04 diciembre 2006

La comida (sin recetas)

Hace tanto que no escribo algo que ¡ya me olvidé de escribir! Si pongo una be donde va una ve, o una hache donde no va, me lo disculpen sus mercedes. Mercedes, ¡tráeme una bolsita de maní, no seas malita!

Bueno, pues el caso es que el que suscribe pasó el día de Acción de Gracias en los Estados Unidos. [Inciso arrebatado: aprovecho para decir que Estados Unidos se abrevia 'EE. UU.', 'E. U. A.' o 'EUA', pero no 'EE.UU.' ni 'E.U.A.', por motivos algo pedantes que es prolijo explicar pero que a cierta colaboratriz mía se le escapan y me tiene frito. Fin del arrebato.] Pasé esos días en Nueva Jersey porque así deparómelo el destino, con la ayuda de una invitación de una familia amiga que debieron pensar que estaba yo más seco que la mojama y que me convenía una cena típica estadounidense para entrar en peso.

Como quiera que el responsable de la cena era un cocinero (es decir, que a eso se dedica profesionalmente, no nomás que le gusta), la cosa pintaba bien interesante y para allá que me fuime. Sólo diré que el resultado fue excelente y que, aunque cuando llegó el momento estelar del pavo yo ya no podía comer más --las botanas hubieran dado para tres comidas--, lo poco de pavo que comí me encantó. Los rellenos ya no tanto, porque no le encuentro el chiste a tanta miga y tal. El puré de papas, pues... bueno, puré de papas. Y el puré de nabos, pues... puré de nabos. A nadie se le oculta que hacer algo sublime con un puré de nabos es cosa imposible, aun para Toncrús. ¡Disfruté de una comida en los EE. UU.! Quién lo hubiera esperado...

Al regresar, en el avión, fui recordando mis visitas a aquél país y lo sosos, desabridos y anodinos que fueron siempre para hacer comidas. Allá sustituyen lo interesante por lo abundante. ¿Dije abundante? Pido disculpas: ¡pantagruélico! Por lo demás, es curioso que la cocina estadounidense sea tan peculiar a la hora de mezclar de todo: los estadounidenses, tan megarricos y ostentosos, serían incapaces de comerse una ensalada de lechuga, tomate y cebolla aliñada con aceite de oliva y un poco de vinagre. No, allá tienen que ponerle setenta cosas a todo, y mil hielos al agua (ah, eso que no falte). Además, es todo como uniforme. Aunque no dudo que habrá excelentes restaurantes de variados menús, la inmensa mayoría del país está a merced de las grandes cadenas de alimentación, y claro, ahí dan siempre lo mesmo: un coñazo.

Hoy leo una noticia que me llama la atención. Un estudio realizado en los EE. UU. ha descubierto que un número importante de hospitales pediátricos de allá tienen dentro un restaurante de comida rápida, con la mala fama que estos tienen por insalubres desde el punto de vista dietético. Bueno, pues una representanta de uno de estos hospitales explica por qué tienen entre sus muros un McDonalds:
Children's Memorial spokeswoman Julie Pesch said the hospital chose McDonald's many years ago as a special treat for sick kids going through difficult treatment.
El problema es extremadamente complejo, porque desde luego cualquier niño (o no tan niño) sabe inmediatamente que la comida de los hospitales es cualquier cosa menos apetitosa. Pero, ¿y si se fueran a su casa? Es decir, las comparaciones se realizarían entre la comida del hospital y el McDonalds, la comida del hospital y el hogar y la comida de McDonalds y el hogar. La situación es terrible. Además, en lugar de poner un McDonalds, ¿por qué no se dejan de leches y se ponen las pilas en la cocina para que los niños estén felices? Joder, en un país que sabe fabricar bombas termonucleares, hacer una comida apetitosa para un niño no debiera suponer tanto problema, digo yo. Vamos, que a un niño le das papas fritas y macarrones con tomate y se siente el amo del mundo.

Cuando viví en los EE. UU., me propuse no comer hamburguesas. No tengo gran cosa contra las hamburguesas (tampoco contra las de Düsseldorf o las de Ratisbona, siempre que me dejen besarlas sin poner grandes impedimentos), pero es una de esas comidas que me parecen tan exentas de cultura que prefiero no arrimarme. Para reforzar mi decisión de alejarme de los restaurantes de hamburguesas, me prometí que, por cada hamburguesa que comiera allá, invitaría a cenar a una chica en España.

A pesar de que estuve allá bastantes meses, a mi regreso sólo hubo dos españolas privilegiadas, de lo cual mi hígado se alegró, no menos que mi peculio en actitud propia del más ínclito regiomontano. Además, en una preocupante serie que se prolonga desde que tenía 13 años, ninguna de estas chicas se dejaron besar, y de abrazos de tamal ni hablamos. Triste sino el mío.

Eso sí, antes de mi viaje no prometí nada acerca del pollo frito al estilo de Kentucky, porque me encanta y me como lo que me echen a la escudilla, así que púseme dello como el quico. Creo que un día tengo que ir a una analista, a revisar estas incoherencias dietéticas mías...

Y para finalizar, había prometido no dar recetas, pero que como las ostras no precisan de receta (se abren, se comen y punto pelota) puedo decir que me puse morado de ostras. Joder, ¡qué ricas están! Si una mujer me desea, puede traerme ostras y seré suyo mientras duren las ostras (que lo de contigo pan y cebolla no reza por mí) y hasta un límite de unos cuantos días, que tampoco conviene abusar... de las ostras, quiero decir: de mí las mujeres pueden abusar cuanto gusten, que soy todo suyo.

En la península de Yucatán (¡por fin!), el día de san Juan Damasceno (presbítero y doctor de la Iglesia) por la tarde.

Mus

1 Comments:

Blogger Nonatzin manifestó al respecto que...

Eso de serle fiel a los principios...

Recuerdo cuando fui la primera vez a París en el 89 y el famoso Cheché insistió en comer en el Mac Donalds. Lo acompañé, pero no probé nada, solamente me cojí un enfriamiento muscular de aquellos por sentarme bajo el aire acondicionado.

Y de viaje por el sudeste mexicano en Mérida preguntamos a los parroquianos dónde se podía almorzar comida típica y nos mandaron al "Smoking club number one". Me negué
rotundamente a almorzar en un lugar con un nombre así, alegando que me iba a dar pena el simple hecho de platicarlo...después de todo soy mujer de principios firmes (en algunas cuestiones elementales, pues...)

23/12/06 9:03 p.m.  

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