Pirsines
El otro día me hice un pirsin. Como quería ser original a la par que discreto, pasé de orejas, cejas, ombligos, bocas o glandes, y me lo hice en la planta del pie. Luego, como no me había quedado a gusto, fui a que me hicieran otro.
Hace unas semanas andaba yo como mi madre siempre me regañaba por andar: descalzo. Haciendo caso omiso de las recomendaciones maternas intemporales y transculturales, bajé a la cocina del piso inferior, quién sabe a razón de qué, y olvidé que no tenía mucho que se había caído y roto (por ese orden) una jarra de vidrio. El resultado de ese despiste fue una bella penetración, pero no sexual sino plantar: una esquirlita se me metió en el pinrel. Hasta aquí el pirsin número uno.
Tras una semana de cojera (de cojear, no de coger, lamentablemente) acabé en las manos de una galena. Yo hubiera querido acabar (¡y hasta terminar!) en su vientre, pero tuve que conformarme con acabar en sus manos. Con algo de acierto y nada de analgesia ni anestesia me sacó un cacho de esquirla y unas cuantas imprecaciones y dolores, tras lo cual creía yo que se había acabado mi cuita con el pirsin. Infeliz yo.
El viernes me vi obligado a acudir de nuevo a las manos (y una vez más, solo a las manos) de la doctriz porque luego de un par de semanas la cosa seguía sin resolverse y yo seguía teniendo un alien vítreo en mi delicado pie que me causaba trastornos funcionales de importancia, o sea, que cojeaba ostensiblemente. Ella ignoró mis requiebros de amor y procedió a hurgar en el hoyito (el de mi pie, no se me pierdan en cochinadas), con lo que consiguió arrancarme varias imprecaciones más y algún que otro reflejo de defensa que algunos zafios llaman coz. A la vista de mis quejumbres, me propuso algo novedoso. Yo la escuchaba presto a arrancarme la ropa y a arrancársela a ella a la más mínima insinuación y que le dieran mucho por el culo a la astilla de mi pie, pero de sus labios solo salió una conminación triste:
—Mire, si no se está quieto ni puede aguantarse, lo mejor será que le ponga una anestesia local. Le dolerá el pinchazo pero luego podré trabajar en paz, españolito gritón.
—Bueno, vale.
Así que allá vino con una jeringa cargada con lidocaína, que la muy cabrona me clavó con saña en toda la planta del pie, desde las almohadillas de los dedetes hacia abajo. Pirsin número dos. En un ejercicio de oxímoron pediálgico, el anestésico me dolió. Luego la nada.
Lo más curioso del caso es que el anestésico tuvo un efecto secundario: la acumulación en los alrededores del cuerpo extraño provocó que este fuera empujado hacia la única vía que tenía para escapar, que era el hoyito plantar previamente obtenido a golpe de lamento e instrumental quirúrgico. Así que cuando la médica se puso sus lentes de aumento y volvió a trajinar con su escalpelo en mi peana, no tardó ni dos segundos en decir vualá y mostrarme ufana el cachito de sílice de mierda, apenas un milímetro y medio en su dimensión mayor, que me había tenido cojeando (insisto a mi pesar: no cogiendo) durante tantos días.
Como soy un caballero, con todo y lo mucho que me hizo sufrir la doctora le di con profusión las gracias e incluso insistí en ofrecerle un paseo por la próxima feria, pero ella mencionó algo sobre el moretón que aún ostento en el rostro tras la bofetada lingüística narrada en días anteriores y me mandó a hacer gárgaras y a pagar la cuenta. Yo comprendí su indicación, pero no le hice caso y me fui a hacer puñetas, que es lo habitual entre solteros cual yo. Ni modo.
En cayo Carenero, el día de santa Teodora, por la tarde.
Mus
4 Comments:
jajajajajajajajajajajaj
me ha encantado esta historia!!!!
besitos guapo!!!
jajaja... suerte que el pirsin fuera en el pie...
saludos
Hacer puñetas ¿en?.
Coshiiinooo
;-p
Perdón, es que me descuajaringo viva... JUAAAAAA...
No tiene desperdicio: "oxímoron pediálgico" :) Parece el mismísimo Eduardo Mendoza.
Lo de "hacer puñetas" cual soltero que es, dada la ausencia del artículo determinado "las", demuestra que es un caballero.
O no, pero como sí.
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