El secretario
Este año estoy que bato récords: ya llevo leídos dos libros ¡a pesar de mi tierna edad!
El segundo de esta larga tanda da anécdotas sobre la vida de Camilo José Cela, que a mi parecer escribía con verdadero arte. Por desgracia, la edición del libro está como para devolverlo por basurilla.
El escribano, que dice que fue su secretario personal durante seis años (y supongo que será verdad), tiene poco arte escribiendo y encima no se ha debido de querer gastar la pasta en buscar a uno que lo ayudara, así que se marea con las comas, escribe cosas absurdas, como "seudo periodista" (¿escribirá también "hipo tensión" o "sub marino"?), confunde el signo de sustracción por la raya y se hace la picha un lío con los verbos convenir y combinar. Se conoce que se le pegó poco lo de Cela, cuyas ediciones son muy cuidadas. Por lo demás, todo lo que rodea a las anécdotas en sí mismas es aburrido de leer. Las anécdotas... pues bueno, hay de todo: buenas y malas, pero en todo caso no son su obra, sino la de Cela; él es nomás un notario. Al parecer da clases de literatura en un instituto y tiene un doctorado. Olé.
Muchas veces me escribe gente algo azorada por sus propias faltas de ortografía, un poco como disculpándose, como si yo me pudiera enojar. A todos les digo que da igual, que lo importante es lo que cuentan y lo otro es prácticamente intrascendente. El motivo de que lo sea es que se trata de comunicaciones de poco alcance, que pocos leerán (en el caso de la correspondencia, solo yo, espero) y donde el contenido prima sobre las normas y las convenciones. Eso también vale para las bitácoras.
Sin embargo, un libro es una cosa muy seria, supuestamente perdurable, y además es un negocio. La editorial vende un libro y la corrección ortotipográfica es un criterio de calidad exigible cuando le vamos a soltar pasta por lo que nos vende, así que ya podían dedicar un mínimo de cuidado a lo que sueltan al mercado.
Para colmo de desgracias, se me ha caído algo el ánimo al enterarme de que Viviana Oteliña Gordon, la choferesa negra que acompañó al nóbel en el viaje por La Alcarria que dio origen a Nuevo viaje a La Alcarria, era en realidad una modelo que se llamaba Lu Soto. En fin, admito que de esto este relator de anécdotas al que reconvengo no tiene culpa alguna; ni siquiera la editorial la tiene.
Sí leí algo que me gustó, y es unas referencias a lo que decía Cela de que se equivocaban quienes decían que era un mal hablado por decir tacos. Él sostenía (y el que escribió este libro lo confirma) que apenas soltaba algunos "coño" de vez en cuando, pero que por lo demás no usaba tacos sino que eran sus personajes, no él, quienes sí los usaban con cierta prodigalidad. Cuando salía en televisión y soltaba algo malsonante había quien se escandalizaba, pero eso lo hacía adrede, como estrategia publicitaria.
Esto me recordó algo que se trató acá hace poco, y es que no todo lo que alguien escribe, ni siquiera con ánimo biográfico (o supuestamente tal), debe tomarse al pie de la letra o servir para sacar conclusiones sobre el escribano.
Y si lo escribe un hombre, menos. De los hombres no hay que fiarse nunca, que son muy embusteros. Lo son los demás, claro, no yo, que de puro sincero y buena gente voy camino de los altares... :D
En un lugar de La Mancha, el día de san Pedro Celestino (papa), por la tarde.
Mus