruncido y un poco estacionada en el sofá por su malestar físico. Mientras trabajo en el despacho, una estancia con cuatro ventanotas y una superficie de no menos de cuarenta metros cuadrados, veo una fotografía suya sobre el escritorio. Le calculo treinta años ahí, pero tuviera los que tuviera estaba muy bonita, de esos rostros que al verlos no puedes reprimir un guiño amable y picarón, un galanteíllo.

Como le han recomendado que no coma fibras (por una vez, los médicos no recomiendan fibra), se tiene que contentar con papas y pasta, carne y pescado, así que esta tarde le haré una tortilla de papas y abriremos unas botellas que hemos sacado hace un rato de la bodega de la casa, una cava tan inmensa como se podría esperar de la magnitud general de la edificación, con cientos de botellas de tintos que no sé a qué sabrán pero que solo de verlos le palpita a uno el hígado. Espero que me salga decente la tortilla, porque todas las damas parecen expectantes. Si consigo no ensuciar muchos cacharros, no vamos mal.

En Buxy, el día de san Modesto (obispo), por la tarde.

Mus

21 febrero 2008

Chez Ronald

Estoy en París. Olé.

No contento con semejante hazaña, he pasado por delante de dos restaurantes sucesivos en los que me mostraban muy variadas ostras y coquillage diverso, ¡y no me he metido en ellos a devorarlo todo! Olé.

En su lugar, he elegido un bistró normal y corriente donde me he zampado una formule: ensalada de berros y steak tartare, con una chelita de la marca Leffe por la cual me han cobrado la notable cantidad de ocho euros y cacho. Olé.

Terminada la experiencia gastronómica, que tampoco se puede decir que vaya a hacer historia, he decidido hacer historia y he metido este cuerpo que se ha de comer la tierra en un restaurante gringo de comida rápida de gracia McDonalds. Olé.

No he pedido nada de comer ni de beber en este antro de malnutrición. Olé.

¿Y qué coño haces ahí, melón? --se preguntará el personal. El motivo es simple: tienen una red inalámbrica gratuita y necesitaba mandar unos mensajitos laborales. Olé.

Aquí me hallo, viendo a unas docenas de franceses atascarse de unos bocadillos que nada tienen que ver con su mundo. Hace algunos días comentábamos mi hermano y yo que España es el lugar donde mejor se come del mundo... después de Francia. Esto va por gustos, lo admito, pero es que en este país se come muy bien en cualquier lado. Parece que da igual si uno se arrima a un chigre infecto o a un restaurantón de postín: aquí se come que te mueres, vayas donde vayas (o casi). Olé.

El motivo es a mi ver sencillo: tienen unas materias primas tan variadas y de tanta calidad que hay que ser un completo inepto para no preparar buenas comidas. Ole por ellos... ¡y olé!

En París, el día de san Pedro Damiani (obispo y doctor de la Iglesia), por la tarde.

Mus

19 febrero 2008

Las ventas: el top-baby manta

Algunos sucesos dejan perplejo a cualquiera. No sorprende ya, ni lo ha hecho nunca porque el abandono de criaturas es más viejo que la tana, que unos padres quieran deshacerse de sus vástagos recién nacidos. El neonaticidio es algo relativamente común entre las bestias, y no veo sorpresa alguna en reconocer a la especie humana como tal, que hartos ejemplos hemos dado de ello aunque lo ocultemos a golpes de gracia artística aun siendo golpes sublimes. Le dejo la parte de la demostración histórica al aún convaleciente pero recuperado para la bitacorería doctor Maybrick y su Historia del mundo al molcajete, que donde escriben tan peritos doctores sobramos los tristes indongos*.

La cosa del abandono de los niños es compleja desde cualquier punto de vista y no es mi intención formular críticas a tal acción (ni defensas, claro está), pero lo que me sorprendió hoy al leer esta noticia es la poca maña que se da la gente para hacer ciertas cosas. No conozco Rumanía ni a los rumanos, pero incluso si allí el comercio neonatal está más o menos extendido en el ámbito hospitalario, me cuesta creer que sea tan a plena luz y con alevosía, sin más preámbulos, como para que unos rumanos lleguen a parir a otro país y le propongan al personal del hospital la venta de su beba sin pensar que lo que proponen es un delito o, cuando menos, algo que no se propone así como así al primero que se orilla.

En consecuencia, lo único que se me ocurre es que esta pareja son un dúo de gilipollas integrales, ya sea con carácter congénito, como efecto secundario (quizá pasajero, aunque lo dudo) de su reciente paternidad/maternidad o como consecuencia de su nulo desarrollo psicosocial o su deprivación afectiva previa.

A ver qué pasa con esta niña, pero resulta difícil pensar en una llegada al mundo menos auguriosa. Que la fuerza la acompañe.

En Madrid, el día de san Álvaro de Córdoba (beato), por la tarde.

Mus

*Indongo es un adjetivo poco conocido y, al decir de los de mi pueblo, significa literalmente "siete veces tonto". Leo con entusiasmo que una señora o señorita de indudable interés por la cultura léxica registró la palabra con ocasión del reciente proyecto sobre apadrinamiento de palabras en vías de extinción. Aunque la definición de mi pueblo es un tanto más cruda que esta, no cabe duda de que ella y yo estamos usando un mismo vocablo.

13 febrero 2008

Albureo

Los mexicanos tienen una palabra específica, albur, para hablar de los juegos de palabras con doble sentido. Más aún, en realidad son juegos de palabras con doble sentido de temática sexual y, en su variante más castiza (y aquí podría meterme en un lío, pero me limito a comentar lo que en su momento me dijeron a mí), unidireccionales: es decir, los albures son propios de los hombres hacia las mujeres, no al revés. Ahora que lo pienso, me pregunto cómo se hará eso en el mundo gay, y en todo caso seguro que la cosa ha cambiado y ahora se disparan albures en todas direcciones.

En mi experiencia, los albures más habituales tienen que ver con la comida. Por ejemplo, si a una chica se le pregunta si le gusta el chile, el doble sentido está en que chile también vale por verga, polla. Y si le preguntan si le gusta el camote (una batata que además de cocida se prepara en dulces, muy típicos en Puebla), pues tres cuartos de lo mismo. Otro que me relataron (de una española que fue a México) es el de preguntar a alguien si le gusta ver llover y, ante una respuesta afirmativa, preguntar: "¿Y te gusta ver gotitas o ver gototas?". Unos pelados, jeje, y mi pobre conocida, aunque comprendía que algo no terminaba de casar, no se enteró del asunto íntegro hasta tiempo después, y porque se lo explicaron.

Hace unas semanas, cuando andaba por Puebla, me invitaron a una cena en la cual me presenté cargado de regalitos adquiridos en una sex shop, y que se distribuyeron después de los postres (las asistentes querían empezar en el primer plato, pero las pude contener). Mientras platicábamos entre risas, alguna de ellas un poco nerviosas por lo que se tenían los asistentes en sus manos, y nos hacíamos cábalas un tanto falsas sobre el funcionamiento real de los adminículos y productos, una de las asistentes nos contó el albur que le había soltado el conductor de un micro, que son personajes de cierta fama por sus albures y comentarios insinuantes, cuando no manifiestos, y nos confesó que ella se dio cuenta un rato más tarde, ya sentada en su asiento.

Imaginen la escena. Una chica espera el micro y cuando llega está atascado de gente y ya no se cabe por la puerta delantera. en estos casos es normal subir por la trasera (y enviar las monedas de mano en mano hasta el chofer, que devuelve el cambio por el mismo método sin que se pierda un peso, por cierto).
-- De favor, ¿me abre por detrás? --pregunta la chica, un poco apesadumbrada por la marabunta que no la deja entrar al micro.
-- Como quieras, mamasita --le espeta entre serio y socarrón el chofer, que a continuación abre la puerta trasera (del micro).
Eso es todo. El albur, el más fino y brutal que he oído, le cayó con ese comentario normal... pero no tan normal al fin y al cabo. Yo, que siempre ando buscando dobles sentidos, jamás había pensado en hacer un doble sentido de esto, a pesar de lo común que es pedirle a alguien que te abra una puerta trasera, o una cajuela/maletero con esas mismas palabras que usó la comensala. Me encantó su finura porque, al fin y al cabo, el chofer no había dicho nada y, aparte del tuteo, su respuesta fue limpia. ¡Olé por el chofer del micro!

Estas son las cosas que busco en mis viajes. Me importan poco las catedrales y los edificios, pero el hablar de la gente y las soluciones que adoptan para las cosas más nimias me disloca.

Lo que no logré es que después me contaran qué pasó con todos los regalillos que les hice. Qué duro es ser santaclósXXX y quedarte sin los detalles. Snif.

En un lugar de La Mancha, el día de san Benigno (presbítero y mártir), por la tarde.

Mus

10 febrero 2008

Que te jodan (comperdón)

Decimos que algo es idiomático cuando nos resulta propio, cuando no solo está dicho en nuestra lengua sino que además lo apreciamos como algo cercano, normal, que no rechina. En las pelis nos exponen a multitud de expresiones que no son idiomáticas, pero hemos terminado por darlas por buenas aunque sin incorporarlas a nuestro lenguaje general. Creo.

Un ejemplo que siempre me viene a la mente, y perdonen por la coprolalia que ya se va asentando en esta bitácora, es el del "que te jodan", que se oye con harta frecuencia en las pelis gringas como traducción del sempiterno fuck you. Es una expresión en la que se le desea algo malo a alguien, pero en ese contexto jamás he oído a ningún hablante de español decirle a otro "que te jodan". En España mandamos a la gente "a tomar por culo/saco", "a la mierda" o, si la cosa no es tan grave, "a hacer puñetas", "a freír gárgaras (o espárragos)". En México hacen lo propio mandando a la gente "a la chingada" o "a la verga". Nadie dice "que te jodan", y lo más parecido, que sería la orden "jódete" que usamos en España, no tiene en realidad nada que ver, porque significa "aguántate/fastídiate con lo que te ha tocado", que es algo muy diferente. No creo que esto se le escape a los responsables del doblaje/traducción de las pelis, así que imagino que el "que te jodan" es un producto del español neutro, ese que vale para todos lados aunque no lo use ninguno de los receptores, o bien un intento de atenuar expresiones que resultarían demasiado duras para algunos oídos fisnos. Creo.

Esto me lo recordó el otro día Caracol porque la vi usar la palabra grandioso y me llamó la atención. Es un adjetivo que no se usa mucho en mi español, quizá porque haya pocas cosas que justificarían su uso o más bien porque nos fijemos poco en las innumerables cosas que sí lo justifican. Caracol hacía referencia a unos días grandiosos. Aunque en España no creo que dijéramos que unos días son grandiosos (una puesta de sol sería un espectáculo grandioso, el nacimiento de un bebé sería algo grandioso, las torres petronas serían grandiosas, incluso la delicadeza tecnológica de una tela de araña lo sería) tengo claro que esto es solo una peculiaridad local, porque es evidente que unos días pueden ser grandiosos por bellos, diáfanos, de esos días que golpean tanto nuestra retina como nuestro espíritu. Creo.

En las películas dobladas en América vemos un uso algo diferente de grandioso. Así, podemos acaso recibir mensajes de que tal fiesta fue grandiosa, el hecho de recibir una beca es grandioso, entrar al equipo de futbol americano es grandioso, etc. Estos "grandiosos" suelen ser la traducción de great, para lo cual creo que más bien usamos otros adjetivos y expresiones. Por ejemplo, en México, algo great es algo padre, chido, suave, vaciado, de pelos; en España es algo cojonudo, genial, súper; y en todas partes creo que viene siendo espectacular, maravilloso, fascinante, excelente, estupendo u otras opciones y etcéteras, pero no "grandioso", lo que convierte a muchos usos peliculeros de "grandioso" en soluciones poco idiomáticas. No es que alguien se haya inventado ahorita el adjetivo y nos suene raro, sino que no lo solemos usar en esas circunstancias y por eso resulta anidiomático. Creo.

Y hablando de películas y de grandioso, algunas pelis parecen villancicos: vuelven y vuelven y vuelven a vuelver a nuestras vidas. Esto de la grandiosidad me llevó hoy a recordar una delicia que he recuperado, ahora que estreno computadora y ya me funciona el devedé: Las aventuras de Jeremías Johnson, donde Robert Redford lucha contra las Rocallosas (la película se rodó en Utah), su clima y sus indios pero también contra su propia ineptitud citadina. Esta película, más bien algo que se dice en su banda sonora, marcó una etapa de mi vida:
The way that you wander
Is the way that you choose
The day that you tarry
Is the day that you lose.
Y yo aquí sigo, dándole a la exégesis de los dos últimos versos aunque semiconvencido de que nunca sabré bien qué significan. ¡Grandioso! (Creo.)

En un lugar de La Mancha, el día de san Jerónimo Emiliani, a la hora de comer.

Mus

04 febrero 2008

Esto sí que es la polla


Y no sé qué pollas puedo yo añadir; porque esto o se lee o no se lee, pero si se lee no sé qué diantres puedo aportar yo con mi pluma torpe, y si no se lee, ¿a qué demoños voy a decir yo nada?

No sé simesplico.

En Madrid, el día de santa Juana de Francia (reina), por la noche.
Mus

03 febrero 2008

Sueños locos



En español tenemos un problema importante con el concepto de dormir y el concepto de soñar, porque para ambos usamos el mismo sustantivo: sueño. Las polisemias no suelen dar problemas cuando se tratan conceptos muy disímiles. Por ejemplo, la polla de los mexicanos es una bebida de jerez y huevo crudo y la de los chilenos es una lotería, mientras que la de los españoles... creo que a estas alturas todo el mundo sabe qué es la polla para los españoles, así que no seré pelado. Aunque se puedan hacer chistes, el vocablo polla da lugar a pocas equivocaciones reales. En cambio, con sueño es fácil confundirse. Sin ir más lejos, un mal sueño puede ser tanto una pesadilla como un mal dormir.

El caso es que hoy tuve una experiencia onírica extraña: soñé que coleccionaba prepucios. Uno podría empezar a decir que si soy homosexual por eso de que colecciono prepucios como quien colecciona amantes varones, pero el problema no parece ser ese: ¡es que todos los prepucios eran míos! Los iba acumulando en un bote de vidrio de esos de los alimentos, y se iban quedando ahí, enrolladitos, como un condón en su envoltorio. Si hay alguien que no se haga la idea porque nunca vio un condón, que rece tres avemarías porque no voy a explicárselo (al menos a distancia).

No suelo acordarme de los sueños y de este tampoco me acordaba hasta que me vi el elemento susodicho mientras me duchaba; gracias a que hoy me duché con lupa de 100 aumentos, la cual me permitió encontrar mi prepucio y su soporte, o sea mi polla, y mientras lavaba ambos elementos para dejarlos bien limpitos fue que recordé el sueño, que ya me pareció raro incluso mientras lo soñaba.

¿Es grave, doctor?

En Madrid, el día de san Blas (obispo y mártir), a mediodía.

Mus