18 junio 2007

Je suis à Paris

Aquí estoy, en un hotel de La Défense, la zona de negocios metropolitana. Aquí todo es a lo grande: grandes espacios y grandes edificios. No los llamaría yo rascacielos a estos edificios de aquí, pero ¿para qué demoños querría nadie construir un rascacielos a pocos kilómetros de una construcción como el Louvre o un barrio como Montmartre? Sería una gilipollez suma y aplaudo la decisión de los franceses de tener, simplemente, espacios y edificios grandes.

Adoro Francia. Da gusto pasear por este país grande, cuidado, prolijito, orgulloso de sí mismo (y con motivos, no como otros) y ordenado a su modo, sin afán de copiar lo ajeno pero sin cerrarse a sí mismo. Si España y su vida recoleta y a escala no existiera, creo que no habría en el mundo un lugar como Francia.

Como soy un tragaldabas, gran parte de eso no se debe a los barrios parisinos (¡qué puertas tan maravillosas tienen las casas!) ni al Louvre, en el cual aún no entré nunca a pesar de haber estado ya muchas veces acá, ni a nada más que lo de siempre: la comida. No me extenderé, porque hablar de lo que se puede comer o se come en otros lugares el tontuna. La comida es como el sexo: que te lo cuenten carece de gracia. Yo lo único que hago es disfrutar de lo lindo de todo esto (la comida, nada de sexo, que las costumbres han de mantenerse).

Y hablando de sexo, hoy creo que iré a la plaza de Pigalle, que me han dicho que hay muchos sex-shops; a ver si le compro algo de interés a mis amigas. Además, una cosa es no haber ido nunca al Louvre y otra muy diferente es no haber ido nunca a Pigalle, ni haberse acercado al Moulin Rouge. Esto último se me antoja un pecado imperdonable, más allá de la omnimisericordia del mentado Monstruo.

En París, el día de san Marcos y san Marcelino (mártires), por la tarde.

Mus

P. D. Me tocó la Lotería Primitiva, pero no tengan apuro en venir a presentarse ante mí como primos lejanos: me tocó nomás el reintegro, vale decir 7 euros de vellón. Vamos progresando: panza mía, un día todo esto será tuyo.

Y perdóneme el Monstruo Volador de Espaguetis. Amén.

12 junio 2007

Otra vez el mar

No recuerdo cuándo comencé a sentir esta pasión desmedida por los bichos marinos, pero mi descripción íntima será breve: me dislocan.

En el mercado de la plaza de Lugo (en gallego, praza de Lugo) de La Coruña (en gallego, A Coruña) puede cualquier ser humano (o felino) solazarse con la visión y el aroma yodado y húmedo de esos montones de percebes (patas de perro, en México), zamburiñas, bígaros (o michas), pejesapos (o rapes), parrochas (o sardinillas), cigalas, berberechos, almejas, bogavantes (lubrigantes, en gallego), meros, pescadillas, rodaballos, rayas, fletanes y mil y diez mil otros pescados, crustáceos y moluscos de variado color y aspecto fascinante.

En estos lugares me siento perdido. En realidad, yo no soy el que está perdido, sino mi billetera, porque me vuelvo totalmente incapaz de controlarme y empiezo a comprar cosas y cantidades que exceden sin duda lo que en buena ley puedo tragarme, que a su vez no es poco tratándose de estas cosas oceánicas.

Benditos sean los vuelos de bajo costo. Gracias a ellos, hoy comeré bien, a gusto y rechupeteando. Ah, ¡ya tengo ganas de comenzar a cocerlo todo!

En La Coruña, el día de san Bernabé (apóstol), a mediodía.

Mus

07 junio 2007

Tropo subtropical repiterante

En México se burlaban de mí por aquello de que en España decimos con frecuencia "subir arriba" o "bajar abajo". [Inciso: ahora que lo escribo, no sé si ya he hablado de esto en mi Trópico; en fin, tanto da.].

Es muy cierto que así nos expresamos, con pleonasmos o redundancias variadas, pero es algo de lo que no se salva nadie, creo, y tiene a veces una intención enfática innegablemente útil.

Hoy leía aquí una noticia sobre comederos para aves carroñeras. Antiguamente, los animales muertos se dejaban pudrir en el mero campo, en lugares al efecto llamados con el sonoroso y bello nombre de muladares, y aquello era un festín goloso para toda clase de bichos, desde los buitres hasta los zorros y las ratas, pasando por un animal tan aparentemente vegetariano como las liebres, al menos según el relato de mi tía, la E., que a su vez lo oyó de su señor padre que por este motivo no comía liebre jamás. [Otro inciso: si desean conocer algo interesante sobre gestaciones leporinas, lean aquí, que ya verán qué cosas tiene la naturaleza.]

Pero volvamos una vez más a los pleonasmos redundantes, que yo lo que quería hacer en esta breve interrupción de mi quehacer cotidiano era llamar la atención sobre la palabra "necrófago" y sobre la expresión "ataques a animales vivos".

Porque digo yo que necrófagos somos todos, ¿no? Esto ya lo señalaba Quino en una tira de la serie de Mafalda, en la que aparecía un personaje (no sé si Miguelito) corriendo despavorido por la casa y gritando "¡¡En la heladera hay un cadáver de pollo!!", o algo semejante. Los bichos que nos comemos los hombres están indefectibe, irrenunciable e irremisiblemente muertos, y cuando nos comemos a un ser vivo es porque le estamos haciendo cositas que aquí la censura me tacha. ¡Benditos festines de esos!

El otro es eso de "atacar a los animales vivos". Hombre, uno puede decir, estirando mucho la cosa, que un carroñero "ataca a un animal muerto", pero parece un poco abusar del lenguaje (aparte de abusar del pobre cadáver, que ni moverse puede), ¿no?

El caso, en resumidas cuentas, es que cuando hablamos y escribimos, podríamos ahorrarnos algunas palabrejas que lo único que hacen es rellenar. Si en tiempos de Franco se decía aquello de "Libertad, sí, ¡pero no libertinaje!" (que es cosa bien estúpida, si se me permite decir), en este caso del pleonasmo podría parafrasearse a "Enfatizar, sí, ¡pero no repetirse como el pepino!".

Pues eso: que yo estoy hasta los cojones de los huevos de trabajar y que me gustaría tener dinero pleonástico y mandar a hacer leches a todos mis creyentes, y entre tanto me dedico a perder el tiempo haciendo precisiones tontas sobre cosas que, en realidad, están bien y no tienen mayor problema. Diría que soy un autopleonástico, uno que pierde el tiempo de su propio tiempo. O un imbécil, que todo puede ser.

En un pueblo de La Mancha, el día de san Isaac y compañeros (mártires cordobeses), por la tarde.

Mus

P. D. Esto de Isaac y compañeros me recuerda cuando juegaba yo de pequeño al juego del toro esconder (vulgo escondite) y el último llegaba a la casa designada al efecto diciendo: "Por mí y por todos mis amigüitos (sic)". No sabía yo estos infantilismos del santiferio, pero quedan rebién. Si en lugar de un día del calendario hubiera sido un artículo científico moderno, habría que decir eso de "San Isaac et alii".

04 junio 2007

Si nos dejan, nos vamos a querer toda la vida



Esto sí es amor fetén y una historia bella, y lo demás es pura pendejada y telenovela pastel.

Papá se roba a mamá para tenerla a su lado, pero cada vez que papá se orilla arrumacoso, mamá le avienta un huarachazo para que no se crea que todo el monte es orégano. Y es que una cosa es que te roben y otra que te tengan que inflar la panza a cada rato.
--Relinda, ¿quieres casarte conmigo?
--Que se case contigo tu chingada madre, yo ya tengo bastante con atender a estos diez escuincles que me hiciste cuando andaba yo sin los huaraches a la mano, méndigo.
--'ta güeno.

Papá se roba a mamá para que lo acompañe en su viaje vital, para tener con quien platicar y deleitarse a la sombra de algún ahuehuete umbroso.
--Hermosura, ¿quieres casarte conmigo?
--Que se case contigo tu chingada madre, jijo de la... Yo ya tengo bastante con atender a los mil nietos que me trajeron a esta pinche casa estos diez ya-no-tan-escuincles que me hiciste cuando andaba yo sin los huaraches a la mano, superméndigo.
--'ta güeno.

Papá se roba a mamá para que lo tengan a raya porque sabe que sin ella se la pasaría en la pulquería haciéndose pendejo mientras la vida pasa por delante de él.
--Amorcito, ahora que estamos grandes, había pensado en que nos casáramos ya, ¿te gustaría?
--¿Me estás llamando vieja, pelado? Que matrimoñe contigo tu muy chingada señora madre (que Dios tenga en su gloria), yo ya tengo bastante con atender al millón de bisnietos que me trajeron esta bola de nietos pelados como tú que vinieron a esta pinche casa cuando se pusieron en faena los diez ineptos que me hiciste cuando andaba yo sin los huaraches a la mano, hiperméndigo.
--'ta güeno.

Papá se roba a mamá para que le prepare su atole calientito por las mañanas y para que ella se curta sus dedos dándole vuelta a los setecientos tlacoyos que se asan sin descanso en el comal o removiendo el puchero hiperbólico donde borbotea la tonelada de maíz blanco del pozole con que alimenta a la progresión geométrica interminable de seres semidesconocidos a la que un chistosito llama "su familia".
--Óyeme, mi gorda, casémonos, ¿sí?
--¡No tienes vergüenza! Que matrimoñe contigo tu muy chingada señora madre (que Dios haya perdonado por traerte al mundo, briago cabrón), yo ya tengo bastante con no tropezar con este billón de tataranietos correlones con que me llenaron la casa el millón de bisnietos zánganos que me trajeron esta bola de nietos pelados que vinieron a esta mugre casa cuando se pusieron a coger como conejos los diez idiotas que me hiciste cuando andaba yo sin los huaraches a la mano, méndigo infinito.
--'ta güeno.

Papá se roba a mamá porque es a quien quiere con toda el alma, y mamá se deja robar porque a pesar de su genio de basilisco es una profesional de lo suyo. También porque adora en secreto a papá, que es otro profesional que se pasará la vida junto a ella por su deleite, su templanza, su pericia y su humor adorables. Así, como es.
--Oye, mamacita... ¿ahora sí?
--Sí, pos sí, papacito. Ya ni los huaraches tengo.
--'ta güeno.
En un pueblo de La Mancha, el día de san Francisco Caracciolo (fundador), por la tarde.

Mus