De vuelta en América
El relato de mi primer día gringo atufa a irrelevancia.
Me desperté y fui a desayunar. Mi hotel es uno de esos hoteles de carretera que salen en las pelis, en los que siempre matan a alguien o el malo entra con una herida de bala que se cura como buenamente puede ayudado por los medicamentos que ha robado de la vitrina de algún médico. En consonancia con el tipo de hotel, el desayuno es escueto: cafés, tes, bagels, bollería francamente horrenda, magdalenas... Busco mantequilla para untar en un cacho de pan y solo encuentro sucedáneos industriales. Paso. Hay dos máquinas para hacer gofres y una dispensadora de la masa líquida para hacerlos. Paso también.
Frente a mí hay dos damas con un escuincle enredador. Las oigo hablar en español y pego la oreja con disimulo. Una le dice a la otra que un fulano le había exigido unos días antes que hablara en inglés. Relata a su interlocutora que había mandado tal solicitud, junto con el solicitante, a freír espárragos; y agrega: "Esta es la tierra de la libertad, pero hay que pelearla". Tal afirmación me conquista de inmediato. Abandono mi posición de oyente accidental y les pregunto si puedo arrimarme para que me cuenten sobre el español en los Estados Unidos. Aceptan y me lo cuentan, pero no se lo voy a transmitir a ustedes por no parecer chismoso.
Tras un rato de trabajo, pregunto en la recepción dónde me puedo abrochar un buen filete. Me explican dónde pero, con cierto desmayo, me preguntan que si voy a ir andando. Cuando digo que sí, se desmayan del todo: ni modo. Voy caminando y me encuentro que está cerrado ya para el almuerzo y que abren para la cena a partir de las 4 de la tarde. Olé. Estos romanos están majaretas.
A falta de filete, me meto a un restaurante mexicano. Me dan unos tacos al carbón razonables y pego la hebra con la mesera. Es de Nayarit, un estado en el que he estado (ejem) un par de veces o tres. Me pregunta si soy español y le digo que sí, pero que pido disculpas por ello. Es mi broma preferida aquende el charco, pero nadie la entiende, quizá por la seriedad con que la digo. Siempre tengo que aclarar que es broma. Durante la comida me pregunta siete veces que si todo está bien, cosa que, la verdad, detesto en los restaurantes. Una vez, vale; pero preguntarlo a cada rato se me antoja invasivo.
Le pido permiso a la chica para someterla a un pequeño interrogatorio y me da su aquiescencia. Le pregunto si sabe qué significan los adjetivos "cerebral", "cardiaco", "hepático", "renal" e "intestinal". Acierta todos menos "hepático" y "renal". Cuando al final de la pruebita le explico qué es cada uno, le pregunto si no oyó hablar de la hepatitis, y me responde que sí, pero que es una enfermedad de los ojos. Esto no es la primera vez que me lo dicen, así que puedo explicarle que no, que con la hepatitis se ponen los ojos amarillos pero que la enfermedad está realmente en el hígado y lo de los ojos es circunstancial.
Por la tarde, discuto. Como es natural, es con gente de España.
Por la noche voy a cenar al restaurante que estaba cerrado. Después del mesero que me toma la orden, se acerca una chica que me habla a toda pastilla y no la entiendo ni papa. Es la gerenta del local y viene a presentármelo. La escucho dizque con atención. Lo lamento porque es su trabajo, pero me parece un coñazo todo lo que me dice. Yo lo que quiero es comerme las costillas que ordené y largarme a seguir en el hotel mi vida micológica habitual. En la escasa media hora que estoy en el restaurante me preguntan tres veces si todo está bien. Creo que ya quedó dicho que detesto esas atenciones, pero me pregunto cómo será tener de amante a estas personas. ¿Preguntarán cada día cinco veces si estás bien en lo sexual, si necesita uno otra mamada?
Todo este relato inane tuvo la única intención de usar ciertas palabras. ¿Adivinan cuáles fueron?
En Houston, el día de san Rosendo (obispo y abad) por la noche.
Mus
Me desperté y fui a desayunar. Mi hotel es uno de esos hoteles de carretera que salen en las pelis, en los que siempre matan a alguien o el malo entra con una herida de bala que se cura como buenamente puede ayudado por los medicamentos que ha robado de la vitrina de algún médico. En consonancia con el tipo de hotel, el desayuno es escueto: cafés, tes, bagels, bollería francamente horrenda, magdalenas... Busco mantequilla para untar en un cacho de pan y solo encuentro sucedáneos industriales. Paso. Hay dos máquinas para hacer gofres y una dispensadora de la masa líquida para hacerlos. Paso también.
Frente a mí hay dos damas con un escuincle enredador. Las oigo hablar en español y pego la oreja con disimulo. Una le dice a la otra que un fulano le había exigido unos días antes que hablara en inglés. Relata a su interlocutora que había mandado tal solicitud, junto con el solicitante, a freír espárragos; y agrega: "Esta es la tierra de la libertad, pero hay que pelearla". Tal afirmación me conquista de inmediato. Abandono mi posición de oyente accidental y les pregunto si puedo arrimarme para que me cuenten sobre el español en los Estados Unidos. Aceptan y me lo cuentan, pero no se lo voy a transmitir a ustedes por no parecer chismoso.
Tras un rato de trabajo, pregunto en la recepción dónde me puedo abrochar un buen filete. Me explican dónde pero, con cierto desmayo, me preguntan que si voy a ir andando. Cuando digo que sí, se desmayan del todo: ni modo. Voy caminando y me encuentro que está cerrado ya para el almuerzo y que abren para la cena a partir de las 4 de la tarde. Olé. Estos romanos están majaretas.
A falta de filete, me meto a un restaurante mexicano. Me dan unos tacos al carbón razonables y pego la hebra con la mesera. Es de Nayarit, un estado en el que he estado (ejem) un par de veces o tres. Me pregunta si soy español y le digo que sí, pero que pido disculpas por ello. Es mi broma preferida aquende el charco, pero nadie la entiende, quizá por la seriedad con que la digo. Siempre tengo que aclarar que es broma. Durante la comida me pregunta siete veces que si todo está bien, cosa que, la verdad, detesto en los restaurantes. Una vez, vale; pero preguntarlo a cada rato se me antoja invasivo.
Le pido permiso a la chica para someterla a un pequeño interrogatorio y me da su aquiescencia. Le pregunto si sabe qué significan los adjetivos "cerebral", "cardiaco", "hepático", "renal" e "intestinal". Acierta todos menos "hepático" y "renal". Cuando al final de la pruebita le explico qué es cada uno, le pregunto si no oyó hablar de la hepatitis, y me responde que sí, pero que es una enfermedad de los ojos. Esto no es la primera vez que me lo dicen, así que puedo explicarle que no, que con la hepatitis se ponen los ojos amarillos pero que la enfermedad está realmente en el hígado y lo de los ojos es circunstancial.
Por la tarde, discuto. Como es natural, es con gente de España.
Por la noche voy a cenar al restaurante que estaba cerrado. Después del mesero que me toma la orden, se acerca una chica que me habla a toda pastilla y no la entiendo ni papa. Es la gerenta del local y viene a presentármelo. La escucho dizque con atención. Lo lamento porque es su trabajo, pero me parece un coñazo todo lo que me dice. Yo lo que quiero es comerme las costillas que ordené y largarme a seguir en el hotel mi vida micológica habitual. En la escasa media hora que estoy en el restaurante me preguntan tres veces si todo está bien. Creo que ya quedó dicho que detesto esas atenciones, pero me pregunto cómo será tener de amante a estas personas. ¿Preguntarán cada día cinco veces si estás bien en lo sexual, si necesita uno otra mamada?
Todo este relato inane tuvo la única intención de usar ciertas palabras. ¿Adivinan cuáles fueron?
En Houston, el día de san Rosendo (obispo y abad) por la noche.
Mus
8 Comments:
Inane y mamada.
Palabrejo verificatorio: sessi. Ja
Curiosísima
En grupito?
Opcion 1: Filetes, tacos, costillas y mantequilla.
o
Opción 2; Dama, mamamda, arrimarse, amante...
Jaja...¿pa que haces esas preguntas jomio?
;-)
Me alegro de que no se caigan los aviones, que tengo que coger uno.
A mi me gusta escuincle, que he tenido que buscar, abrochar, que no sabía de esa acepción y el dizque, que me encanta pero no me sale como a los americanos, me paro en el zeta.
Hola, Petulandcia, bienvenida. :)
Lo de abrochar es manchego. Probablemente no lo recoja ningún diccionario del mundo mundial, lo cual viene a confirmar que las palabras existen porque alguien las usa, no porque vengan en los diccionarios.
Suerte con tu aeroviaje. Ponte calcetines sin tomates, ¡que luego da mucha vergüenza cuando te hacen quitarte los zapatos en los aeropuertos!
Mus
Chuli, jamía, ¿tú es que solo piensas en comer y en follar o qué?
Una de las palabras que queria usar era "atufar". Ya no se oye eso de que la gente se atufe, ¿o sí?
Mus
Aquí atufar es apestar, y sí se usa.
Ejem, yo nunca llevo calcetines, y menos con tomates. Eso sí, me hacen descalzarme siempre, y lo odio.
http://www.youtube.com/watch?v=8iBYzIduW5M
Hombre de dios, podrías darnos una pista de cuántas palabrejas inanes hay.
Apuesto por: escuincle, chismoso, pegar la hebra, aquiescencia, micológico y, por supuesto, charco; sin olvidar las preguntas inanes.
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