28 noviembre 2008

Un oral en La Coruña



[UJIER] El pueblo de La Coruña contra Mus. Pónganse en pie. Preside el juicio oral la honorable jueza Anatolia Estresada Biquiña.
[JUEZA] Pueden sentarse. Deseo avisar a todos los presentes que hoy tengo un humor entre subóptimo y de perros y no toleraré desmanes ni expresiones impropias en mi juzgado. Al menor intento de alterar el orden, haré desalojar la sala de inmediato y acusaré de desacato a los responsables. Y si se ponen tontos, de estupro o algo peor.
Ahora la acusación presentará el caso. Y abreviando, que tengo una cita a comer.
[FISCAL] Con la venia, señoría. Señoras, señores y monstruos del jurado; público presente; picadores, banderilleros, personal subalterno y demás:
La acusación demostrará, más allá de toda duda razonable, que el acusado, aquí presente, conocido como Mus, entró subrepticiamente en el mercado de la plaza de Lugo de esta capital rayando el mediodía del miércoles 26 de noviembre del corriente; se acercó con taimada cautela al mostrador 17 del área de pescadería y, contra la libertad de un centollo de 3 kilos que por allí andaba disfrutando de su libertad, le infligió a dicho ser vivo actos violentos tipificados en nuestro código penal como, sucesivamente: detención ilegal, secuestro, tortura, homicidio en primer grado por cocción salina e ingestión cruel, así como la posterior inhumación ilegal y alevosa de los restos.
Estos actos denostables y antisociales pueden calificarse de intolerables entre nuestra ciudadanía, por lo que pediremos para el acusado la pena de quinientos años de cárcel por cada cargo, para que se joda, y elevaremos una petición especial al tribunal para que se imponga al acusado, reo para ese momento, una orden de alejamiento vitalicia que le impida (al acusado, no al tribunal) acercarse a la plaza de Lugo de La Coruña. Gracias.
[JUEZA] Señor fiscal pelma, es usted un redicho de los cojones. La defensa tendrá ahora unos minutos para exponer sus consideraciones preliminares. Y hágame el favor, que veo que llegaré tarde y lo detesto.
[DEFENSORA] Con la venía, señoría. Bonita toga, por cierto, le queda fenomenal. ¿Oyeron toda la sarta de tonterías que soltó el ministerio fiscal? Vamos, vamos, no me jodan. Mi cliente jamás estuvo en la plaza de Lugo a la hora citada y jamás cometió ninguno de los delitos que se le imputan. La defensa probará que Mus es un probo ciudadano y que todas las acusaciones son más falsas que una declaración de amor el día de san Valentín. Y no diré más porque me lo callo, pero ya veremos luego, que aquí van a haber hondonadas de hostias. ¡No te xode, el ministerio fiscal!
[JUEZA] Así da gusto: brevedad y concisión, letrada. Mi enhorabuena. Oiga, y que le queda fenomenal el tinte. Luego me dice cuál usa.
A ver, las testificales, que comiencen sin dilación, que tengo hambre.
[FISCAL] El ministerio fiscal llama al estrado a doña Emérita Cástula Esférula, pescatera y propietaria del puesto 17 del mercado de pescado de la plaza de Lugo.
[UJIER] ¿Jura usted decir toda la verdad, toda la verdad y nada más que la puta verdad?
[DOÑA EMÉRITA] Sí, lo juro, pero a mí hábleme bien, ¿eh, rapaz?
[JUEZA] Señora, esto es un juicio serio. Absténgase de hacer comentarios como el que acaba de hacerle al sufrido ujier o le aplico la ley de fugas. A usted, claro, no al ujier.
[DOÑA EMÉRITA] Bueno, siendo así...
[FISCAL] Señora Cástula, ¿estaba usted...
[DEFENSORA] Protesto.
[JUEZA] Denegada. La testigo responderá la pregunta.
[FISCAL] Perdón, es que aún no había hecho la pregunta, señoría.
[JUEZA] Pues hágala, hombre, ¡hágala! A este paso no vamos a terminar nunca.
[FISCAL] Señora Cástula, estaba usted...
[DEFENSORA] Protesto: argumentativo.
[JUEZA] Se admite.
[FISCAL] Pero señoría...
[JUEZA] Nada, nada, que se admite, carallo.
[FISCAL]Pero, señoría...
[JUEZA] Chitón. ¿Pero no díjele ya que no? ¡Qué pelmazo! Una queja más y me aseguraré de que lo manden de chupatintas a recibir expedientes civiles de la santa compaña. ¿Comprende? Continúe el interrogatorio.
[FISCAL] No tengo más preguntas, señoría.
[JUEZA] La defensa puede interrogar a la testigo.
[DEFENSORA] La defensa no tiene preguntas por el momento, señoría, pero se reserva el derecho de tocarle las pelotas a la testigo —perdón, interrogarla— más adelante.
[JUEZA] Ya, ya. Bueno, haga el favor la defensa de abreviar, que no tenemos todo el día. El siguiente.
[FISCAL] El ministerio fiscal llama al estrado a don Xosé Santiaguiño Ribeira Moreira, ex ferroviario y pordiosero con baldosa asignada por derecho consuetudinario de uso en la entrada Oeste del mercado de marras.
[UJIER] ¿Jura usted decir toda la verdad, pringao?
[DON XOSÉ SANTIAGUIÑO] Sí, ¿pero me podrían dar una copita de orujo de Valdeorras por el amor de Dios? Es que ando destemplado.
[JUEZA] Repórtese, caballero. Yo no sé qué le pasa hoy a todo el mundo en mi juzgado. Una petición extemporánea como esa más y lo mando de galeote a Gran Sol; así que, ojiño.
[DON XOSÉ SANTIAGUIÑO] Bueno, vale.
[JUEZA] Conste en acta que el testigo comprende lo que se le dice sobre tocarle los ovarios a este tribunal. Proceda, señor fiscal, proceda, que me crujen las tripas ya.
[FISCAL] Señor Ribeira, ¿diga si es cierto que...
[DEFENSORA] Protesto.
[JUEZA] Se admite. (Este tipo apesta a una mezcla de godello y salfumán.) El testigo no responderá la pregunta.
[FISCAL] Pero si aún...
[JUEZA] Pues con más razón, hombre.
[DEFENSORA] ¡Protesto, protesto, protesto! La acusación está influyendo sobre el testigo.
[JUEZA] Se admite.
[FISCAL] ¡Pero si no pregúntele nada!
[JUEZA] Y dale, quejica. No, si ya lo veo que acabará usted archivando reclamaciones de quienes no fueron a San Andrés de Teixido, señor fiscal pesado. Ande, haga el favor de llamar a su siguiente testigo. Y usted, ujier, pulverice algún aerosol o algo por aquí por el estrado, que el salfumán vinoso me está estragando las tripas. ¿Por dónde íbamos? Ah, sí, a ver, ¿tiene más preguntas el señor fiscal?
[FISCAL] No, señoría, el ministerio fiscal no tiene más preguntas.
[JUEZA] ¡Hay que xoderse! La defensa puede interrogar a la testigo.
[DEFENSORA] Con la venia, señoría... Señor Ribeira, ¿acude usted a su puesto de trabajo pedigüeño todos los días, sin faltar?
[FISCAL] Protesto, señoría: interpretativo.
[DEFENSORA] Retiro la pregunta. La defensa no tiene más preguntas.
[JUEZA] Santa madre, qué aburrimiento. A ver, el ministerio fiscal puede continuar con los testigos.
[FISCAL] El ministerio fiscal no tiene más testigos, señoría.
[JUEZA] Bien dicho. ¿La defensa tiene algún testigo?
[DEFENSORA] Sí, señoría. Deseamos llamar como testigo a su señoría.
[JUEZA] ¿¿A mí??
[DEFENSORA] Sí, señoría. Consideramos su testimonio imprescindible para la defensa.
[JUEZA] Acérquense al estrado, letrados.
[JUEZA] (quedita) Permitiré esta irregularidad en aras del derecho de defensa, proceso justo, representación y hábeas corpus, pero espero que tenga motivos poderosos para esta petición o la mandaré a sacar pulpos en Termaria, letrada.
[JUEZA] Ujier, tómele juramento a la testigo/tómemelo.
[UJIER] Jura su señoría/usted decir la verdad...
[JUEZA] Bueno, sí, venga, que ya me sé la cantinela. Sí, lo juro, pero vamos rápido que desfallezco.
[DEFENSORA] Señoría/testigo, ¿qué hacía usted el día de autos a la hora de autos?
[JUEZA] Estaba tomando café en la cafetería que hay frente a Riazor. ¡Aupa, Dépor!
[DEFENSORA] ¿Estaba bueno el café?
[JUEZA] Psché..., era descafeinado de sobre.
[DEFENSORA] Sí, suele ser mejor el de máquina. Pero bueno, ¿puede indicar quién se sentaba enfrente?
[JUEZA] Sí, naturalmente que puedo. Era un hombre bien parecido, sensual, terriblemente atractivo, inteligente, de espaldas anchas y músculos perfilados que invitan a la lujuria, etc. Lo recuerdo porque me tenía las hormonas revolucionadas y la ropa interior empapada. Uf, ya le digo que si lo recuerdo...
[DEFENSORA] ¿Está esa persona en la sala?
[JUEZA] Sí, es ese.
[DEFENSORA] Pido que conste en acta que la testigo, su señoría, ha señalado a mi defendido, el señor Mus, como la persona que la acompañaba a tomar café el día y hora de autos en un lugar notoriamente diferente de, y sin proximidad con, el de autos. No hay más preguntas.
[JUEZA] ¿La acusación tiene alguna pregunta que hacerle a la testigo/hacerme?
[FISCAL] Sí. Señoría/testigo, ¿de qué marca era el café de sobre?
[DEFENSORA] Protesto, señoría/testigo, irrelevante.
[JUEZA] Se admite. ¿Alguna pregunta más, fiscalillo, o puedo volver a mi estrado?
[FISCAL] No, señoría, no hay más preguntas. Señoría, me siento un poco deprimido, ¿me puedo tomar un lexatín de seis miligramos?
[JUEZA] No toleraré esos casos de consumo de sustancias psicotrópicas en mi juzgado, señor fiscal. Aguántese, hombre. ¿Para esta mierda de caso me está usted haciendo perder la mañana? Me pregunto en qué estaba pensando al formular la acusación contra el señor Mus, que además mire qué guapo es y qué cara tiene de no haber roto un plato en su vida. Aysss, es que míralo qué buen mozo.
[FISCAL] Pero es que...
[JUEZA] Es que es que es que... Ande, ande, cállese. A ver, la fiscalía y la defensa presentarán sus conclusiones.
[FISCAL] A la vista de los testimonios, señoría, la fiscalía retira la acusación.
[JUEZA] Bendito sea. Estupendo, estupendo, gran idea. Oiga, que lo de San Andrés de Teixido era broma, ¿eh? Bueno, ¿la defensa está de acuerdo?
[DEFENSORA] La defensa aplaude a rabiar la decisión de la fiscalía, señoría. Si fuéramos varios, le haríamos la ola.
[JUEZA] Ea, pues ya está. El señor Mus queda libre de todos los cargos. Otrosí digo que la orden de alejamiento solicitada por el ministerio fiscal se deniega y que el señor Mus puede acercarse a la plaza de Lugo de La Coruña siempre que quiera, e incluso más si correspondiera en derecho. Notifíquese y evacuese y archívese y detódoese. ¡Caso cerrado! Toc.
[UJIER] Pónganse en pie. Abandona el juzgado la honorable jueza Anatolia Estresada Biquiña.


[ANATOLIA] Oye, Mus, a ver si la próxima vez te averiguas los centollos con más cuidado, que estos cirios no los podemos montar cada dos por tres, ¿eh?
[MUS] Sí, Anatolia, así es. Oye, venga, vamos a comer, que ya nos tienen a punto los percebes, los berberechos, los camarones, las cigalas, las nécoras, las almejas... Además todavía quedan algunas patas del centollo, ¡era descomunal! Por cierto, te pasaste con eso de las bragas empapadas.
[ANATOLIA] Sí, bueno, era para epatar un poco. Además, de ilusión también se vive.
[MUS] Ya te digo, Anatolia, ya te digo.

En Madrid, el día de san Saturnino de Tolosa (obispo y mártir), al mediodía.

Mus

21 noviembre 2008

Crítica morfológica


Hoy había quedado a comer con una amiga, una señorita encantadora. Ella me había citado en un sitio desconocido para mí, y cuando eso sucede solo me resta una vía: perderme. Y a fe que lo hice con fundamento.

Perdido iba por la calle de Arturo Soria cuando, al pasar como exhalación al lado de tres mozuelas que parecían salir de algún instituto, capté con mi fino oído de pez abisal una frase que no recuerdo exactamente pero que decía algo así como:
"A mí esto de que nos enseñen a hacer análisis de morfología me parece una gilipollez. Lo que tendrían que hacer es enseñarnos a escribir bien."
Estuve tentado de darme la vuelta y ponerme de palique con ellas para que me explicaran sus quejas con más detalle. No lo hice porque soy tímido y porque pensé que me tomarían por cotilla y chismoso, lo cual sin duda soy pero no me apetece que me lo descubran tan a las claras, o peor aún, por pederasta o viejo verde o así. Y claro, pues no.

Confieso que me encantó que una señorita en fase secundaria de desasnamiento anhelara que la enseñen a escribir bien. Esa mera consciencia es ya un gran avance. Si cuando apenas nos están saliendo los pelos del pubis pudiéramos comprender hasta qué punto es ventajoso (desde el punto de vista de las notas que se vayan a obtener) escribir prolijito cuando se hace un examen o se presenta un trabajo, competiríamos con mucha más eficacia. Las ventajas se mantendrían en adelante en la vida laboral, no se darían solo en la escuela. Claro que, si todos escribiéramos bien, no destacaría la buena redacción de nadie y por tanto se perdería el efecto, pero tal homogeneidad de corrección sería poco probable. Otrosí, no conviene a mi razonamiento, así que olvidémoslo, que a santo de qué ha de andar uno escupiendo contra el viento para recibir los gargajos en el rostro propio, ¿no les parece? Hala, hala, olvidado esto último.

Comulgo en parte con la frustración por los análisis morfológicos. A todos nos ha pasado que, estando en la escuela, la universidad o el bar de enfrente, nos hemos tenido que tragar pestiños inconcebibles sobre materias abstrusas a las cuales jamás se les vio asomo de utilidad alguna.

La morfología se encarga de la forma de las palabras, de cómo están construidas y cómo deben construirse. Puede que no parezca el descubrimiento del número pi, pero a la hora de escribir bien desde luego que es importante. La morfología nos dice, por ejemplo, que debemos escribir supermercado, no *súper mercado y, en general, nos da pistas sobre ortografía, por lo que sí ayuda a escribir bien (es decir, lo que de común se entiende por bien). No lo es todo, claro, porque para escribir bien no basta poner una tras otra palabras bien escritas, sino que es imprescindible que las palabras estén bien hilvanadas para que tengan sentido que, en último término, es lo más importante. Así, balón Pedro al tejado tira el es una cagada que apenas se sabe qué significa, mientras que Pedro tira el valón al tejado es una cagadilla ortográfica pero todo el mundo la entiende sin grandes esfuerzos.

Gran parte de los aspectos morfológicos del lenguaje los conocemos por intuición, como la propia lengua. A nadie le enseñan la gramática antes de empezar a hablar. Para cuando nos hablan de la gramática y empezamos a sentir que es una cosa inútil y enfadosa, ya hablamos un idioma perfecto para el entorno en el cual lo usamos, así que la gramática no es más que una profundización teórica, una ciencia descriptiva, un conjunto de normas (entendidas como generalización, no necesariamente como exigencia) y es comprensible que se nos antoje estúpida e inútil.

Por analogía, cualquier niño sabe que tirar una piedra al aire implica que la piedra se caiga, y eso lo sabe sin que le hayan hablado de la ley de atracción gravitatoria. Explicarle dicha ley sirve para que se conciencie del mundo y sus entresijos, no para que comprenda que las cosas se caen. Esto último ya lo sabe y además tendrá numerosas oportunidades de comprobarlo a lo largo de su vida. Por ejemplo, descubrirá cuando se haga mayor que en su entrepierna luce una polla inerte o en su tórax hay unos pechos que, otrora enhiestos y apuntando a la bóveda celeste, se asoman ahora al abismo.

En fin, que yo debiera haber dedicado un rato a platicar con estas chicas y que me contaran con más detalle sus opiniones. Además, mi amiga llegó tarde a la comida.

En Madrid, el día de la presentación de la santísima virgen María, por la tarde.

Mus

18 noviembre 2008

Hablar de males

Hay palabras que no debieran tener que pronunciarse nunca, nunca, pero se tienen que pronunciar, vaya por dios, y siempre son problemáticas: por unos motivos o por otros, no nos enteramos. Las anécdotas e historias, más o menos exageradas por el relator, sobre conversaciones desinformadoras con los médicos son abundantes: todos tenemos varias.

Mi abuela estaba en su lecho de muerte, hendidas las tripas por una peritonitis irremediable, y apenas ya consciente por las drogas que goteaban hacia sus tullidas y añejas venas. En la habitación hablaban su hijo (y progenitor mío, a la sazón) y un sobrino, ambos galenos, y el último le dijo al primero: "Esto tiene que explotar". Quería decir que aquello no tenía remedio y que la muerte era cierta y próxima, pero tuvo la mala suerte (o la indiscreción, porque hay que decir que era un médico más bruto que un arado) de decirlo estando cerca una hija de la moribunda, una dama dedicada a Dios y lega en materia médica, que interpretó aquella frase en su sentido literal y se revolvió diciendo espantada: "¡¡Pero ¿es que no pueden hacer nada para que no reviente?!!" pensando que su madre yaciente iba a terminar esparcida por las paredes de la habitación. Hubo que calmarla, claro, y como la posibilidad se antojaba tan excesiva no fue difícil hacerlo.

Mi amigo Tato tenía un perro al cual le pasaba algo, no sé qué o no me acuerdo. El caso es que Tato lo llevó al veterinario, o puede que fuera una veterinaria, quien exploró al can y le dio unas explicaciones sobre la etiología del padecimiento. Luego le extendió una receta y lo despachó sin más; pero cuando Tato estaba a punto de cerrar la puerta (contento sin explicaciones sobre el producto recetado), el facultativo se dio cuenta de la omisión y le dijo: "Le das todas las noches una cucharadita de café"; a lo que Tato, desde la puerta entrecerrada y con cara de asombro, solo acertó a preguntar: "¿Normal o descafeinado?". Como es evidente, el médico canino se refería a darle una cucharadita (de las de café) del producto que acababa de recetar, pero Tato fue incapaz, en ese momento, de retener el sentido lógico de la instrucción. Nos reímos mucho con la anécdota, y además Tato era un tipo muy gracioso. Le gustaban mucho los porros y otros vicios, pero era muy simpático y buena gente.

En una reunión con un famoso oncólogo español cuyo nombre no diré (pero que me va a perdonar pero tiene cara de pene) me explicaba que los enfermos de cáncer y sus familiares suelen desconocer el significado de lo que se les dice, por muy clara y llanamente que se les diga, y me dio varios ejemplos que huelgan comentarse aquí.

Muchos enfermos dicen que esto es porque los médicos usan palabras muy técnicas que ellos no comprenden. Aunque estoy seguro de que algo de esto hay, lo más probable es que la mayoría de las veces se trate de simple bloqueo durante la conversación. En concreto, el que recibe la información está más preocupado de qué va a ser de él que de atender a lo que se le dice. En resumen, escucha poco porque tiene la mente en otro lado y, lo que escucha, lo hace con tono meramente receptor, lo cual le impìde hacer preguntas que lo ayuden a comprender. Por otro lado, cuando el médico deja los tecnicismos a un lado y comienza a usar palabras llanas, a la que se descuida entra en el campo de la información expresa, directa y, a menudo, demasiado dura. Si el pronóstico es infausto, no se entera nadie bien de qué se quiso decir con esa mezcla de eufemismo y rareza léxica, pero si te dicen vas a palmar en dos meses, se juzga al médico de insensible y de retirar las esperanzas al enfermo, y si se le dan esperanzas con un es un caso difícil pero hay que ser optimista, luego se le juzga por haberle dado falsas expectativas o por no haberle dicho la verdad. Ni modo que se salve el comunicador: Damned if you do, damned if you don't.

Ya, ya sé... hay más modos de decirlo. Pero recuérdese que el problema no es el modo en sí, sino el emisor y el receptor, y sus estados anímicos en el momento de la comunicación.

Nuestra sociedad, tanto la española como la latina, se me antoja un poco pasiva en esta comunicación de tipo médico. Vamos con la esperanza de que nos diagnostiquen, nos receten y nos curen, y hacemos pocas preguntas al doctor, a quien se llama siempre doctor. Los anglos, aunque mantienen cierto poso de sumisión ante la figura del médico, tienen a mi ver una actitud más activa en esta interacción y no esperan que el médico les cuente todo sino que exhiben un mayor interés por preguntar, por conocer hechos concretos.

Admito que esta generalización se deja muchos casos fuera, pero refleja un hecho más cierto que la muerte: para comunicarse, no siempre basta con contar con un emisor; el receptor debe desempeñar un papel activo, y escuchar y hacer las preguntas que necesite para que el emisor sepa si de verdad está transmitiendo el mensaje.

En Madrid, el día de la dedicación de las basílicas de los apóstoles san Pedro y san Pablo, por la tarde.

Mus

14 noviembre 2008

Micofin

Con intensos dolores en la zona de la riñoná, una herida en la sien izquierda provocada por un pitón del monte, los nudillos sangrantes hechos cisco de pelearme con las jaras y las acículas para descubrir los nidos de setas, las rodillas trocadas en fosfatina de arrodillarme, acuclillarme y arme a secas, y una parestesia en tres ortejos del pie izquierdo de no sé bien qué (pero presumo que de subir y bajar cuestas empedradas), hoy he entregado la cabeza y dejo el negocio niscalero hasta próximas temporadas. Amén. El pinar sigue dando fruto, pero yo ya no estoy para estos trotes. Vamos, que ya ni para trotes ni para pasos.

Ayer aproveché los momentos de vaguería para sacarle fotos a la vida. Paso a describirlas sucintamente.

Ragú de campanilla (Nota: Busqué a Peter Pan para sonfreírlo, pero no hubo manera de encontrarlo.)

Enanitos plancha (Nota: los enanitos están debajo de la seta, pero no se ven porque por eso son enanitos, coñe.)

Polla al natural (Nota: Me han asegurado que también se come, aunque carezco de experiencia.)

Pinchitos morunos (Nota: De cordero, naturalmente, porque eso de moruno queda poco alineado con el uso de carne de puerco, como solemos en España con cierta insensibilidad cultural; adobo casero de mi amigo P.)


Níscalos encebollados (Nota: Vamos, que si no hay níscalos en el resumen, me corto las venas.)

Chorizos en preparación (Nota: Los cuernos se apartan, que luego dan mal sabor, como sabe cualquiera que los haya lucido.)


Gulasch cervuno (Nota: Es conveniente, por ternura, elegir la pieza infantil, esa que intenta esconderse detrás de mami.)

Pato laqueado (Nota: La hembra tiene más grasita y da más juego en el horno; como son patos azulones, se sabe que es hembra porque tiene colores pardos, de donde quizá venga la expresión esa de irse de picos pardos.)

Y de postre...

Más níscalos (Nota: Muchos níscalos, incontables níscalos, hondonadas de níscalos, agobiantes níscalos, pesadillas de níscalos, aglomeraciones de níscalos, la madre que parió a los níscalos, que les den mucho por el culo a los níscalos, joder qué hartón de níscalos, mi madre cuánto níscalo, etc., todo ello caramelizado, o algo.)


En fin, que menos mal que no he tenido trabajo y he podido deslomarme nomás con las setas y los paseos campestres, porque si encima hubiera tenido trabajo, me habría morido muerto.

En un lugar de La Mancha, el día de san José Pignatelli (confesor), por la noche.

Mus

12 noviembre 2008

Ochenta y tres kilos

Es la masa de níscalos que hemos recogido mi amigo P. y yo trabajando desde el lunes 3 horitas cada mañana y que habemos entregado hoy al tipo encargado de llevarse la producción (y pagarnos).

Tengo las coyunturas poplíteas (vulgo, rodillas) un poco adoloridas. Esto de estar tanto tiempo a cuatro patas empieza a provocar estragos. No sé cómo pueden aguantarlo los cuadrúpedos.

En un lugar de La Mancha, el día de san Josafat (mártir, famoso por su valle), por la noche.

Mus

10 noviembre 2008

Micoadicción


Hay algo en lo más profundo de mi hipocondrio, lugar donde anidan las más bajas pasiones, que me impulsa a cosechar, recolectar, cazar y pescar todo lo que vegeta o se menea por los campos, los mares y los ríos. No sé cuál es el neurotransmisor implicado en estos impulsos incontenibles, pero no lo puedo evitar: comerme lo que recojo o mato es algo que me puede.

Cuando voy por la carretera y veo una manada de apacibles vacas y a esos chotos mamones arreándole tientos a las ubres de sus madres o regoldando sin prisa sus primeros pastos, solo se me ocurre pensar en parrillas y guisos.

A veces, cuando voy hacia Andalucía, me salgo de la autovía y voy por el valle de Alcudia, entre la meseta y sierra Madrona. Allí veo los rebaños inmensos de merinas con sus corderillos de anuncio, pero mi mente filtra su aspecto bucólico y amable de peluches algodonosos y los trincha y convierte en sujetos comestibles o simplemente en su epítome: las chuletillas a la brasa.

Si buceo en algún mar y pongo el ojo en una langosta, no consigo apreciar la belleza infinita de sus colores, la inteligencia de sus antenas ni la sabiduría protectora de sus espinas agudas, sino que me limito a fantasearla en un plato, a la plancha.

Las oportunidades como la de esta semana, con níscalos abundantes en el pinar, con una temperatura agradable y en contacto con la tierra húmeda, una lecho vegetal de aromas que para sí quisieran muchos vinos, una infinidad de esencias de romeros, tomillos, jaras, chaparros y madroñas, refuerzan todo este hormigueo pasional de mi hipocondrio. Vamos, es que veo un majano musgoso y me dan ganas de llorar de alegría.

Pocas cosas son tan adictivas como entrever el color anaranjado de los rebollones entre la pinaza y descubrir con mimo el manto acicular para poner a la vista un nido de setas apetitosas como culo de bebé mientras se desvía la vista en todas direcciones para encontrar el resto del rodal.

Lo he llamado micoadicción, pero no es eso: es que soy un primitivo. Y si no, que alguien me explique por qué otro motivo querría nadie tirarse, como lo hice esta mañana, en una umbría húmeda y cubierta de pinaza semipodrida, entre dos romeros y un labiérnago mordisqueado por los ciervos, y revolcarse por el suelo como un perro para enlodarse de este aroma hasta el tuétano.

En un lugar de La Mancha, el día de san León Magno (papa y doctor de la Iglesia), por la tarde.

Mus

06 noviembre 2008

El Ministro

Era un tío serio, el tipo más serio que jamás había parido hembra.

De chico solía acercarse a los demás niños con su semblante circunspecto y reconvenirles seriamente sobre "sus actos impetuosos y un punto descerebrados", los típicos de la edad, avisándoles de los "peligros inherentes a sus acciones infantiles y carentes por completo de la pertinente evaluación de los riesgos", como él mismo afirmaba ceñudo. Por supuesto, los niños no tardaron en percatarse de la anormalidad de tanta zarandaja y, así, el tío serio fue motejado como El Ministro desde su niñez más temprana mientras los demás portaban los motes de siempre, El Pez Globo para el gordito, El Espárrago para el flaco, El Cuatrojos para el cegato, El Ainstain para el empollón de pelos enmarañados o La Mileidi para Anita, la niña cursi que desde el encierro de su vestidito pulquérrimo de bordados y organdíes los espiaba siempre con la envidia de sus impulsos muertos en origen por la limpieza que le imponía su madre.

El Ministro acudía puntual a cada llamada de sus maestros, a quienes contestaba sin pestañear todas las preguntas habidas y por haber con su tono neutro y desapasionado, pensando para sus adentros lo estéril de aquellas indagatorias. Como es natural, no era la sumisión hacia sus mentores lo que le impedía saltar y rebatir, no ya los conceptos solicitados, sino la mera pertinencia de tales preguntas, sino su personalidad continente de chupatintas nato, su educación hipertrófica. Los profesores le tenían tomada la medida y cuando querían dar unos minutos de relajación a sus alumnos, salían del aula con cualquier pretexto y dejaban siempre a El Ministro al frente de la clase, con el encargo de anotar en el pizarrón los nombres de los compañeros que se excedieran durante su ausencia. Esta orden se ejecutaba con precisión germánica, con firmeza inquisitorial y caligrafía de copista medieval, así que cuando los maestros volvían, encontraban, sin excepción, a una clase revolucionada y a un alumno hierático y un tanto descorazonado frente a un pizarrón con los nombres de la totalidad del alumnado perfectamente escritos y en riguroso orden alfabético según el primer apellido.

Tras una infancia seria y plagada de las vejaciones de unos compañeros incapaces de encontrarle mérito alguno a la severidad de El Ministro, llegó el crecimiento de su cuerpo, la profundidad de la voz y unas capilaridades faciales y corporales que no hicieron más que sumarse a las demás características de carcamal amargo. Ni siquiera las pulsiones propias de la edad consiguieron elevar el tono de su ánimo, y aunque cedió a las caricias aliviadoras como todos sus pares, fabulaba con legajos, ordenanzas y constituciones para animarse en sus sacudidas, y sus clímax eran apenas una mueca de disgusto ante la evidente desorganización que suponía aquella efusión seminal que se le antojaba tan inútil.

Un día, por una vez, se animó a invitar a Anita, La Mileidi, a una taza de té en su casa, a lo que ella accedió más por la increíble novedad que por interés real alguno por El Ministro. La Mileidi acudió con unos pantalones ajustados y un top más ajustado aún con la única intención de ver el efecto que causaban en su anfitrión sus senos reventones perceptibles tras la tela escueta, pero tuvo que rendirse cuando, tras recibirla con una mano extendida y una faz olvidada por la sonrisa, la hizo pasar a la sala y le ofreció un té negro sin azúcar y el segundo volumen de las obras completas de Descartes a fin de que leyera unos pasajes y pudieran comentarlos. Aquello fue demasiado para la joven redentora entusiasta, que dejó de inmediato el tomo sobre la mesa, le dio sin grandes ánimos las gracias por la agradable tarde que le había hecho pasar y salió por la puerta dispuesta a llegar pronto a alguna discoteca a olvidarse para siempre de El Ministro.

Por su parte, El Ministro no pudo siquiera quedarse serio por el desplante: ya estaba serio y su sempiterno rostro sombrío y grave no se hubiera podido ensombrecer más aún aunque se hubieran muerto de nuevo y de golpe todos los santos del martirologio juntos. Se releyó el volumen de cabo a rabo para comprobar que la muchacha no había salido disparada ante alguna errata, mancha, incongruencia lógica del autor o alguna otra cuestión grave y, cuando verificó que no era el caso y que todo estaba tan impoluto como siempre, devolvió el libro a su estantería de alineamiento perfecto, se terminó el té y se quedó cavilando impertérrito hasta que su madre llegó a casa y le anunció el menú de la cena: a las ocho, con dos platos, postre y fruta, servida en vajilla fina, cubertería de plata de ley y servilletas de hilo de primera, como había exigido siempre desde que era capaz de recordar.

Al día siguiente envió a la chica una carta manuscrita, con una formalísima letra cursiva y metida en un sobre lacrado, para manifestarle su disgusto por el comportamiento intempestivo y abrupto de la tarde anterior y anunciándole que, a la vista de las circunstancias y de la imposibilidad de continuar las relaciones, las daba por cesadas en tanto no consiguieran la intervención de alguna entidad mediadora de las citadas en la lista que se adjuntaba.

Era un tío serio, el tipo más serio que jamás había parido hembra, eso estaba claro.

En Madrid, el día de san Severo, por la noche.

Mus

03 noviembre 2008

Rolex, setas y presión

Hablaba ayer sobre Lausana y sus vitíferos aledaños, hoy no, hoy toca hablar de los relojes suizos, poco, y sobre setas, más, los relojes suizos son un coñazo, caro pero coñazo, a ver quién necesita un peluco de chingadera de miles de euros para que le dé la hora igualico que una baratija japonésida o china o, mejor aún, igualico que a, preguntarla al primer paisano que nos pase por cualquiera de las amuras o b, mirarla en el zapatófono del cual, de todos modos, no nos libra ni dios c, a y b son ciertas pues nada, venga relojazos de a millón para que luego se pueda uno quejar a gusto cuando el artilugio desaparece en las manos de algún chorizo que está todo el tiempo ojo avizor, venga rolexes, patekes phillipes, festinas, omegas y otros muchos y caros que omito por la sencilla razón de que no me los conozco porque soy un tipo sencillo y cronogorrón, ahora paso a las setas que es un tema de mucha más enjundia, resumen, me gustan mucho las setas, recogerlas, cocinarlas y comerlas, como el otoño está llegando pluripluvioso vamos a tener una temporada micológica estupenda y hace unos días decidí que me iba a mi pueblo a buscar níscalos, como he tenido un pinche proyecto que no ha terminado hasta hoy, no he podido mover el culo, la cola o el trasero del asiento desde hace ya casi un mes, pero esto se ha acabado ya hombrepordiós y me largo el finde a buscar estas preciosidades, las setas son los cuerpos fructíferos de ciertos hongos, la mayoría basidiomicetos para más señas, estos hongos están bajo la tierra, y a menudo se desarrollan en simbiosis con las raíces de un árbol, con las que forman unos nodulillos llamados micorrizas, este es el caso de los níscalos, que se asocian a pinos, y el motivo por el cual es de pendejos u ociosos buscar níscalos en un jaral, no pierda usted el tiempo, hombre o mujer, que no tiene fundamento alguno, sin embargo, si uno quiere quedarse pegajoso para que la parienta, o el pariente, no se pierda mucho y lo llene a uno de carantoñas resinosas un jaral es muy pertinente, restriéguese bien el cuerpo varias veces al día con las hojas de la jara y quedará uno muy asquerosamente pegadizo, esto carece de importancia para lo de las setas, pido perdón y disculpas, el caso es que me voy por setas y tengo que averiguarme unos canastitos para que mis acompañantes tengan dónde depositar la recolecta, a ver si consigo algo fino en alguna tienda de mimbres o si no en Ikea, que ahí tienen de todo o de casi todo porque tenerlo todo es imposible, sería casi como ser dios y eso no es tan sencillo ni siquiera siendo suecos, los níscalos, como muchas otras setas, nacen en corros de brujas, no hay que tener miedo, son cosas y expresiones populares, el caso es que cada hongo emite hifas radiales en cuyo extremo, si el año viene bien, fructifica una seta y por eso se advierten esas líneas circulares de setas, los corros de brujas son muy útiles cuando se está a setas, para los rolex no van tan bien ni son tan eficientes, los corros de brujas, digo, porque cuando uno ve una seta basta mirar cerca, a veces unos pocos centímetros, para descubrir para dónde se va doblando el arco del corro de brujas, y por ese arco se deshila esta madeja micológica y se llena el canasto que es a fin de cuentas de lo que se trata y es lo que yo siempre he dicho, que al final con tanta cosa urbana y tanta tontería al final son las actividades rurales y sencillas como un corro de brujas las que de verdad marcan tendencias y orientaciones y resuelven el cotarro, quizá mañana en las elecciones gringas algún despistado se pueda guiar por un corro de brujas, creo que en Salem se dan mucho, también he encargado dos borregos para devorarlos durante el finde y pienso comprar muchos mariscos porque de tanto trabajar estoy un poco muy estresado y tengo ansias de orgía gastronómica y de la otra ya veré si tengo ganas y si las tengo como si no las tengo espero que los dos borregos morituri agnus dei, pobrecitos, etc., se dejen hacer y quieran entregarnos voluntariamente sus chuletillas y sus mollejas y demás porque si se resisten voy a tener que empuñar las armas y va a ser peor y ahí lo dejo por no seguir el camino de la violencia y por no estresarme más así que amén.

En Madrid, el día de san Carlos Borromeo, un obispo con nombre de isla indonesia o de por ahí, la de los orangutanes ustedes ya me entienden, apenas comenzado el día, o sea, de noche, que no sé si me estoy explicando bien, vaya por dios qué gaita.

Mus

La llama olímpica


En la ciudad suiza de Lausana está la sede del Comité Olímpico Internacional. En un parque, frente a un lago Lemán cuyas plácidas aguas son todo un símbolo de la quietud y el reposo de la vida de la ciudad, se alza el edificio que alberga el museo Olímpico, para acceder al cual hay que recorrer una veredita que deja a diestra y siniestra esculturas de alegoría deportiva o de promoción de la paz o, simplemente, bellas y demostradoras de la capacidad imaginativa de las gentes de todo el mundo. Allí, entre todas las esculturas, hay una en la que de un pequeño orbe surte en su inacabable combustión la llama olímpica. Creo que debe de resultar muy útil y práctica si uno fuma, aunque se pierde la oportunidad de ligar.

—Disculpe, ¿me da lumbre?
—No faltaría más, mi reina.

Me gustó en especial una estatua en la que un señor de aspecto simpático con gabardina se resguarda de la lluvia con un paraguas que, en realidad, es la fuente de la que mana la lluvia incesante; también me agradaron dos conjuntos basados en el agua, que a pesar de su modernidad me retrotrayeron a los estanques deleitosos de la Alhambra y esos reguerillos o acequiejas que hicieron las delicias de los reyes granadinos en sus alcázares.

Lausana y su entorno están rodeados de algo que me es muy propio: viñedos. A diferencia de mis chaparras y regordetas cepas manchegas, celosas de su agua, estos son espigados viñedos de emparrado ahítos de lluvia y tan ansiosos de luz como lo pueda estar un sueco en febrero. Están trazados al milímetro suizo en las colinas que anuncian las cimas de las masas inmensas de los Alpes, cuyos copetes de nieve se advierten ya entre la bruma en la parte francesa del lago. Los colores del otoño cubren las pámpanas con una lánguida paleta de amarillos, ocres y rojos que, por sí solos, servirían para atraer a los visitantes como lo hacen en el Este de los Estados Unidos con su otoño indescriptible de robles y arces deciduales. Estas hileras vitícolas lausanenses transmiten paz y, a la europea, recuerdan un poco los jardines zen, esos espacios nipones de arenas rastrilladas con mimo y piedras apacibles, emisoras de buenas vibras y absorbentes de los malos rollos.

En Madrid, el día de san Martín de Porres (religioso), por la mañana.

Mus