30 octubre 2007

Una negrita con bemba



Hoy dormí mal, pero la culpa no es sino mía. Me empeñé en quedarme en el sofá para conciliar el sueño ante la caja tonta y acabó pasando lo que podía preverse, esperarse o pronosticarse: me quedé dormitando entre el fragor de las batallas televisivas, encarnadas en interminables anuncios de televenta de "llame ya y recibirá el X, los seis Y y el práctico Z al increíble precio de" que al tiempo acunan mis experiencias oníricas dulces y las perturban.

Andar sin casa fija es algo desestabilizante, pero más aun lo es llegar a casa de tu padre y encontrarse una negrita de cálido acento canario, generosas carnes y bemba incontenible a cuya sola vista uno se rinde sin que quepa recurso alguno. Fue verla y ansiar sin más agarrarla de su inmenso talle para bailar bien juntitos, cheek to cheek, un tango arrebatado y sensual como paso previo a una pasión física desatada y sin caducidad.

Como primera medida, me voy a desayunar con ella.

Estoy desestabilizado: ay, los sofás de los salones; y, ay, las mujeres.

En Madrid, el día de san Marcelo (mártir), bien de mañana.

Mus

19 octubre 2007

Frases célebres

Hoy leí una de esas frases que se quedará en mi memoria. Tiene aplicaciones varias, pero en términos sencillos describe el quid de esa sana competitividad que te permite vivir la vida y disfrutarla:

Si quieres huir de un oso, no hace falta que corras más deprisa que el oso: basta con que corras más deprisa que alguno de los que te acompañan.

En fin, cosas que lee uno en todas esas cartas, artículos y cosillas sin importancia a las siete y media de la mañana de un día en el cual amaneció con insomnio.

En Madrid, el día de san Pedro de Alcántara (presbítero), por la mañana temprano.

Mus

17 octubre 2007

Provincianismo castellano

Hoy me tuve que tragar un espectáculo muy desagradable. En realidad no me lo "tuve" que tragar, pero si uno quiere estar enterado del mundo, ¿qué otra cosa se puede hacer sino leer las noticias?

En un programa de televisión respondían algunos políticos a las preguntas del público, y uno de ellos era Carod Rovira, un independentista catalán de gracia Josep Lluís (creo que en catalán va con acento). Al parecer, un par de personas se dirigieron a él llamándolo José Luis, y él reaccionó con desagrado y les recordó que él no se llama así. En el segmento que yo vi, añadió un par de ejemplos comparativos sobre Shevardnadze (o como se escriba) y alguien más. A fuer de sinceridad, lo de Shevardnadze no venía mucho a cuento porque se trata de una transcripción de otro alfabeto y quién sabe si lo decimos aproximadamente bien, pero creo que es una minucia y que, en definitiva, Carod tenía toda la razón del mundo.

A mí me parece que esas personas se dirigieron a él de esa manera por joderle, así de claro, en muestra de desacuerdo con las posiciones independentistas de este señor. Aunque me disgusta mucho un estilo tan podrido de mostrar desacuerdos políticos (el ABC y La Razón siempre fueron especialistas en algo tan bajo), no deja de ser algo medianamente comprensible porque está demostrado que en la dialéctica política apenas hay reglas de cortesía. Es un poco como las bromas que se hacen sobre Bush y el significado de su apellido, y aunque no me guste no tengo más que decir.

Lo increíble, sin embargo, es el provincianismo inenarrable que demostró la señora, de Valladolid si no lo entendí mal, cuando --tras recibir la reconvención de Carod por el asunto de su nombre-- se iba a sentar y masculló algo así como "pero es que yo no tengo ningún interés en aprender catalán".

Esto me pareció tremendo. Al usar el nombre de una persona no se aprende un idioma, ni hace falta aprender catalán para decir con una corrección razonable "Josep Lluís", del mismo modo que no hace falta saber inglés para decir George Bush o John Wayne. ¡Ni que hubiera que aprender alemán para decir "Hans" o francés para decir "Marie"! A quienes, por desconocimiento, dicen nombres extranjeros pronunciándolos mal, se les debe apreciar el esfuercito y reconocer que, si no saben, tampoco es grave. Pero que alguien se niegue a decir "Josep Lluís" bajo el pretexto de no saber o no querer aprender catalán me parece inconcebible.

Quizá a esta señora se le case en el futuro un hijo con una señorita de nombre maya y se tenga que aprender un par de consonantes glotalizadas para poder llamar a su nuera con aproximación decente.

Entre las reclamaciones de unos, las bombas de otros y los tomates mediáticos de buena parte, mi país me tiene cada día más frito.

En Colombes, el día de san Ignacio de Antioquía (obispo y mártir), por la tarde.

Mus

14 octubre 2007

Y perdió Francia

No me gusta hablar de deportes porque casi todos los que se ven en la tele me parecen aburridos y comerciales, pero ando por las Francias y es difícil no ver el rugby.

El rugby parece complicado, pero es muy sencillo: salen 30 tipos al campo, más los árbitros; éste último pita el inicio del encuentro y a partir de ese momento no hay más que tipos corriendo y dándose tremendos trompicones unos a los otros --pero con un orden muy preciso-- y arreándole soberbias patadas a un balón con la cara de Blas (Beto, en México). ¡Venga el balón para allá, venga para acá, venga a echarlo fuera del campo! Así transcurren cuarenta minutos en los que estos tipos inmensos no paran de correr y golpearse a pelo. Luego salen unos minutos, pocos, y se pasan otros cuarenta minutos de igual tenor. Esto sí es un deporte como es debido, carajo, y no el fútbol dichoso. Y nadie discute jamás lo que dice el árbitro y aunque de vez en cuando dos jugadores se mosquean un poco, es rarísimo ver golpes desleales o peleas verdaderas. Para terminar de redondear su interés extremo, es el único deporte en el que para avanzar hay que echar el balón atrás. Me gusta el rugby, joer.

Como comentario a lo anterior, queda claro que Blas/Beto no era un melón ni un plátano ni un limón. Era un balón de rugby con diseño cromático de inspiración Dick Tracy.

Ayer fui a París a ver el partido de Francia contra Inglaterra. En el paf al que había pensado ir fue imposible verlo porque estaba hasta las trancas, así que me tuve que pasar todo el rato en un restaurante lleno de franchutes que jaleaban a su equipo con ganas tremendas. No consiguieron atravesar la defensa inglesa ni una sola vez, así que terminaron perdiendo. Ahí fue donde vino lo más impresionante. Aunque todo el mundo (excepto un puñadito de ingleses que se habían metido allá como en boca de lobo) era francés y por tanto estaban decepcionados por el resultado y de mal humorcillo, hubo un tremendo reconocimiento a su equpo y el restaurante entero se sumió en un aplauso inmenso y sentido a sus jugadores.

Es muy emocionante ver cómo la gente apoya a su equipo y a mí al menos me da una tremenda envidia esto. La primera vez que vi un anuncio publicitario en las calles de París me di cuenta de las dimensiones del apoyo popular al equipo de rugby francés. Durante el último mundial de fútbol, a la selección española le inventaron una espantosa adaptación de la ingeniosa canción de El Koala. Comparado con esta imagen, aquello era un desastre.



A ver si un día, con algo de suerte, me toca vivir un acontecimiento deportivo en el que toda España agache el espinazo y "empuje" a un equipo español olvidando el chismorreo y la crítica que tan bien se nos da.

En Colombes, el día de santa Teresa de Ávila (virgen y doctora de la Iglesia), una madrugada de insomnio.

Mus