09 noviembre 2009

Norma



En un chamizo perdido de la sierra de la Calderina vive Norma, una brillante astrónoma de la universidad de Leipzig cuyas publicaciones, que ya van adquiriendo tonos sepia en los anaqueles de las bibliotecas, solían acumular más impactos que la propia Luna, incluida su cara oculta. Descubrió y demostró matemáticamente el primer principio de la inequivalencia estelar, que establece que las estrellas de neutrones son menos másicas que la suma de las masas de los propios neutrones que las componen. Costó tiempo y esfuerzo explicar la demostración a sus colegas de profesión pero, cuando consiguieron entenderlo, solo acertaron a proferir un prolongado “¡Oh!”.

A Norma ya no le interesan los neutrones ni los enunciados científicos. Nadie sabe bien cuándo llegó a instalarse en la ruinosa vivienda de los pastores ni por qué eligió ese lugar apartado; solo apareció un día con unos pedazos de lana tejida con primor, un pote, dos ollas, dos platos y unos cubiertos de plata labrada y, como nadie le dijo que se marchara y a todos les pareció bien, Norma se quedó allí a vivir, sin más.

Vive de los huevos que le ponen, cuando se sienten femeninas y colaboradoras, un par de gallinas cuyos ovarios ya empiezan a añejarse, pero también de cualquier cosa que encuentra. Lo mismo agarra unos madroños que se deleita con unas zarzamoras o mastica los rizomas de los juncos que bordean las charcas, y hasta las ásperas bellotas de los quejigos le parecen bien en el otoño. Cuando hay suerte, alguien le regala un salchichón y un pan, y así va saliendo adelante. Esa dieta la tiene enjuta, sequita, pero su único espejo es el firmamento y este nunca le falla: en él, ella siempre es una estrella, radiante e intemporal.

Lo suyo es mirar el mundo, pero a diferencia de todos esos santurrones contemplativos que pueblan el martirologio y tantos otros orates cuyas desventuras quedaron hurtadas a la Historia, a Norma no le interesa discernir el orden cósmico y desvelar enigmas, sino zanjar con respuestas sencillas y definitivas las dudas que sus observaciones le generan sobre lo cercano. ¿Odia el macho de perdiz a los perdigones que cortejan a su hembra desde la jaula? Sí. ¿Es cierto que los venados ramonean siempre moviendo la quijada de derecha a izquierda? No. Ese conejo que está masticando los collejones, ¿piensa en algo? No. ¿Hay otros mundos? Sí. ¿Tengo sed? Sí, voy por agua.

A veces, los del pueblo se pasan a llevarle vituallas y a interesarse por ella porque la aprecian mucho por su vida de observación y el empeño que pone en ella.

—Qué tal, Norma, ¿cómo le va?
—Bien.
—¿Qué anda haciendo?
—Estoy subida en este cerro, mirando las cosas.
—¿Y no se cansa?
—Sí, a veces.
—¿Pues qué hace cuando se cansa?
—Me subo a aquella peña y miro las cosas desde allí.
—¿Y por qué?
—Me entretiene y consigo otro punto de vista.

Estas afirmaciones inapelables y emitidas con la seguridad del sabio descolocan por un momento a los visitantes, aunque pronto reaccionan y se sienten orgullosos de tener cerca a Norma, la astrónoma alemana, que vive sin tener que demostrar si es feliz ni disculparse por no serlo, haciendo lo que le da la santa gana día tras día —hasta en domingo— y observando el mundo desde los peñones de cuarcita liquenificada que rodean su vivienda desangelada, en la sierra de la Calderina.

En Madrid, el día de san León Magno (papa y doctor de la Iglesia) de madrugada.

Mus

7 Comments:

Blogger Macondo manifestó al respecto que...

También Lévy-Strauss pasó muchos años de su vida atendiendo un pequeño negocio.

10/11/09 7:47 a.m.  
Blogger Chuspi manifestó al respecto que...

Igual es porque ando ñoñis, pero me ha parecido un relato muy tierno.
Me recuerda en cierto modo al alemán de Camelle...

Ksss :)

10/11/09 10:42 a.m.  
Anonymous Anónimo manifestó al respecto que...

Hola, Macondo. Oye, el negocio no sería de pantalones vaqueros, ¿no? Yo creo que ese tipo era el propietario de una marca de tejanos, me suena mucho. :p

Chuspi, no es un relato. Ayer mismo hablé con ella. :) En realidad, hablo con ella a menudo. A mí también me gusta pingarme en los cerros y observar.

Mus

10/11/09 1:50 p.m.  
Blogger Macondo manifestó al respecto que...

Creo que el negocio tenia más que ver con las plumas de los indios que con unos vaqueros bien ceñiditos.

10/11/09 3:37 p.m.  
Blogger Libussa manifestó al respecto que...

¡Y a mí que siempre me sale El Ermitaño en el tarot!

Valiente Norma. Envidia de la mala me da.

Besos, Don Mus, confío y deseo que los aires hespéricos le hagan sentirse cómoda y acogedoramente. (Sí, -mente, para fastidiar).

11/11/09 7:37 a.m.  
Anonymous Anónimo manifestó al respecto que...

¿Tarot? ¡¡Eres bruji!!

Aunque eches los polvos de la madre Celestina
tus filtros de amor dejan pasar la nicotina
y al ponerte bizca con la bola ésa,
el futuro más vulgar se te atraviesa.
Si hasta tu lechuza se volvió a su nido
desde que al tarot te oyó exclamar: "envido".

Ayer estaba leyendo un libro de autoayuda para mujeres que desean enganchar marido (flipo) y la traductora se había despachado a sus anchas: había no menos de cinco adverbios terminado en mente en cada página, y en muchas frases le cascaba dos o tres.

No puedo jurar que sea verdad, pero ¿sabía usted que se dice que Gabriel García Márquez no escribe ni uno solo de estos adverbios en sus obras?

Por supuesto, no tienen maldad intrínseca, pero usarlos con profusión apunta a pereza escribiril.

Necesito ayuda con una cosa y quizá usted me pudiera da una manito. ¿Me podría escribir a mus.elmundo@gmail.com?

11/11/09 7:50 a.m.  
Anonymous Curiosísima manifestó al respecto que...

¡Vaya tela!

A no ser que digas que te comunicas con ella por tan-tan o con señales de humo, acabas de joder la magia "liquenificada" con la que yo había imaginado a esta señora.

11/11/09 10:43 a.m.  

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