Encuestas e intereses
En esta campaña electoral española que un hijo de puta acaba de convertir en campaña hemática se escuchan muchas sandeces, la mayoría interesadas pero sandeces al fin y al cabo. Una de ellas la escuché esta mañana en relación con las encuestas de intención de voto, y lo que oí me recordó las innumerables idioteces que se articularon con ocasión de las elecciones presidenciales mexicanas de 2006 y sus diversos recuentos posteriores.
Un contertulio de una emisora de radio se quejaba del cártel (sic) de las empresas demoscópicas que, según él, impiden a los españoles conocer la realidad. Venía a decir que era antidemocrático y tercermundista que a estas alturas no se supiera a ciencia cierta quién iba a ganar las elecciones españolas. Take chestnut! Con independencia de la existencia de tal cártel, que desconozco, parece mentira que alguien diga algo así cuando la situación es obvia: los dos grupos principales están muy parejos, y eso es precisamente lo que detectan las encuestas. ¿Por qué asombrarse de que haya gran equilibrio?
Esto sucedió en México. Las encuestas ya decían que iba a estar la cosa muy pareja. De una amplia base de apoyo al actual presidente legítimo, la campaña se fue yendo en su desfavor y a favor del actual presidente real, que terminó ganando por corta cabeza (no es insulto, sino terminología hípica) y por la arrogancia, la soberbia y un punto de estupidez (ahí sí es lo que parece) del legítimo. Eso se sabía en las encuestas inmediatamente anteriores a las elecciones del 2006, que acertaron de pleno en el sentido de que la cosa estuvo muy reñida hasta el último momento.
La estadística dice lo que dice y tiene la fiabilidad que tiene, y luego cada uno que piense lo que le parezca mejor, pero conviene entender un poco la ciencia que avala estos estudios. No dudo de que se hacen encuestas a medida, pero más allá de los resultados de tales encuestas o de su mejor o peor diseño y ejecución, lo que más se hace es usarlas a medida, y de eso no se salvan los contertulios ni sus gilipolleces en antena. ¿Periodistas? No, cuando opinan son lobos con piel ovina. Cuánta mierda, el mondesvol los confunda.
En Madrid, el día en que mataron a Isaías Carrasco, por la tarde.
Mus
Un contertulio de una emisora de radio se quejaba del cártel (sic) de las empresas demoscópicas que, según él, impiden a los españoles conocer la realidad. Venía a decir que era antidemocrático y tercermundista que a estas alturas no se supiera a ciencia cierta quién iba a ganar las elecciones españolas. Take chestnut! Con independencia de la existencia de tal cártel, que desconozco, parece mentira que alguien diga algo así cuando la situación es obvia: los dos grupos principales están muy parejos, y eso es precisamente lo que detectan las encuestas. ¿Por qué asombrarse de que haya gran equilibrio?
Esto sucedió en México. Las encuestas ya decían que iba a estar la cosa muy pareja. De una amplia base de apoyo al actual presidente legítimo, la campaña se fue yendo en su desfavor y a favor del actual presidente real, que terminó ganando por corta cabeza (no es insulto, sino terminología hípica) y por la arrogancia, la soberbia y un punto de estupidez (ahí sí es lo que parece) del legítimo. Eso se sabía en las encuestas inmediatamente anteriores a las elecciones del 2006, que acertaron de pleno en el sentido de que la cosa estuvo muy reñida hasta el último momento.
La estadística dice lo que dice y tiene la fiabilidad que tiene, y luego cada uno que piense lo que le parezca mejor, pero conviene entender un poco la ciencia que avala estos estudios. No dudo de que se hacen encuestas a medida, pero más allá de los resultados de tales encuestas o de su mejor o peor diseño y ejecución, lo que más se hace es usarlas a medida, y de eso no se salvan los contertulios ni sus gilipolleces en antena. ¿Periodistas? No, cuando opinan son lobos con piel ovina. Cuánta mierda, el mondesvol los confunda.
En Madrid, el día en que mataron a Isaías Carrasco, por la tarde.
Mus
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