30 abril 2007

Vida privada

No suelo hablar de mi vida privada, pero como todo el mundo se va de puente en España, todo el mundo está a la espera del puente en México (aunque este año el 5 de mayo se chingó por ser sábado) y todo el mundo parece feliz, yo también quiero manifestar mi felicidad.

Por esto que me saludó en mi paseo subacuático sabatino:

El señor (o señorita) calamar de arrecife, de librea.

y por estos a quienes saludé en mis paseos subacuático dominicales:

La señora langosta espinosa del Caribe, capturando truchas con sus antenas de pesca con mosca.
El pez ardilla, siempre atento a su cueva visitando a la señora anémona para pedirle una pizca de tomillo, que se le acabó.
El caracol, semienterrado en la arena jugando a ser africana avestruz.
La raya látigo, con su traje de fondo (como muchos animales marinos, su piel cambia de color dependiendo del entorno).
La medusa de interminable cola de raso y su capuchón cardiaco: blup, blup, blup...

El tiburón gata (tiburona, en este caso, como puede apreciarse por su panza fértil) de escuálica mansedumbre.La tortuga de carey, que se estaba manducando unas esponjitas para almorzar cuando la pasamos a molestar.

Y la morena verde con aspecto de monstruo del terciárico anfesterior. Bella, sí, pero me gustan otras morenas más caderonas y con más aparato mamario, a qué negarlo.
Y ya, que ya me cansé de subir pinches fotos de los bichos submarinos de la isla de Cozumel y ya tengo que volver a trabajar para celebrar (por decir algo) que mañana es el día internacional del trabajo. Cómo si fuera cosa de celebración, ¡no te xode!

Esta es mi vida privada. Como puede verse, ni una mínima teta que llevarse al buche. :(

En la península de Yucatán, el día de san Pío V (papa), por la tarde más tarde que la tarde que se mencionó antes.

Mus

La elección de un nombre

Cuando nacemos, nos ponen un nombre. Cuando nace un bicho del cual somos responsables, le ponemos un nombre. También a las casas o los edificios se les ponen nombres a veces, y a los programas informáticos y a las playas y a los mares y a todo. Tenemos la denominación en la sangre lingüística.

Los nombres traspasan las fronteras, y allende las nuestras (las de nuestro ámbito y lenguaje) es común que otras personas elijan adaptar esos nombres a su propio lenguaje, ora por serles más sencillo de decir, ora porque ni siquiera comparten el mismo alfabeto ora por lo que buenamente les diere la gana.

Sin embargo, dentro de una misma lengua, es poco común que un nombre se escriba propiamente con grafía diferente entre unos lugares y otros. Quitando los errores ortográficos comunes (siempre habrá quien escriba Varcelona, pero no va de esto lo de hoy), todos escribimos los nombres tal como los oímos. A veces no sabemos cómo se escriben y los que el nombre ostentan nos lo aclaran. Por ejemplo, si nuestros papis se decidieron por nominarnos Arón (y no Aarón, que es el nombre relacionado más difundido, creo yo), Bertha y no Berta o Karla y no Carla, nos corresponderá a nosotros explicárselo al vecino para que lo escriba tal como a nosotros nos lo impusieron, ya que a tal vecino le será imposible averiguarlo así nomás por artes amíricas (de Amira, bien sûre).

Pues algo así pasa con los mexicanos.

La equis del nombre del país, ergo del gentilicio, es una reliquia del pasado, la misma que puede encontrarse en el título de la más famosa novela de la Historia (cuyo título original es El ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha) y en algunos apellidos y nombres (Ximénez, Xavier) y que aún hoy leemos en textos de español viejo sin saber, en nuestra mayoría, que esa equis se pronuncia en español como una jota.

El origen de la equis de México tiene interpretación de los más variados pelajes, algunas de ellas líricas hasta el empalago, y es bueno que así sea si debe hacerse caso a don Sebastián de Covarrubias, que en el siglo XVII escribió:
Es tan de grande utilidad el conocimiento de las etimologías, que aun hasta las falsas se han de estimar, porque ocasionan a la inquisición y investigación de las verdaderas.
El amigo Covarrubias parecía decantarse por la información de cualquier calidad o, como suele decirse: si non é vero, é ben trovatto. Pero lo que parece claro es que todo el mundo la pronuncia tal como se pronunciaron esas equis hasta hace apenas doscientos años y como deben pronunciarse las pocas que quedan: como jotas. La pronunciación de la jota tampoco es nada uniforme, y va desde las firmes jjjjjotas castellanas hasta las haches aspirhhadas de los andaluces y la leve j-hota de los propios mexicanos. Cada uno que la pronuncie como sea su natural... pero esas equis son jotas.

Durante no poco tiempo existió vacilación entre los propios mexicanos acerca de escribir el nombre de su país con jota o con equis, y tengo yo documentos gráficos de ello, incluidos periódicos del mexicanísimo periodo revolucionario (véase la entradilla de la noticia de la foto, tomada en la casa museo de los hermanos Serdán en Puebla), pero lo cierto es que hoy en día, en México, a nadie se le ocurriría escribir el nombre con jota, y no son pocos los que se sienten ofendidos cuando así lo ven escrito; a veces, muy ofendidos.

El asunto da que hablar en la internet, y no faltan cibertrifulcas en los archivos. Yo, que hasta que llegué acá ni tenía especial interés por el idioma español como ahora ni sabía nada de México aparte de los tópicos clásicos, los chistes de Lupita y las canciones de la Revolución que mi padre hacía sonar en nuestros viajes por España, muchas de las cuales aún canto de corrido (valga el juego de palabras). No recuerdo siquiera cómo escribía México, pero lo más probable es que hiciera lo que haría cualquier persona sin avisar y como suele escribirse en España y en otros países: con jota. De hecho, no tenía ni puta idea de que aquella equis que leía en libros añejos fuera forma arcaica de un sonido jota, y pensaba que eso de Quixote era como lo decían los gringos, o que los enxiemplos del conde Lucanor se pronunciaban enshiemplos.

Cuánto desconocemos, madre mía... Y no será que no es fácil advertirlo si se fija uno. Basta mirar algunas lenguas de cultura (el gallego y el catalán, sin ir más lejos) para ver cómo en esos idiomas aún persisten muchas de esas equis (aunque no se pronuncian jota) en palabras que en español llevan hoy en día una jota (dixo, teixera, baixa).

En fin, cuando llegué aquí, rápidamente me di cuenta del tema de la equis, y como es natural (y con la pena debida por mi desconocimiento) igual de rápidamente cambié mi forma de escribirlo.

La cosa es que, con semejante grafía, a cualquiera que le dices que México debe escribirse con equis pasará inmediatamente a pronunciar Mécsico, lo que resulta improcedente (si uno habla español, claro; los de otros idiomas que lo pronuncien como deseen). Hace ya muchos años que la equis no se pronuncia como jota, y no cabe esperar que el común sepamos estos detalles, entre otras cosas porque nadie nos los enseña. Esto de que los que hablamos español pronunciemos Mécsico o escribamos Méjico es algo a lo que se arriesgan los mexicanos por elegir el arcaísmo, al igual que Karla se arriesga a que le pongan mal el nombre o Bertha se arriesga a que alguno que sepa un poquillo de inglés la llame Berza (excelente estrategia, por otro lado, para que un vegetariano le haga un cunilingus deleitoso) pero en cualquier caso es su decisión. Mientras, siempre que los demás sepamos de qué va el asunto con los mexicanos y cómo se pronuncia esa equis, lo educado y razonable es escribir el nombre de la gente y de los países (de habla española) tal como ellos se autodenominan y pronunciarlos tal como ellos lo desean, que bien poco cuesta. Tristemente, hay quien ni con este argumento tan evidente está satisfecho.

Como decía, hace años se mantenía en el propio México la vacilación entre la jota y la equis. Un problema que tienen pendiente es el de otros muchos lugares mexicanos que mantienen la vacilación de esta equis. Por ejemplo, viajando por Jalisco no es infrecuente ver quienes abogan por la grafía Xalisco, y en Xalapa (una ciudad veracruzana) se encuentra uno un marasmo considerable, agudizado por el hecho de que esta ciudad da nombre a un tipo de chile, el jalapeño, que me pregunto yo cómo verían los empresarios del ramo tener que cambiar a xalapeño. Y este es el problema: que se puede llamar a quien quiera como quiera, pero es importante que el interesado facilite también las cosas manteniendo cierta armonía para que podamos seguirle la pista a cómo debemos llamarlo. Me pregunto también si habrá algún tipo de significación política entre esas denominaciones con equis o con jota, porque visto lo que he llegado a oír acerca del asunto de Méjico/México, no me extrañaría nada.

En la península de Yucatán, el día de san Pío V (papa), por la tarde.

Mus

26 abril 2007

Pongamos por caso


Un vocativo. Pongamos por caso ese caso y retrocedamos brevemente a los romanos, quienes, como todo el mundo sabe, estaban locos pero tenían su puntillo organizándose.

El vocativo es un caso. Dice el mataburros que un caso es, en gramática, una marca flexiva que sirve para expresar diferentes relaciones sintácticas. El vocativo del latín era una declinación (una terminación) con la que se indicaba que uno se estaba dirigiendo a alguien. En español no existe porque en español no existen casos como tales. Quien sepa alemán ya sabrá que ellos tienen cuatro casos: nominativo, genitivo, dativo y acusativo. Ellos tanto y nosotros ninguno, ¡no es justo! Sobre todo teniendo en cuenta que en latín tenían seis. En realidad no tiene nada de injusto, porque nos comunicamos igualmente sin ellos, es como usar una opción u otra.

Lo bueno de los casos es que se ahorra espacio, porque no hay que usar preposiciones sino que la terminación del sustantivo (y el adjetivo, si lo llevare junto) indica la relación. Lo malo de usar los casos es que hay que saberse las terminaciones, y eso tampoco es sencillo porque a su vez dependen del tipo de sustantivo.
Los lenguajes romances probablemente optaron por esta última opción precisamente porque proceden de latín vulgar y a la plebe mediterránea parece que le resultaba más cómodo no tener que memorizar las cosas.

Mas no se divague, que toda esta historia no tiene que ver con el vocativo. En español no tenemos este caso, pero con frecuencia nos dirigimos directamente a las personas y usamos nuestra propia adaptación del vocativo latino que perdimos. Puesto que ya no tenemos una terminación del sustantivo que nos diga explícitamente que nos estamos dirigiendo a la persona, necesitamos algo que lo haga, y ese algo es la hermosa, humilde, inigualable, ínclita, sensual y maravillosa.... ¡coma! Déjenme que se la presente:

Bella a la par que sencilla. La coma nos sirve, entre otras muchas cosas (las comas son como las madres del lenguaje: las pobres sirven para todo y de todo se tienen que ocupar), para decirle a alguien que nos estamos dirigiendo a él. Por eso escribimos Juan, ¡perro! y no ¡Juan perro!, Tócala otra vez, Sam y no Tócala otra vez Sam, Por favor, deja de molestarme y no Por favor deja de molestarme, aunque podemos decir ¿Me lo hace por favor? si lo que queremos es que alguien nos lo haga por la cara, que es diferente que pedirle a alguien cortésmente ¿Me lo hace, por favor? Cuando hablamos es común que no hagamos esas pausas y hablemos a la carrera, aunque tampoco es raro que sí la usemos incluso al hablar.

Curiosamente, cuando al escribir cambiamos de párrafo tras mencionar a la persona a la que nos dirigimos solemos usar dos puntos, no una coma, aunque parece que eso está cambiando en los últimos tiempos en que, acaso por influencia del inglés, es común que encabecemos las cartas con un Querido Fulano,[y aparte] en lugar de Querido Fulano:[y aparte].

En fin, todo esto es un rollo, y yo lo comprendo, pero es que, tal como está el patio, no puede uno arriesgarse a que una chica gramática lo desdeñe de nuevo en el lecho por haberle hurtado la coma en el arrebatado María mi amol ya pélame en lugar del canónico María, mi amol, ya pélame; o, mucho muy más peor aún, que cese bruscamente en su deleitosa actividad bucal cuando uno se dirige a ella con un poco fino Ay cariño como me gusta esto... en lugar del formal Ay, cariño, cómo me gusta esto... Algunos riesgos no merece la pena correrlos (de todos modos no se puede correr con los pantalones bajados) y, como decía el torero, hay gente pa' to'. Y, ay, uno puede jugar con la gramática cuanto desee, pero hay cosas que son sagradas ¡o al menos muy delicadas!

En la península de Yucatán, el día de san Isidoro (obispo y doctor de la Iglesia), por la tarde.

Mus

23 abril 2007

miMar


Todos tenemos nuestroMar, aunque algunos, como este surfero de papalote al que fotografié este fin de semana en la playa Paraíso de Tulum, bella do las haya, parece que más que ir a suMar, lo que le va es ir a suAire.


Este mar de aquí es miMar: cálido, claro, con arrecifes de sesudos cerebros y abanicos de dama fresa de ópera, tortugas de carey, blancas y caguamas, algún pulpito de gustos termófilos, meros de severa faz, camarones huidizos y noctívagos, cangrejos rey (que no monarcas), parguitos abesugados, tétricos erizos punk-looking, mantarrayas que se afanan en la corriente para ir a ver a su abogado y pedirle que demande a los inventores del tren de levitación magnética por copiones, barracudas pidiendo a gritos una cita con el ortodoncista, anémonas apegadas a su rocuño, peces puerco de librea, loros que no vuelan sino nadan con el impulso breve y afectado de sus aletitas presumidas y sus morritos de mickjaggers marinos. Además, de vez en cuando hay un huracán.

En la playa se ve a veces una vieja cuerazo, pero ¿a quién le importa? La vida está dentro de miMar; lo de fuera es puro teatro.

En la península de Yucatán, el día de san Jorge (mártir), de madrugada.

Mus

P. D. También se dice que hoy es aniversario de la muerte de Cervantes y Shakespeare, y lo que es seguro es que es día de la rosa en Cataluña. Leo que "Per sant Jordi, el noi li regala una rosa a la seva princesa y aquesta li regala un llibre". Dioses y olimpos, y yo lejos de allá ¡y sin princesa!

19 abril 2007

Armas


Vaya por delante una opinión: casi nada de lo que hacemos nos lleva hacia una vida más segura, así que todo consiste, creo, en ver si el riesgo compensa los beneficios. Eso vale desde la existencia de coches y aviones (que nos matan de vez en cuando) hasta la maternidad. El riesgo cero no existe ni para comerse un chicle, ya que siempre habrá quien se atragante y se muera a chuinganazo.

Hecha esta reflexión, leo en El País lo que dice el dueño de la tienda que le vendió las armas al asesino de Virginia Tech:
"Si las armas estuvieran permitidas en el campus, esto no habría ocurrido. Quizá hubieran muerto una o dos personas, pero antes de que cayera la tercera, el asesino habría sido abatido por alguien con un arma".
El diario refiere los comentarios de un dependiente del establecimiento:
"Mire, señora", explica con paciencia el dependiente, un tipo enorme, perilla perfectamente afeitada, sentado con las piernas bien abiertas, "si no fuera por mi derecho a armarme, yo hoy hablaría con acento británico y usted en alemán."

Y la periodista reflexiona y recoge una segunda opinión del empleado:

La referencia a varias guerras en distintos siglos es banal comparada con la siguiente tesis. "Los europeos son incapaces de entender qué pasa en este país. Es como si yo le intentara explicar a usted cómo se tiene un hijo". "¿No puedo, verdad?", pregunta. "Pues dejen de intentar averiguar cómo pensamos aquí".

A la periodista le puede parecer esto una barbaridad, pero creo que todo lo que dicen estas dos personas y su hilo de razonamiento se cae de puro evidente. Uno puede elegir entre tener un país en el que se controlen estrictamente las armas y tener un país en el que no se controlen apenas, pero si uno elige la segunda vía tal como se ha elegido, los razonamientos de estas personas me parecen impecables.

Otrosí digo que la frase "Los europeos son incapaces de entender qué pasa en este país." es más cierta que la ley de la gravedad. Los europeos no entendemos a los EE. UU. y seguimos confundiéndonos por el hecho de que se nos parecen físicamente y tienen su origen (como país y comunidad) en Europa. Nuestro sistema de vida está tan sumamente alejado del suyo a pesar de compartir que es inútil que hagamos críticas de estas cosas. Es un asunto interno, tan interno como cuando nosotros decidimos legislar sobre los matrimonios homosexuales o cualquier otro asunto controvertido.

Los estadounidenses pagan con sangre sus decisiones de dejar amplia libertad en la adquisición de armas, pero por el momento es evidente que les salen las cuentas. Ni más ni menos que cuando cualquiera de nosotros toma un avión, se sube a un automóvil o fuma. Aunque comprendo lo impactante de estas tragedias, en realidad son sucesos relativamente infrecuentes en un país que, no debe olvidarse, tiene 300 millones de habitantes y, por tanto, una cifra enorme de posibles desequilibrados, inadaptados y cualquier otro participio pertinente. Tampoco debe olvidarse que, al menos en España, no estamos exentos de este tipo de acciones, a una escala más modesta, como sucedió con la residente médico que entró apuñalando a todo el mundo en la Concha de Madrid y los sucesos de Puerto Hurraco. En los Estados Unidos suceden más, sí, pero también son casi ocho veces más gentes; y de todos modos, insisto: por el momento, les trae cuenta, porque si no se la trajera ya habrían enmendado su constitución.

Por supuesto, la gran pregunta es: Si las armas estuvieran permitidas en el campus o todo el mundo fuera armado a todos sitios, quizá disminuirían los casos de asesinatos colectivos de este tipo pero, ¿aumentarían los casos de muerte por haber dirimido a balaceras situaciones de estrés cotidianas? Yo para mí que sí, ¡vaya que sí! Todos pasamos momentos de crisis, momentos en que nos gustaría retorcerle el pescuezo al prójimo, y tener a mano un arma es algo muy peligroso precisamente por eso. Hoy también leía en la prensa la declaración de un militar afectado en los asesinatos del 11 de marzo en Madrid, que decía que había optado por no salir armado porque no podría responder de su buen juicio a la hora de usarlas llegado el caso de que una situación se le ponga caliente. Por supuesto, la respuesta del vendedor de armas estadounidense sería inmediata: el que no sepa portar armas, que no las porte. El siguiente paso de su hipotética línea de propuestas/pensamientos, imagino, sería darle capacitación a todo el pueblo de los EE. UU. El caso es seguir vendiendo pistolas y rifles de asalto.

Creo que debiéramos regresar a las hondas. En fin, son sus ciudadanos los que votan y los que mueren; los demás nos limitamos a observar.

En la península de Yucatán, el día de san León IX (papa), una madrugada de insomnio.

Mus

14 abril 2007

De mayor quiero ser gallego


En todos lados se cuentan chistes poniendo de imbéciles a los de los pueblos vecinos, o a de los de tal o cual región o país. En España son famosos los chistes de Lepe (paradigma nacional del chiste de idiotas) y, que yo sepa, también los de Tomelloso en La Mancha y los de Fernán Núñez en Córdoba. Supongo que en cada región tendrán su pueblo de supuestos tontos. Lo que es seguro es que los chistes son poco más o menos los mismos en todos los casos, lo cual no dice gran cosa sobre el magín de quienes los introducen por primera vez en cada entorno.

[Hago un inciso para presentar un recurso retórico muy común a la par que desconocido: la litotes. Por ese extraño nombre se conoce al recurso de atenuación, que en términos simples consiste en decir algo con la boca pequeña, de pitiminí, en tono modosito y diplomático, como cuando escribí al final del párrafo anterior "no dice gran cosa" o como cuando se dice de alguien que "no tiene mucha idea de esto" (es decir, no tiene ni la más remota idea) o que "no es muy guapo" (o sea, es más feo que Picio). ¿A que recurrimos mucho a esta estrategia? Pues, ¡hala!, ahí está el nombre: litotes, lítotes o atenuación. Fin del inciso retórico.]

En México no he podido averiguar nada por el estilo en términos nacionales, o sea, de unos pueblos respecto de otros, pero a cambio tienen el buen criterio de contarlos de gallegos. A diferencia de la Argentina y Chile (y quizá algún otro lugar), donde hablan de gallegos para referirse a cualquier español, en México hablan de gallegos para referirse a los gallegos fetén, los de Galicia. Los gallegos emigrantes de acá parecen haber tenido un éxito general notable, y en la ciudad de México son famosos por su poderío en el sector hotelero. Más de un hotel de paso (aquí llaman así a los hoteles donde la gente va a refocilarse por unas horas) tiene nombres sospechosamente galaicos. Benditos hoteles de paso, ¡qué lástima me da no haber tenido chance de aprovecharlos!

El caso es que parece que los chistes se hacen precisamente de las personas exitosas. Al menos en España así sucede en los ejemplos que yo me sé: respecto a su entorno, Lepe es una próspera ciudad y Tomelloso también lo es; de Fernán Núñez no tengo información ni estuve allá nunca. Los emigrantes gallegos en México han salido igualmente adelante. En definitiva, parece que estos chistes tienen también un punto de envidia.

Hoy recordé esto porque resulta que el señor más rico de España es un gallego, y además uno de los que probablemente cumple los estándares clásicos del gallego: la reserva, la sencillez, la austeridad; y leyendo el periódico me enteré de que el presidente mundial y consejero delegado (en algunos lugares está de moda llamarlos "sí-i-o", por Chief Executive Officer, CEO) de Eastman Kodak también es un gallego, que se embolsa sin pena alguna nada menos que siete millones y cacho de dólares al año. No recuerdo ningún otro caso de españoles que directivos máximos de empresas multinacionales que no sean españolas aunque también es cierto que no me desayuno con el Fainansial Tains ni con el Guolestrit Yurnal ni con la Fortiun. De hecho, casi nunca desayuno siquiera.

Por ello, y como quiera que siempre ando a discurrir sistemas para medrar en la vida sin tener que poner a laborar a mi escuchimizada y solitaria neurona, los animo a que hagan chistes de Mus, sin parar y de los más crueles que se pueda: pueden burlarse de mi faz deforme, hacer chuscos comentarios sobre mi intelecto escueto y aun ausente, mofarse de mi virilidad (si la encuentran), carcajearse de mis procesos mentales provincianos, llamarme paleto, rural y menguado, tildarme de imbécil, pendejo, gilipollas o boludo integral. Hasta de ectoplasma, como juraba el capitán Haddock de los cómics de Tintín. Lo que quieran, sin restricción alguna, pero, por favor, ¡¡que se infle el saldo de mi pinche cuenta corriente para que pueda dejar de trabajar para siempre!!

Es gracia que espero obtener de VV. II., a q. D. g. muchos años.

En la península de Yucatán, el día de san Telmo (confesor), de madrugada.

Mus

11 abril 2007

Y se hizo verbo

Hace poco envié al Instituto de Verbología Hispánica una propuesta de neoverbo. Era un verbo importantísimo, un verbo que cambiaría conceptos esenciales de nuestra civilización y reformaría aspectos nucleares de nuestros sistemas políticos y económicos, amén de los religiosos (amén de nuevo). Confieso sin gazpacho ni pena alguna que así fue hasta que me obligaron a tomarme el haloperidol; a partir de ese momento, dejó de ser un verbo tan señalado. Ni modo.

Es lamentable, pero diríase que a los responsables del Instituto no les pareció buen verbo. Quizá también tenga que ver el hecho de que desde hace un año no se actualiza la página correspondiente. Aunque me partiría el corazón la dejadez, casi prefiero que sea eso a que hayan desechado mi lindo y práctico verbito (que no cito por vergüenza ya que tan ostracizante recibimiento se le dio) nomás porque a ellos no se les había escurrido antes. Envidiosos, que son unos envidiosos. Además, les pareció bien la propuesta de laizar por «usar laísmos», cuando está clarísimo que tal verbo vendría a significar «hacer que algo sea laico» (en lugar del complicado laicizar predominante) y que para «usar laísmos» convendría laismear. Supongo que a la autora le pareció demasiado escatológico como para sugerirlo.

Por cierto, que me sorprendió que en México también está algo extendido el leísmo, incluso los leísmos de los que más enarcamiento de cejas provocan. He aquí un indicio gráfico procedente de una campaña de la Cruz Roja Mexicana y que bien podría haber redactado uno de la muy castellana Valladolid. Fabae coquent urbi et orbe (versión libre de «en todas partes cuecen habas» que por este medio me marco en latín patético).

Mas prosigamos, que esto no iba de leísmos ni de Valladolid ni aun de México. Todo esta conseja de los verbos viene al caso de que ayer inventé otro: repiterar, que valdría por repetir lo que ya se ha reiterado. Una posible acepción sería «dar la barrila, el coñazo, ser un pelma». Este verbo, empero, no pienso mandarlo a ningún lado, sino que lo dejaré aquí —primicia de mi bitácora— y santaspascuas. Total, para el caso que me hicieron... Joer, ni que fueran las mujeres a las que quiero llevarme al catre.

También estaba yo pensando si podría inventarme repiterasistir, que ya sería el súmum, algo así como «dar el coñazo con algo hasta ser el pelma namberguán». Este sistema de formación de verbos por parasíntesis (o sea, juntar cachos de repetir, reiterar e insistir) creo yo que sea válido, y además repiterasistir tendría una cualidad muy interesante y singular, y es que no termina en –ar como la práctica totalidad de los verbos que van apareciendo. El caso es que conozco a muchos críos, e incluso a algunos sujetos de edad ya terciada, cual yo mismo, sin ir más lejos, que son auténticas hipérboles repiterasistentes, hasta límites tales que casi se podría empezar a decir que lo que son es necios jodones, comperdón.

Además, este verbo todavía no lo he inventado; me lo estoy pensando porque estas cosas son delicadas y requieren un profundo análisis para el cual no estoy dotado pero, si al final me decido a inventarlo, tampoco se lo enviaré. Que se hodan y vengan a buscarlo; estas no son formas de tratar a la gente, sobre todo cuando no me estoy tomando el haloperidol que me han recetado... «ellos» (y «ellos» lo saben porque me vigilan).

No puedo dejar de relatar en esta entrada que ayer fue casi el peor día de mi casi vida. O casi, que no sé si lo mencioné ya. Un dulce de dulce de leche que compré en la central camionera y llevaba adherido un piñón —maldita sea su suerte— pegó la hebra conmigo durante dos horas, y todo su discurso consistió en repiterar, quizá pudiera decirse repiterasistir si el verbo estuviera inventado, ¡jatetú!, que me casara, a pesar de mis explicaciones sobre hipersensibilidad inmunitaria idiopática al himeneo. ¡Es indignante! Me lo comí y ya no volvió a abrir la boca, el muy mamón. Decidí que a partir de ahora no comería más que tamarindos, que son mucho más sensatos y solo te platican de cosillas ácidas y divertidas, y un punto picosas si están enchilados, como dios manda y como a mí me gustan.

En la península de Yucatán, el día de san Estanislao (obispo y mártir) por la noche, una más de diarrea mental.

Mus

10 abril 2007

Copulación

No sean cochinos, que no va de esas guarradas que anhelan.

Mi bitacorista amiga chuliMa escribía hoy en su ciberlibreta:

«[...] aunque a mi me causan respiración rapida, subida de adrenalina.»

Se lo agradezco porque hace tiempo que quería yo hablar de esto y ella, tan amable, me brinda este ejemplo y no tengo que patearme el gúguel.

Existe un interesante recurso retórico que consiste en eliminar las conjunciones folladoras (perdón, copulativas, ¿en qué estaría yo pensando?). Se llama asíndeton, y tiene su oposición en lo contrario (¡olé!): el polisíndeton o repiteración [sic, porque sí] de las mencionadas conjunciones, como por ejemplo: «Eres guapa y esbelta y bella y hermosa y trigueña de ojos de miel, y te voy a llevar a los toros.»

Hoy en día se ve con frecuencia el asíndeton involuntario y sin valor retórico real en documentos traducidos del inglés, porque en este idioma la última coma de una enumeración puede tener valor follador (digo, copulativo; disculpas ofrécense).

Y ahora que hablo de cópula, me viene a la memoria la coma precopulativa del inglés gringo, que la añade antes de la conjunción que enlaza el último término de una enumeración, y que cuando la veo en español parece que hace que me atasque al leer. De hecho, me pregunto cómo es que no atasca también a la gringuería, porque se me antoja una pausa extemporánea. El caso es que ellos han elegido escribir cosas tales como You are beautiful, pretty, and lovely donde los británicos habrían sido ligeramente más directos y escribirían You are beautiful, pretty and lovely. Curiosamente, esto solo lo hacen los gringos cuando la enumeración es de más de dos elementos, así que nunca escriben You are beautiful, and lovely a menos, naturalmente, que lo hagan por retórica.

Solo te pido que me bajes una estrella azul... ¡no, no era eso! Se me fue la pelota.

Solo te pido, querida mía, que te vistas bien para ir a la plaza taurina, que si no al que le va a dar un coma va a ser a mí, que me derrito nomás de verte tan guapa, esbelta, bella, hermosa, trigueña de ojos de miel o guapa y esbelta y bella y hermosa y trigueña de ojos de miel o guapa y esbelta, bella y hermosa, y trigueña de ojos de miel o guapaesbeltabellahermosa, trigueña de ojos de miel, o... yamechunlío. O mucho muy más mejor: no te vistas, que no vamos a los toros ni nada sino que nos quedamos entalamados, dedicándonos los gorjeos, requiebros y arrumacos que suelen las tiernas avecillas en estos calores iniciales de la primavera que tengo a flor cutánea.

Y para primavera, la chilanga y sus jacarandas esplendorosas.

En la ciudad de México, el día de san Ezequiel (profeta), por la tarde.

Mus

P. D. Me maravilla esto de que haigan santos que dizque vivieron siglos antes de que naciera este señor al que acaban de crucificar. ¡No cabe duda de que eran profetas!