Elogio de la puta feria
Entre el 12 y el 21 de septiembre se celebra en isla Colón (Bocas del Toro, Panamá) la Feria del Mar. A pesar de ser una feria humilde para los cánones que se gastan en otros lados, contó con nada menos que el ministro de agricultura panameño para su inauguración. Nunca había asistido a un cúmulo de promesas políticas en directo por este lado del charco, pero ahora eso ya es historia: desvirgado quedo. También hubo una pólvora decente.
—Qué gonitos los cobetes, de colores y de aluces.
—Que no se dice cobete, que se dice cohete.
—Pos en mi pueblo siempre hemos dicho cobete y siempre han explotao, listo.
Las ferias son como los hombres: todas iguales. Bueno, no, borren eso, que no son todas iguales. Digamos que son todas parecidas, pero de ahí no pasa. Los hombres sí somos todos iguales, eso puede quedarse.
El que suscribe ha estado en ferias en tres lugares muy principales: su pueblo y algunos de alrededor; una ciudad gringa llamada Raleigh, a la sazón capital del estado de Carolina del Norte, que a pesar de ser "del Norte" se considera un estado del sur por esas casualidades de la vida; y la de Bocas que acaba de citarse.
En mi pueblo destacaban la rifa de jamones de Cartucho, el salón de tiro Rafalín y los puestos de berenjenas encurtidas. ¡Qué gusto da que te chorretee todo el juguillo de la berenjena cuando te metes entero en la boca ese bálano (la similitud es innegable). No hay experiencia más sensual con verdura ninguna. Vamos, que se puede decir que yo no estoy sensual comiéndome un bálano berenjenil, pero peor sería estar comiéndome un cacho de coliflor que a más de su pestucilla a cuesco tiene aspecto de condiloma acuminado, leche.
—¿Y qué es un condiloma acuminado?
—Más vale no explicarlo, que me da yuyu.
—Ah, bueno.
La otra cosa que destacaba en la feria de mi pueblo eran las innumerables pistolillas, rifles y armas de destrucción individual que comprábamos año tras año, con los pistones correspondientes.
—Panpán, papapapán; estás muerto.
—Vale, pero no del todo. Papapapán, papapán.
—Ahhggg.
—Hala, vamos a ver si la tía Conchi nos feria.
—Sí, vamos.
Con la edad dejamos las pistolillas y nos dedicamos a los gotellines (¡a ver, una caja!) y a las chicas. Yo la primera vez que me declaré a una chica fue en la feria, en los cochecitos de choque que en muchos sitios llaman coches o carritos chocones. No me mandó a la mierda, pero cuando se bajó del coche en el cual la paseaba mientras me declaraba, salió a buen paso y no la volvi a ver hasta dos ferias más tarde, del brazo de un tipo guapísimo que no era yo, como en la canción. Qué cabronada.
De la feria del estado en Raleigh se me quedaron grabadas muchas cosas. El entorno parece de una película. Pasen y vean, pasen y vean: la mujer barbuda, el niño con dos cabezas, la serpiente más grande del mundo, el caballo más pequeño del mundo, el toro gigante, etc. De las atracciones, una me fascinó por lo estúpido y otra me hipnotizó por lo genial.
La primera se llamaba Shoot the turkey ("Tiro al pavo", para entendernos) y consistía en meterse en un recinto amurallado y lleno de balas de paja; luego te entregaban una escopeta del 20, un cartucho que metías en la escopeta, apuntabas a las balas de paja y pegabas un tiro. Eso era todo, y desde luego el pavo debía de estar frito de plomo desde hacía siglos porque no se veía ni pluma ni nada. Ni siquiera lo tenian dibujado. Quise protestar para obligarlos a cambiar el nombre a Shoot the straw, pero no quise meterme en líos con gente armada.
La segunda, la hipnótica, fue Fool the guesser (algo asín como "Engaña al adivino"). Como se puede ver en el enlace, un tipo te reta a que, previo pago de cinco dolaritos u otro estipendio acorde con la inflación, va a adivinarte algo que tú eliges de la siguiente lista: edad, peso o estatura. Si lo adivina (con unos pequeños márgenes de error que él determina de antemano) se queda con tu dinero. Si no lo adivina se queda también con tu dinero pero te da un peluche de esos que le cuestan diez centavos en la tienda de los chinos.
Es el mejor negocio que he visto en mi vida y es un descriptor increíble de la vida estadounidense. A los gringos les quema la plata en el bolsillo y salen dispuestos a pulírsela como no es posible relatar. ¿Para qué querría alguien que le adivinaran el peso, la edad o la estatura? ¡Si ya lo sabes! Coño, los clientes de Amira seguro que van a que ella les adivine lo que ellos no saben, eso sí es importante, pero lo que ya sabes... En fin, tradiciones locales, supongo.
La otra cosa de la feria del estado de Raleigh es que, por su origen ganadero, atrae a muchos productores de bichos, y venden un montón de mascotas muy chulas: conejos a mil (los gringos no comen conejos, para ellos son solo mascotas y comerse un conejo es como para nosotros comernos al canario —y nada de esto debe interpretarse con guarradas, no me jodan que esta es una bitácora decente, ¡lúbricos!—), cabritas enanas, minigorrinos y otros bichos de gran variedad. Si quisiera una mascota me gustaría tener una cabritilla enana, para rascarle la testuz con mucho amor mientras la consiento con hebritas de alfalfa bien sequita. Con una cabritilla a mano para rascarle la testuz creo que no extrañaría a nadie ni a nada.
En la feria de Bocas había algo para zampar (en todos lados lo mismo, pollo asado y tal), varios juegos de variantes de la ruleta, unos cuantos puestos de baratijas, otros cuantos de instituciones públicas y poco más. También comprobé que el gusto infantil por las armas se extiende a Panamá, y al día siguiente de comenzar la feria ya estaban las calles llenas de mocosos con metralletas láser y armas de aspecto temible.
Lo peor de la feria (para mí) fue que instalaron una discoteca de campaña cuyo diyei me estuvo atronando los sueños durante esos nueve días. Vivo a tres kilómetros del ferial, pero sin más que una bahía de por medio el sonido máquina viajaba con libertad total hasta anidar en mi pecho y hacerlo retumbar. No sé si serían sonidos bajos o graves, pero al que dejaron grave fue a mí aparte de bajo de ánimo.
Lo que más me gustó de la feria fueron sus reinas, a quienes con mucha amabilidad (y algo de cautela por si me arreaban un guamazo por cualquier metedura de pata mía) pedí una foto. De inmediato se plantaron ante mí en tremenda y sensual pose. Ay, qué diademas tan relindas y qué arte tienen estas chicas sonriendo. Aporto testimonio gráfico, que a mí esto de que las damas posen para mí es algo que me desvela. ¿A poco no son reguapas? Olé.
Eché de menos las berenjenas. En cuanto llegue a España, me arrimaré a una tienda de encurtidos y me comeré dos o tres mil, y un par de cebollitas de postre. En cambio, no me gustan demasiado los pepinillos. No es que tenga que ver, pero bueno, ya puestos a hablar de encurtidos...
Joder, qué largo me ha quedado esto, leche. Ya ni modo.
En cayo Carenero, el día de san Cleofás (discípulo del Señor), ya muy de noche.
Mus
7 Comments:
Vaya feriante estás hecho.
Yo, al caso, me callo. Que tambien estuve en época febril de ligoteo por los coches de choque, comiendo encurtidos y bebiendo botellines.
Que aún recuerdo lo engorroso de la gota bajando por dentro de la manga de la camisa al explosionar de un bocado una berenjena en la boca. Y la cantidad de botellines y... nada más.
Estimado Mus, si bien la sentida glosa de la feria de su pueblo me ha llegao al alma, berenjena incluida (ups), lo de la feria de Carolina del Norte no tiene desperdicio... ni los comentarios sobre las mascotas :D :D (lo del conejo-canario es de órdago).
¿Por qué me resultará tan fácil reírme de las gringadas, diommío?
A las Damas, Reinas o lo que sean de las feria de Boca se las ve con mucho ahínco y afición por la causa, amén de rollizas. Pobrecillas, que no te conocen.
Una admiradora en la distancia.
(Alma Cándida con el blogger mu' tonto)
Aquí Alma Cándida otra vez; es que vi la definición de bálano (o balano) en el DRAE (que conste que, aunque cándida sum, yo YA ME SABÍA la primera acepción) y quedé tan gratamente sorprendida por la segunda; cito:
"Crustáceo cirrópodo, sin pedúnculo, que vive fijo sobre las rocas, a veces en gran número."
Me imagino un mejillón (?) cojo y borracho perdío (vamos, con el hígado hecho un pie, no te digo más), armando jaleo con los amigotes, oééé, oooééé, y con camiseta de okupa pa que no lo echen de la roca...
P.D. Qué poéticos los del DRAE, ponen más esdrújulas que Bartolomé Cairasco de Figueroa (canónigo y poeta canario del S. XVI-XVII que, según Lope de Vega, amenazó con "esdrujulizar el mundo"... Mire la wikipedia si no me cree, anda).
Uynss..las ferias y los cochechoques, y los pulpos asaos, y la montaña rusa, y la barca vikinga y las vomitonas y las casetas de madera y los vinos y la gente y los sudores y el pachangeo y cuando amanezca, los churros con chocolate calentitos.
Y acostarte y levantarte y volver a empezar...
;-p
Yo a las reinas las veía estupendas, aunque admito que es que yo veo estupendas a cerca del 95% de las damas y para mí son todas reinas. De todos modos, con las damas rollizas da gusto; no en vano dice el refrán que "cuanta más masa, mejor se pasa".
Figueroa no solo era esdrujulizante sino que tenía la suerte de tener un apellido pentavocálico (aunque un poco de trampa por esa u), que no es moco de pavo.
Chuli, querida mía, eso de amanecer, los churros, acostarte y levantarte y volver a empezar lo harás tú porque tu lozanía sin tacha te lo permita. Yo a la una de la mañana ya empiezo a bostezar, a la una y cuarto ya me puse el pijama e hice pis, y a la una y veinte tengo el ánima en el cielo y el chocolate que se lo tome su padre. Ustedes los jóvenes se piensan que todos podemos con su ritmo. ¡No, hija, no!
A mí las ferias me producen la misma emoción que leerme un listín telefónico del revés, ;-[
Mks.
Eso te convierte en candidata idónea para un Shoot the Turkey. Además, como no hay pavo ni nada, como blanco puedes usar un listín de las páginas amarillas. Te lo vas a pasar bomba tú, ¿eh?
Publicar un comentario
<< Home