La guitarra
Ando con el afán de aprender a tocar la guitarra. Aunque acaso no lo haga demasiado bien, siempre me gustó cantar, y ahora, cercano a la cuarentena y aburrido de cantos a capella, hará cosa de dos meses que me decidí a mercarme una guitarra —de las normales, ya se sabe, sin estridencias ni colorines de tipo Rey del Rock—.
Desde aquel día, el instrumento ha ido criando polvo y telarañas con singular dedicación. Las telarañas tienen la ventaja de mantener mi casa libre de moscas, pero aparte de eso reconozco que su estética es de dudoso gusto. No comentaré sobre la estética del polvo para ahorrarme que alguien me tilde de guarro —ni siquiera justificadamente—.
No tengo nadie que me enseñe a templar sus cuerdas, ¡no sé ni cómo afinarla! Ponerse frente a una guitarra virgen siendo analfabeta en lo musical es más agobiante que ponerse frente a un papel en blanco armado con una mísera estilográfica. Por cierto, que me pregunto qué será del término 'estilográfica' en el futuro. Yo hace ya siglos que no veo a nadie escribiendo con estilográficas.
Pero no nos desviemos de lo principal, esencial o crucial. Ahora que ando viajero, he aprovechado para que M., mi amiga poblana, me enseñe algunos truquitos, y confieso que estoy encantado de la vida de todos los truquitos que me enseña M. No pienso contarlos todos aquí, claro está, pero baste decir que hay algo mágico en arrancarle una nota coherente a un artefacto tan complicado como es éste. Ayer estuvimos practicando el bello punteo de Dueling banjos, una pieza musical de la banda sonora de Deliverance —película más que recomendable a pesar de la dureza de sus imágenes—. Como es lógico, siendo novel no pude sacar más de diez o quince notas, y eso mirando la chuleta, pero me sentí el más avezado de los juglares que en el mundo hayan sido.
Cualquier día compondré una canción, la más bella del mundo. Es posible que ese día haya encontrado a la mujer más hermosa que jamás haya existido y pueda cantársela, todo con el indisimulado objetivo de provocarle escalofríos tales que la desdichada no pueda contener un salvaje deseo de arrancarme la guitarra de las manos, sellarme la trovadora boca a besos, engrasar mi lengua con sus delicias, llevarme al tálamo sin dejar siquiera que acabe el primer estribillo y quitarme las telarañas del instrumento. Sacar buenas notas y no desentonar es la máxima aspiración de cualquier persona que hace uso de un instrumento, así que si después de eliminadas las trampas aracniles de mi instrumento mi dama me arrulla alguna cosilla cerca de la oreja, seré una de las personas más felices de este mundo, si no la más feliz.
Si no es así, pues no importa demasiado. El perfeccionismo es la antítesis de la felicidad y, como el lector y la lectriz ya sabrán bien a estas alturas (y si no es así, bájense), tocar un instrumento a solas es algo que procura gozo, alegría y relajación a cualquier persona de bien. Y a falta de tálamo, tendré mi hamaca.
En la heroica ciudad de Puebla de Zaragoza, el día de san Benito Abad, por la tarde.
9 Comments:
Hola, Mus. Vine a visitarte y a saludarte, en ese orden.
Y a informate que yo todavía escribo con estilográfica de plata labrada, simplemente porque me la heredó mi abuelo, y me gusta cómo se ven las tintas verde y morada al secarse sobre el papel. Y la sensación de rasgar el papel cada vez que te equivocas, o el gotear de la estilográfica que te obliga a volver a empezar todo. Pensándolo bien, mi estilográfica más que servicio da lástima, pero la quiero mucho.
¿Qué haces en Puebla? ¿Qué no vivías en el Sur? ¿Ya eres capaz de tocar "Solamente una vez"?
Kilogracias, Cata. Yo la verdad es que ya apenas sé manuscribir, y si me dieran una estilográfica me limitaría a preguntar que a quién debo apuñalar.
Tocar solamente una vez entra dentro de mis capacidades, pero es algo que procuro hacer lo menos posible. Prefiero tocar repetidas veces. ;)
P. D. Vine a Puebla a un evento.
P. P. D. Me entristeció mucho la historia de La Flaca, pero también me dio una gran envidia (se los ve a ustedes una familia realmente fabulosa en muchos aspectos) y un punto de reafirmación en la humanidad. Con cosas así, uno no sabe qué decir, nomás se me ocurre mandarles besos y abrazotes.
Envidia sana me das, mi estimado Mus. Yo, que jamás he podido tocar algo más complicado que el timbre de la puerta, y a veces hasta en eso desafino, te envidio por tu habilidad, por escasa que sea, para poder tocar ya no una sucesión de notas, sino un acorde.
En cualquier caso, bienvenido al mundo de la blogósfera hispana. Veamos cuánto duras, mantener un blog no es tarea fácil.
Este blog es un rollo!!!!!
No por escribir mucho se consigue que el Blog sea interesante. Mus tanto que criticas otros blogs, quizá por envidia, y vengo a fisgonear el tuyo y es realmente patético.
Maritrini
PD: Espabila que me imagino que eres bastante feillo. Cuando no se tiene físico hay que ser simpático, pero con todos. Si no me haces caso terminarás el 2006 sin comerte una rosca. Pero, bueno, igual y estás acostumbrado y "what's new".
Gracias, Jack. Ciertamente me aterra lo de la bitácora. No sé para qué me meto a mantener bitácoras si ni siquiera deseo mantener casi nada --minimalista que es uno--. La buena noticia, seguro que te habrás dado cuenta, es que tengo la fortuna de disponer de una rendida admiradora que me dice cosas lindísimas, tanto sobre mi persona como sobre cualquier cosa que yo haga. No me negarás que comenzar con una fanática tan acérrima es un principio excelente, ¿eh? ;)
Confío en que te refieras a Lou y no a Cata (y mucho menos a los anónimos); ya sabes que cuando abres una cuenta con la Famiglia no la puedes cerrar...
Con unos anónimos (parciales, por cierto) tan relindos, Jack, ¿cómo podría yo sustraerme a su encanto? ¿A ti también te escriben lindezas así? Joer, con una claque así...
Mus, ¿dónde te metes? Se te echa de menos...
Besitos
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