En México se burlaban de mí por aquello de que en España decimos con frecuencia "subir arriba" o "bajar abajo". [Inciso: ahora que lo escribo, no sé si ya he hablado de esto en mi Trópico; en fin, tanto da.].
Es muy cierto que así nos expresamos, con pleonasmos o redundancias variadas, pero es algo de lo que no se salva nadie, creo, y tiene a veces una intención enfática innegablemente útil.
Hoy leía
aquí una noticia sobre comederos para aves carroñeras. Antiguamente, los animales muertos se dejaban pudrir en el mero campo, en lugares al efecto llamados con el sonoroso y bello nombre de
muladares, y aquello era un festín goloso para toda clase de bichos, desde los buitres hasta los zorros y las ratas, pasando por un animal tan aparentemente vegetariano como las liebres, al menos según el relato de mi tía, la E., que a su vez lo oyó de su señor padre que por este motivo no comía liebre jamás. [Otro inciso: si desean conocer algo interesante sobre gestaciones leporinas, lean
aquí, que ya verán qué cosas tiene la naturaleza.]
Pero volvamos una vez más a los pleonasmos redundantes, que yo lo que quería hacer en esta breve interrupción de mi quehacer cotidiano era llamar la atención sobre la palabra "necrófago" y sobre la expresión "ataques a animales vivos".
Porque digo yo que necrófagos somos todos, ¿no? Esto ya lo señalaba Quino en una tira de la serie de Mafalda, en la que aparecía un personaje (no sé si Miguelito) corriendo despavorido por la casa y gritando "¡¡En la heladera hay un cadáver de pollo!!", o algo semejante. Los bichos que nos comemos los hombres están indefectibe, irrenunciable e irremisiblemente muertos, y cuando nos comemos a un ser vivo es porque le estamos haciendo cositas que aquí la censura me tacha. ¡Benditos festines de esos!
El otro es eso de "atacar a los animales vivos". Hombre, uno puede decir, estirando mucho la cosa, que un carroñero "ataca a un animal muerto", pero parece un poco abusar del lenguaje (aparte de abusar del pobre cadáver, que ni moverse puede), ¿no?
El caso, en resumidas cuentas, es que cuando hablamos y escribimos, podríamos ahorrarnos algunas palabrejas que lo único que hacen es rellenar. Si en tiempos de Franco se decía aquello de "Libertad, sí, ¡pero no libertinaje!" (que es cosa bien estúpida, si se me permite decir), en este caso del pleonasmo podría parafrasearse a "Enfatizar, sí, ¡pero no repetirse como el pepino!".
Pues eso: que yo estoy hasta los cojones de los huevos de trabajar y que me gustaría tener dinero pleonástico y mandar a hacer leches a todos mis creyentes, y entre tanto me dedico a perder el tiempo haciendo precisiones tontas sobre cosas que, en realidad, están bien y no tienen mayor problema. Diría que soy un autopleonástico, uno que pierde el tiempo de su propio tiempo. O un imbécil, que todo puede ser.
En un pueblo de La Mancha, el día de san Isaac y compañeros (mártires cordobeses), por la tarde.
Mus
P. D. Esto de Isaac y compañeros me recuerda cuando juegaba yo de pequeño al juego del
toro esconder (vulgo
escondite) y el último llegaba a la casa designada al efecto diciendo: "Por mí y por todos mis amigüitos (sic)". No sabía yo estos infantilismos del santiferio, pero quedan rebién. Si en lugar de un día del calendario hubiera sido un artículo científico moderno, habría que decir eso de "San Isaac
et alii".